Renata Lozano: “Me siento auténtica”
Se sienta finalmente en un sillón blanco, cruza las piernas. Camiseta de algodón blanco con una figura precolombina dorada impresa en el centro, chaleco de motorista (con bolsillos y solapas) en lino blanco –“mira cómo queda… hago caso a las abuelas y sumerjo el lino en té durante unas horas” revela pasando sus manos por el tejido que revela su trama-, pantalón verde esmeralda y zapatos en piel avellana de plataforma. La diseñadora se viste de ella misma y con sus prendas replica su personalidad en las mujeres que van incorporándose como clientas fieles en Colombia y Panamá.
La compañía factura anualmente mil millones de pesos y mantiene un taller en Cali donde trabajan veintiocho personas. Una labor de emprendimiento que se tomó a pecho desde que regresó de estudiar diseño en Roma, convencida de construir un proyecto empresarial en el sector de la moda en Colombia. “Pude haberme incorporado en La Perla y otras empresas que me ofrecieron unirme a sus equipos pero tuve claro que quería darme a conocer en mi país” explica. Esa misma resolución mostró Renata Lozano (1976) cuando decidió aprender a coser en simultánea con el bachillerato haciendo cursos nocturnos durante dos años. Y cuando decidió repetirlos de nuevo para concentrarse solamente en lo que Esden le ofrecía como escuela especializada. “Desde chiquita andaba modificando todas las prendas. Mi mamá insistía en que me quedara quieta”. Algo seguramente difícil para quien lleva en la sangre un vínculo con la moda.
Renata Lozano es nieta del fundador de Catalina.Sport, una marca de vestidos de baño que fue patrocinadora oficial del Reinado Nacional de Belleza durante años. “Siempre estuve entre hilos y telas. No sabía que intervenir la ropa de los demás era algo parecido al diseño de moda. Mi abuelo tuvo veintidós hijos en dos familias diferentes y cuando murió resultó difícil mantener la empresa. Ya no existe” avanza la diseñadora para quien la figura de su padre –fallecido en 2010- está hoy instalada con fuerza en su interior. “Un viajero y un bromista que gozaba siendo libre. Es que él me daba pena cuando yo era niña porque sentía que siempre estaba disfrazado. Salíamos al río y se ponía camisetas de red. Llegaba con camisas hawaianas porque venía de fiesta. Iba a fincas y elegía los sombreros. Mantenía sus protocolos para vestirse. Hoy entiendo por qué nunca ejerció como un papá tradicional que, sin embargo, me llamaba los domingos por teléfono, muy temprano, para decirme que me quería” relata Renata. Y esta hija de “el loco Lozano” (como era conocido en Cali) quedó marcada por esa actitud relacionada con la libertad y no depender del juicio de los demás. Quiso dedicarse a la moda y sí, al revisar el rack donde cuelgan ordenadas las prendas y los accesorios metidos en bolsas de plástico que componen su colección, está claro que lo ha logrado.
¿Cómo enfrentó los gustos estéticos de buena parte de su región cuando se inició en la moda, a comienzos de los años 90? “Nací en Cali, en una época donde todo era siempre un exceso. Hay que decirlo como es. Se perdió la naturalidad con la llegada del lujo desmedido. El narcotráfico cambió todo y también creó una nueva silueta: mujeres con mucho busto y colas gigantes” explica la diseñadora. Y continúa “A la gente le ha costado mucho entender qué es moda en Colombia. El concepto de bonito o feo ha estado ligado durante mucho tiempo al cuerpo de la mujer, si se ve buena o no. Eso ha ido cambiando”.
Dice trabajarle a un concepto de vestuario que permita a la mujer que lo luzca sentirse reales, naturales. “Respeto la arquitectura y sus volúmenes pero mi mirada va por otro lado, por la armonía del cuerpo y el gusto por la ropa cómoda” dice la empresaria que vive observando cómo se viste en Cali y Miami, las ciudades donde vive.
Renata Lozano se muestra tranquila y vital, su estado de ánimo permanente, incluso antes de iniciar su desfile. Su hermana Natascha está pendiente de la producción que se verá en la pasarela. “Almas gemelas” como las definen quienes conocen a las hijas de “el loco Lozano”. Juntas andan arriba y abajo en la feria. Una contesta por la otra sin necesidad de consultarse. “A esta colección le quité brillo y ostentación, optamos por la apariencia de la madera en la pasarela para que se aprecien las prendas” dice Renata mientras Natascha verifica la tensión de la tela sobre la escenografía. En azul jade, cúrcuma, jengibre, tierra y arcilla resultan faldas y pantalones que se mezclan con camisetas y chaquetas blancas a las que les llega el hombre precolombino estampado. Accesorios y zapatería son contratados con otros creadores de acuerdo a la línea de cada colección, como las gafas de montura de madera elaboradas por la marca Sierra. Una manera de extender esta empresa que aunque vive centrada en Renata Lozano no gira en torno a ella.