14 autorretratos para romper estereotipos
Enrique Patiño
La mayoría comenzó a hacer fotos de otros y terminó decidiendo que las mejores modelos eran ellas mismas. A veces gritan y se retuercen, gimen y se enloquecen frente a la cámara para saber de sus límites.
En ocasiones ocultan su rostro pero dejan ver su cuerpo porque quieren provocar con su sensualidad y darla a ver al mundo. Muchas usan seudónimos, pero hay algunas célebres cuyo trabajo buscan las grandes agencias de moda y unas cuantas más que se arriesgan con propuestas insólitas o a mostrar solo partes de sí mismas.
La gran mayoría juega en la edición y crea mundos de belleza inusual. Con un disparador oculto en sus manos o con los diez segundos que les permite el obturador automático de la cámara, han hecho del autorretrato un arte. Su museo es la red. Todas ellas contaron lo que son y piensan, y eligieron su propia y más representativa imagen.
El cuerpo abandonado (Silke Seybold/ @silke_seybold)
Su trabajo comenzó con la idea de recuperar y retener parte de las glorias perdidas de la ciudad estadounidense de Detroit. Era sencillo al inicio. Pero luego Silke Seybold quiso volver su proyecto algo más complejo y decidió ubicarse ella misma en las ruinas de lo que antes fueron insignes construcciones.
Los edificios abandonados le generaron una atmósfera especial a esta alemana que se mudó a vivir a Detroit en 2001 y ahora estudia fotografía en OCC en Royal Oak, Michigan, porque “el olor, las texturas, el peligro y el sentimiento de la pérdida” la invadían al sentir el paso del tiempo.
Simultáneamente, la presencia de los ocupantes idos era visible aún en los muebles, la ropa y los enseres que habían dejado atrás. Ella eligió desnudarse en la mayoría de las imágenes “para despojarse de la ropa, una capa de protección”. Y porque no quería protegerse de los elementos crudos de estos lugares ni de las imperfecciones del cuerpo. Sin esa protección, el ser humano pasaba a ser “lo más vulnerable de la imagen”. Pocas veces planea sus fotos.
Pasa largo tiempo en estos lugares antes de sentirse conectada y decidirse a fotografiar. Ella misma revela en cuartos oscuros. El resultado es asombroso y bello. Para ella, los autorretratos son un autodescubrimiento y una terapia.
Probando los límites (Iris Syzlack/ @iris_syzlack)
Usa el seudónimo de Fifi Patchouli, un apodo francés para una oriunda de Francia que posee un nombre eslavo. Apenas tres años atrás ingresó en el mundo de la fotografía.
Antes de eso había sido bailarina y se había graduado en psicología luego de cinco años de estudio. Pero así como en su oficio busca entender a los demás, a través de los autorretratos trata de expresarse y de probarse a sí misma, casi siempre en el borde de lo racional.
Con sus fotos puede descubrir quién es cuando se enfrenta “a situaciones que nunca había experimentado. Represento distintos papeles, exploro mi propia tristeza, mi alegría, tomo el riesgo del ridículo o de verme poco interesante. Pruebo mis propios límites, lo que no sería posible como fotógrafa si no hiciera autorretratos”.
Muchos la siguen desde sus inicios y entienden su universo y aunque no conoce a sus admiradores, siente que la conocen como si fueran amigos. Son sus simpatizantes los que incitan a seguir a esta joven de 26 años que busca que la fotografía pase de ser un pasatiempo a un oficio de tiempo completo. Y que se enfrenta a la cámara como a un rival y logra vencerlo.
Adorada por ojos anónimos (Alejandra Guerrero/ @corporatevampire)
Nació en Bogotá, pero viajó a Chicago desde que tenía un año hasta que en 1999 se radicó en Estados Unidos. Desde hace cinco años esta mujer también alterna su vida en Los Ángeles y viaja por el mundo.
Donde esté, en París o Londres, Miami o Madrid, pone en práctica una de las lecciones vitales cuando aprendió fotografía: que ella sería la mejor modelo ya que siempre estaría disponible para cualquier inspiración que le sobreviniera. Eso le permitió ver cómo se transformaba y seguir sus cambios emocionales, probar sus ideas y experimentar consigo misma.
Autorretratarse, para ella, es “hacer algo más personal y tener control. Cuando me fotografío controlo exactamente cómo me quiero ver y la forma en que quiero armar una imagen. No es la misma presión que cuando tomo fotos de modelos porque yo soy tanto el objeto como el sujeto y no necesito producción. Sólo disparar y sentir. Es terapéutico”, afirma esta mujer que se comunica en inglés, y para quien sus fotos de desnudos le permiten sentirse adorada por ojos anónimos. Ella disfruta, además, ser considerada una fantasía por otros.
