Murió el actor Frank Ramírez

Frank Ramírez, actor de numerosas producciones de televisión, cine y obras de teatro, murió a los 65 años. Lo recordamos con esta entrevista que le hizo Hernán Díaz en el Teatro Colón de Bogotá.
 
Murió el actor Frank Ramírez
Foto: Hernán Díaz
POR: 
Hernan Díaz

Publicada originalmente en Revista Diners No. 214, enero de 1988.

Veinte años después de los veinte, y todavía con el cuerpo de un adolescente, Frank Ramírez regresó a Colombia para interpretar en la televisión al teniente déspota de La mala hora porque a García Márquez le pareció el tipo de actor más cercano al personaje de su novela. Este acierto en el reparto le resultó inolvidable a la audiencia. En una escena, que le permitieron al actor improvisar, Ramírez hizo un personaje escalofriante y siniestro: víctima de un dolor de muela, pasa una noche de tortura impotente y sin auxilio, acaso recordando las torturas infligidas a sus víctimas, una de ellas el mismo dentista del pueblo. La cámara enmarcó un rostro sin gesticulaciones, de mirada brillante y perdida. Había en ese rostro un dolor de alma; una necesidad de compasión, odio y venganza. Esta y otras escenas revelaron un actor integral, reflexivo e inteligente. Mesurado en sus recursos y muy seguro.

Parte de esa seguridad está en un rostro y una voz educados para transmitir sensaciones de manera sutil y convincente. Frank Ramírez es tan natural en escena que el espectador queda desprevenidamente envuelto en la trama y olvida al intérprete.

Se había ido en 1963 a los Estados Unidos tras de una chica bonita de los Cuerpos de Paz. Llegaron a Nueva York en el invierno, y el romance terminó en la primavera. Quedó atrapado en el torbellino de los años sesenta en la generación del “amor y no la guerra”, el gitanismo y la nueva moralidad. Pero tenía un talento. Aprendió inglés y no le fue difícil conseguir papeles menores en teatros viajeros y muy pronto llegó a Los Angeles donde se estableció como actor de carácter para la televisión. Vio por primera vez su rostro en pantalla gigante al lado de Robert Mitchum en la película “The Wrath of God”.

Nos reunimos para esta entrevista en el Teatro Colón de Bogotá porque tenía curiosidad de verle reaccionar sobre el escenario donde actuó por primera vez, y que nunca había vuelto a pisar en su vida. Diría que lo recorrió en un trance acarició el telón y en la oscuridad apartó los cables anudados de las bambalinas y en un desplante de memoria recitó algunos parlamentos de “Liliom” y hasta se desplazó en escena como la primera vez cuando le dirigió Dina Moscovici. Señalando al techo recordó El Palomar donde recibió su primera formación de Víctor Mallarino. Comencé a tomarle fotografías con flash, por la oscuridad del lugar, y logré captar algunas expresiones tal como lo había imaginado.

De repente surgió desde la silletería la forma de una señora robusta con delantal azul y escoba en mano.

-“¡¡Oigan!!”-gritó- “¿Quién les dio permiso? ¡Aquí está prohibido tomar fotos con flash! ¡¡Los rayos gultraviolestas destiñen los colores del tiatro!!”.

Frank se detuvo, dio un paso atrás y se desplomó con los impactos de las balas. Se retorció en el suelo, trató de levantarse crispando una mano, tembló y cayó inerme.

—¿Ve lo que usted ha hecho? —le dije—. ¡Acaba de matarlo!

Sin dar ninguna importancia a la escena, la mujer salió corriendo en busca de los celadores para expulsar a los intrusos ultravioletas. Frank se incorporó sacudiéndose el polvo. “Ha sido la peor actuación de mi vida —dijo— “Vamos a tomar un café”.

FR — Primero dame un cigarrillo. Yo fumo hasta en la ducha.

HD — ¿Le fue difícil entrar al Ac-tor’s Studio en Nueva York?

FR — En ese tiempo las cosas eran distintas. Necesitaban estudiantes. Yo me presenté a un concurso y me aceptaron. Después estudié con el gran Jim Frankle; él me dio un papel en “27 Wagons full of Cotton” de Tennessee Williams. Allí me encontró un cazador de talentos y fui a dar a Los Angeles.

HD — ¿Cuál es su posición actual en el ambiente teatral de Los Angeles?

FR — No soy popular o terriblemente conocido. Soy un actor más que trabaja, por fortuna permanentemente. Tengo un agente y se me presentan muchos papeles en televisión. Hace unos ocho años no hago teatro.

HD — ¿Cuántas veces ha regresado a Colombia?

FR — A finales de los sesenta enfermé de nostalgia. Habían muerto mis padres y regresé con la intención de quedarme unos tres meses. A las dos semanas me aburrí mortalmente. Años luego, Fernando Gómez Agudelo me trajo para “La mala hora” y ahí volví a enfermar de nostalgia, esta vez, sin remedio. Vinieron otras propuestas para “El gallo de oro” y “Cóndores no entierran todos los días” y otras ofertas que no he querido aceptar.

