Polite, siempre diferente
Rocío Arias Hofman
“El viaje que propongo es íntimo, no un safari tradicional. Razón por la cual no escogí los animal prints y elegí solamente a la familia de los elefantes africanos para presentar esta nueva historia de Polite. Me gusta cómo se agrupan y protegen estos animales”. Carlos Polite, especialista en Restauración de Arte y dedicado a la moda –por vocación y obsesión creativa–, habla mientras aterriza sus delgadas manos sobre un fragmento de spacer (el textil con estructura propia que desarrolla con una compañía nacional y que ya caracteriza su marca). Es de un color blanco níveo y con sus dedos de pianista comienza a componer la imagen sobre la tela: el elefante macho de intenso color azul en satín de seda. Las orejas, la trompa, el cuerpo. Van apareciendo las nubes amarillas y las montañas fluorescentes. Estas últimas forman parte del rosario de fascinaciones que demarcan la carrera del diseñador. En medio del ejercicio lúdico, inevitablemente infantil, prevalece la barba negra que le da a este hombre de estructura liviana un carácter hidalgo, de antaño.
La plancha para sellar el rompecabezas que acaba de armar Carlos Polite marca el calor adecuado. Al retirar la pieza se entiende cómo va a integrarse en la falda-pantalón que forma parte de la propuesta del diseñador para primavera-verano 2014. Colección sin nombre todavía, pero dotada de todo lo que necesita para contar la historia que ha perseguido al cerebro de Polite en los últimos nueve meses. “Más que siluetas, esta colección es un gran estudio sobre el color”, declara el diseñador, para quien el estudio sobre esta materia cromática debería formar parte de la educación desde la infancia.
Es cierto, sobre el rack instalado a la entrada del taller de la marca en Ibagué, se bambolean veintisiete looks que muestran la sorprendente paleta elegida sobre algodones mates en colores cámel y blanco. Ahí afloran los motivos africanos concebidos, no como diseño del textil, sino como figuras sobrepuestas al modo de un collage que hace referencia a la técnica de un traje de baño desarrollado por Cecilia Ramírez, madre de Carlos, en 1985. Un guiño romántico y reverencial en esta empresa familiar a la mujer, modista y experta patronista de toda la vida, que tiene a tres de sus cuatro hijos consagrados a la tarea de hacer de Polite una verdadera firma de lujo nacida en Colombia. Un proyecto insólito, dotado de tanta personalidad estética como un sólido esquema de producción empresarial.
Sobre la mesa del área creativa que ocupan Carlos Polite y su hermana Natalia, diseñadora industrial y mano derecha del diseñador, aparece en riguroso orden también “la mujer viajera” que completa su nueva propuesta. Se trata de cuellos, cinturones, bolsos, botas y sandalias de cuero color avellana y chocolate. Forman parte del mundo de los accesorios de la mujer Polite: peinetas que son viseras, cuellos duros sobre la piel, cierres de bolsos a modo de pulseras y gargantillas. “Esta es una mujer aventurera, quizá en busca de su propio lenguaje”, argumenta el hombre que acumula reflexiones en su cabeza y múltiples bocetos y anotaciones en la moleskine que saca tímidamente de “Carl”, el bolso-sobre de gran tamaño que ha creado para su propia marca y que él utiliza a diario.
Aunque está clara su condición de madrileño por adopción, Carlos Polite prefiere viajar varios meses al año hasta Ibagué para supervisar el detalle de la producción de las colecciones de Polite, al ritmo del calendario europeo y americano, por temporada. Luego viaja y viaja, mira y mira. “Necesito vaciar la memoria antes de llenarla. En Londres voy en septiembre a ver otros escenarios, sentirme parte de algo diferente, confrontarme con otras cosas. Nunca voy buscando nada y acabo encontrando todo”, dice y se esconde en un par de inmensos ojos negros.
En su ciudad natal se sumerge en el trabajo y atisba apenas la inmediata realidad mirando sus montañas desde la casa de su madre. El polen que desprenden los ocobos desde la avenida Ambalema, donde están ubicados el taller y el show room de la marca, se encarga de recordarle que afuera transcurre, de vez en cuando, una primavera caprichosa, muy distinta de la europea a la que está acostumbrado desde que emigró, para estudiar, a Madrid hace más de veinte años.
Esta vez, Polite no contará su historia a través de un desfile. Ha preferido el área especial que Colombiamoda entrega a Vogue Latinoamérica para mostrar las creaciones de diseñadores y marcas. Diana Cortés, hermana mayor de Carlos y encargada tanto de la gerencia como de las relaciones públicas de la firma, está lista para presentar, desde el 21 hasta el 25 de julio en Medellín, las prendas que relatan cómo pasaron por la cabeza de su hermano desde “Mogambo” hasta “La reina de África” y la interpretación del color a través de su simbología de la comunidad emberá (norte de Colombia).
Piezas plenas de teatralidad como una magnífica falda acampanada que llega hasta los tobillos y un maxivestido se mezclan con chaquetas de corte torero, vestidos en delicado plisado vertical, bermudas masculinas con solapas delanteras, pantalones estructurados. Es una secuencia mixta de verdaderos manifiestos artísticos y de prendas fácilmente comerciales. Esta colección contiene, además, una sentencia clara enviada por parte del diseñador: “Creo que no me podría relacionar de otra forma con mi profesión si no fuera con el arte. Soy un creador y así me relaciono con la realidad diariamente”. El público y la prensa tendrán la palabra en Medellín.