Uruguay: 64 años no son nada

Hoy, cuando Uruguay acaba de confirmar su paso a los octavos de final con otro de esos gestos épicos que forjan su carácter, un detalle desapercibido en ese momento hoy cobra sentido.
 
POR: 
Andrés F. Rodríguez

En 1950, Uruguay jugó y ganó un Mundial que nadie esperaba que no fuera para otro país que el anfitrión, Brasil. Además, venciendo justo a los anfitriones. Al hecho, conocido y narrado desde todos los ángulos, se le llamó el Maracanazo, por el tremendo golpe anímico a la selección y sobre todo a los 200.000 hinchas brasileños apostados en todos los rincones del estadio y al resto de millones en todo el país. La desolación producida por el gol de Alcides Ghiggia, las reacciones del partido, esa derrota imposible han sido contadas mil veces.

Hoy, cuando Uruguay acaba de confirmar su paso a los octavos de final con otro de esos gestos épicos que forjan su carácter, un detalle desapercibido en ese momento hoy cobra sentido. El uniforme con el que los charrúas pasaron por segunda vez a la historia como campeones del mundo quiso ser reeditado este año, mitad homenaje mitad superstición, con ese diseño sobrio y clásico de las camisetas de antaño.

Por supuesto, el elemento supersticioso es el más interesante aquí. Como una especie de cábala, los diseñadores de la camiseta decidieron emular el diseño, conscientes y esperanzados de que cualquier ayuda extra no debe pasarse por alto. Seguramente los jugadores, el cuerpo técnico y todos los uruguayos que a lo largo y ancho del pequeño país tienen la camiseta sueñan con otra proeza del tamaño del estadio mítico y ven en esos once de ahora los claros herederos de esas gestas imposibles, que definen lo que es ser uruguayo en los mundiales. Como suele suceder, Uruguay consiguió su agónica clasificación al Mundial en el último partido posible, en el repechaje contra Jordania. Y sigue hasta ahora, venciendo a Italia a ocho minutos del final y asegurándose el lugar en segunda ronda.

Por primera vez durante el mundial 2014, Uruguay se dejará caer en Río de Janeiro, con su camiseta traída en el tiempo como si 64 años no fueran nada, buscando la hazaña monumental, tal vez contra –nada menos– Colombia. Sólo el fútbol sabe cómo se resolverá todo.

         

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junio
24 / 2014