HD — ¿Por su condición de estrella?

FR — Todo lo contrario. No soy una “estrella” ni nada por el estilo. Ser estrella es una posición peligrosa. Es haber llegado. De ahí en adelante no hay nada. Yo recorro mi camino lentamente porque me aterra llegar. Esa posición me permite darme el lujo de escoger mis papeles. Por dinero, por poco dinero o por nada.

HD — ¿Qué película está rodando ahora?

FR — “Milagro en Roma” otra vez con guión de García Márquez y Lisandro Duque el director. Hago un hombre que hace milagros. No un santo. No puedo hacer papeles de santo. Milagros solamente.

HD — ¿Cómo encuentra las condiciones técnicas del rodaje?

FR — No tenemos los presupuestos astronómicos de los americanos. Pero gente preparadísima sí. Fernando Laverde, Pacho Norden, Lisandro Duque o Sergio Cabrera pueden dirigir cine en cualquier país. Colombia está depurando su cine. Esa depuración no perdona a nadie. Quedarán los que saben. Los demás, se ahogan.

HD — ¿Por qué no puede interpretar “santos”?

FR — Porque en el lenguaje del cine, y en los medios de “casting” un rostro como el mío es preciso para interpretar “malos”. He hecho comedia y me han dejado reír, o mejor dicho burlarme de mí mismo. Hace poco filmé “Técnicas de duelo” de Humberto Dorado. Me estoy descubriendo una buena vena para la comedia. Pero papeles románticos, esos de galán conquistador, creo que nunca podré interpretar con esta cara. Si se tratara acariciar en cámara a una bella actriz buscarían otro. Para acercarme a la actriz, me obligan a matarle el marido, secuestrarle el hijo y violarla. A mí siempre me recuerdan como el tipo siniestro sombrero del negro.

HD— ¿Y en el teatro cuál es su rol

FR— Hamlet. Ojalá me pidieran un día. Me lo sé de memoria en inglés y español. Una vez hice Romero y recorté muy buenas críticas.

HD— ¿Se las lleva bien con los directores colombianos?

FR —A las mil maravillas. Recuerde que aquí me formaron Víctor Mallarino, Enrique De La Hoz y Seki Sano. Sin embargo llegué a Nueva York creyendo saber todo y allá me dieron mi primera lección de humildad. Sigo aprendiendo. Algunas veces, cuando escasea el trabajo, vuelvo a la escuela.

HD— ¿No le atrae volver a Colombia a dirigir tal vez?

FR — Estoy coqueteando con la idea. Pero tengo todavía raíces… no, raíces no… más bien “algo” todavía que hacer en Los Angeles. Raíces no tengo en ninguna parte. Soy gitano.

HD — ¿Qué es ese “algo” que Los Angeles?

FR — Un hijo, una casa, un gato que se llama “Presagio”, y 15 años de gloriosa soltería.

HD— Cuénteme de su hijo.

FR— Tiene 17 años, es más alto que yo y somos muy amigos.

HD— ¿Imagino que usted fue papá y mamá al tiempo?

FR— No pude ser papá. Mucho menos mamá. Optamos por ser buenos amigos. Vivimos juntos y solos desde que él tenía dos años. Mejor dicho nos criamos juntos. Es un buen músico y cantante. Tiene un grupo y ya hicieron su primera grabación. He tenido que abandonar un poco la música clásica para enterarme del “rock” porque esas son sus preferencias y encuentro esa música muy personal e interesante.

HD— Debo entender que ya se criaron juntos.

FR — Eso creía yo. Hace poco se me presentó  en casa con una chica y me dijo: “Papá, ésta es la mujer con quien quiero pasar el resto de mi vida”. Se fue. Apareció en mí esa tristeza a que tenemos  derecho los papás cuando los hijos se van. Pero regresó a los siete meses. Desde entonces se me pierde cada tres o cuatro semanas en pos de alguna chica con quien espera “pasar el resto de su vida”. Así que la crianza continúa. El sí tiene raíces. Cuando las eche de veras, yo, que no las tengo, volveré a la vida que me gusta. Ir y venir por el mundo, como hace Klaus Kinski mi actor-director-personaje favorito.

HD —¿Le inspira el trabajo de Klaus Kinski?

FR — Bueno, yo creo en mis propios recursos histriónicos. Kinski me parece muy interesante. Realmente me inspira la gente en general. Estudio al género humano apasionadamente. Sus reacciones, sus gestos. Los actores, usted sabe, somos el material con el cual trabajan los directores y los autores. Para representar a un personaje tenemos que renunciar a nosotros mismos. Hay que haber nacido con esa pasión.

HD — ¿Nació usted con esa pasión?

FR — Definitivamente. Soy un actor. Nací para las tablas, llámense cine, teatro, circo o televisión. Mi pasión es actuar. Mi suerte… es actuar.

         

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febrero
19 / 2015