Los reyes son los padres

Uno de los acontecimientos políticos más importantes de España de los últimos años no levantó el interés que se esperaba. Así era el ambiente en Madrid durante la proclamación de Felipe VI.
 
POR: 
Marc Caellas

Se dice que el fútbol es el deporte rey. Así, la temprana eliminación de España en el Mundial la noche antes a la coronación puede leerse en clave monárquica. El fin de ciclo de la roja coincide con el fin de ciclo de la monarquía. ¿Cuántos años tardará España en volver a ganar un mundial? ¿Cuántos años durará este nuevo rey, al que una prensa llama “el preparado”, aludiendo a su formación y supuestas cualidades, mientas otra, más crítica, le apoda “el breve”, por lo poco que auguran se prolongará su reinado?

A las diez de la mañana de este jueves festivo en Madrid, el ambiente monárquico en las calles céntricas de la capital del Reino es casi inexistente. No hay suficientes madrileños para recibir todas las banderitas españolas que unos voluntarios regalan en cada esquina. No hay suficientes madrileños que justifiquen este desmedido despliegue de fuerzas de seguridad. Se habla de siete mil agentes de policía, entre ellos dos mil antidisturbios y ciento veinte francotiradores, además de los incansables helicópteros que sobrevuelan la ciudad.

A la altura de Cibeles, un grupo de japoneses se toma fotos sonrientes. Sorprende la tranquilidad en los alrededores de la fuente, atiborrados de gente para celebrar los éxitos del Real Madrid, vacíos para celebrar la tan cacareada renovación de la monarquía. Quizás es que no hay nada que celebrar. Quizás el ciudadano entiende que todo forma parte de una obra de teatro demasiado previsible. Quizás aún no esté prendida la mecha de la revuelta social, pero lo que es seguro es que la nueva monarquía no genera entusiasmo entre una población con preocupaciones más terrenales.

Bajo el cada vez más inclemente sol, aguardamos a que Felipe VI termine su discurso en las cortes. Algunos lo ven en su tablet o dispositivo móvil. Una alocución sosa, sin aportes novedosos, muy del estilo Rajoy. A la altura de Sol un pequeño incidente que involucra a una madre y su hija, que son invitadas a retirar sus símbolos republicanos por la policía. Se resisten, discuten, hasta que deciden enfilar hacia Tirso de Molina donde, dicen, se han reunido los republicanos más convencidos.

La rapidez e improvisación con la que se organizó todo el sarao ha impedido que se desarrollara con eficacia la industria del souvenir. Ni siquiera los chinos, tan rápidos normalmente, han hecho el trabajo. No hay prácticamente memorabilia en las tiendas de souvenirs. Apenas un local concentra casi toda la producción. Camisetas, medallas, abanicos, etc. Los nuevos reyes no tienen quien les pinte.

“Hay que verlo, es un día histórico”, dice José María, empleado de banca. Le comento que hay poca gente y se encoge de hombros. “Al ser hoy festivo, la gente salió de fiesta, cuando se levanten vendrán”, aclara. La señora María José, monárquica, ella sí, critica lo “pobre” que se ve todo. En tiempos de crisis, es de mal gusto la ostentación. En un bar por Callao los parroquianos leen el periódico. No importa cuál: El País, ABC, El Mundo, La Razón. Respecto a la monarquía, todos nos cuentan lo mismo. Que es necesaria, que se renueva con Felipe VI, que nos proporciona estabilidad. En las redes sociales, en los periódicos digitales, en las conversaciones de calle, sin embargo, se ve que esta unanimidad es cuanto menos discutible. Las prisas para coronar al nuevo Rey, sin ni siquiera tiempo para invitar a mandatarios extranjeros, son sospechosas. Las encuestas del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), oficialistas, daban a Juan Carlos un 3,7 sobre 10 de popularidad, cuando hace diez años esa misma encuesta le daba un 7,5. El descalabro de los dos grandes partidos políticos, PP y PSOE, en las elecciones europeas aceleró todo el proceso de abdicación.

En esas disquisiciones andamos cuando alguien avisa que pasa la comitiva. Aunque la ceremonia es austera, el nuevo rey se exhibe en un Rolls Royce Phantom, comprado por Franco en 1948. El automóvil, descapotable, es casi la única nota excéntrica en toda la jornada. En ese momento sí se despierta el fervor popular entre los sufridos monárquicos. Algunos llevan dos horas esperando bajo lo que se conoce como un sol de justicia y aprovechas para gritar vivas y comentar lo guapos que se ven los jóvenes monarcas.

El final del recorrido es en la plaza de Oriente. Primero Felipe VI, luego Leticia (Leti, Leti, gritan los fans), luego las hijas y finalmente los padres, los hasta ayer reyes, ahora jubilados de lujo en un reino que no sale de una crisis que ya dura seis años, y de la que nadie puede asegurar que saldremos en un futuro inmediato.

         

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junio
20 / 2014