El mes pasado fue jurado del Festival de Cine Fetichista de Los Ángeles y en su agenda se relaciona con modelos alternativas, estrellas porno y modelos del glamour. Fue parte del documental The New Erotic, ha sido publicada internacionalmente, incluso por la editorial Taschen, y fue invitada al programa radial de la sexóloga Susan Block.
Una biografía existencial (Carmen González/ @nycstreetcolor)
Esta fotógrafa holandesa con raíces españolas comenzó a trabajar la fotografía como todo el mundo, antes de darse cuenta de que era en realidad un punto de partida, “un mero ingrediente en el proceso de crear la imagen que antes vivía apenas en mi mente”.
Su trabajo ha sido exhibido nacional e internacionalmente y ha sido publicado en decenas de revistas y diarios del mundo. Pero lo que la mueve, además de su trabajo independiente, es colaborar con otros artistas, en especial con aquellos de otras disciplinas del arte.
Hasta ahora lo ha hecho con músicos, poetas y pintores, y considera que es un privilegio inspirar y ser inspirada a crear “arte memorable capaz de tocar el corazón”. En sus autorretratos se siente vulnerable porque es ella la que está en exposición.
“Yo soy el sujeto principal porque esta es, para mí, la máxima forma de autoexpresión. El trabajo es totalmente mío desde el inicio hasta el final y eso me llena de satisfacción. Cuando termino, siento la necesidad de exponerlo al mundo. Quiero dejar una pequeña parte de mí, una huella de que estoy viva y he vivido”.
Mariposas en el estómago (Paula Gómez Furió/ @paulagfurio)
Con 24 años, esta joven valenciana ha creado un universo de autorretratos salidos de lo común en el que se divierte tanto como experimenta.
Ella misma eligió el tarro de mariposas, porque “es el que más habla de mí, de cómo soy: en mi estómago vuelan mariposas y mi cabeza siempre es un hervidero de ideas a punto de escapar. Para mí, un autorretrato no es necesariamente una foto en la que yo aparezca, sino una en la que se plasmen mis sentimientos, miedos, anhelos y mi forma de ser.
Esta es la manera que más me gusta de autorretratarme”. Actualmente trabaja en un gabinete de comunicación mientras se abre paso en el mundo de la fotografía. Pasión y oficio a la vez, busca que la red sirva para que en los demás se despierten emociones cuando encuentren su trabajo.
El diario de las imágenes (Alisa Andrei/ @alisa_andrei)
No se considera una profesional de la fotografía porque no vende ni publica sus obras. Y sin embargo no hay cosa que no haga que no impacte en esta rumana, cuya foto es portada de Diners, vive en España y estudia en el Magisterio para ser profesora.
“Soy una aficionada, aunque sería un error por mi parte decir que es mi pasión. La fotografía es muchísimo más que eso: es una necesidad constante de expresar y hacer resaltar mis sentimientos más profundos, y hacerlo de una manera especial”, señala.
Su estilo actual está basado en el retrato y el arte conceptual, e incluso la ha llevado a ambientar definiciones del diccionario consigo misma. “Me gusta representar ideas de una forma distinta y darles siempre un toque personal a mis obras.
Doy importancia a los detalles. Por el momento trato mi arte como algo personal, en el que mis fotos son como un diario: cada una de ellas representa una parte de mí y cada una lleva un mensaje oculto que expresa algún deseo, miedo, ilusión o mi alegría”, agrega esta joven talentosa que firma como Doisireau y que es tanto bella como creativa en cada imagen.
Secretos que generan preguntas (Amanda Valena/ @amandavalena)
Es una madre estadounidense “de tres hijos amorosos”, casada hace dieciséis años con “un hombre maravilloso”, que se limita a decir que vive en un pueblito californiano cerca del mar. Su amor por la fotografía nació cuando era una niña, gracias a su padre que no dejaba de retratar a su hija única.
Amanda continuó la tradición con sus hijos, pero luego la expandió a amigos y a su familia hasta que se dedicó de lleno a hacer fotos de bodas. En su interior residía desde siempre su talento natural para crear belleza. Y un día se dijo que ella también podía ser parte de ese universo.
“La razón simple es que cuando me siento creativa no siempre tengo algo interesante para disparar, así que comencé conmigo misma. Además, sentí que podía llevarme todos los créditos de la imagen porque cada aspecto creado sería mío. Algo narcisista, supongo”, dice.
También se sintió impulsada a congelar el tiempo porque la belleza es elusiva y quería retratarse a sí misma en su mejor momento para poder contar una historia: “Mi vida en este momento, los secretos que se mantienen, pero con la intención de que las preguntas sean formuladas por el espectador”.
La condición humana (Marley Grenafege/ flickr.com/photos/marley_jade)
Esta estudiante de tiempo completo de la Universidad Estatal de Humboldt, en California, es la más joven de todas las seleccionadas. Se autodenomina Marley Jade. Aunque apenas tiene 19 años, lleva ya cinco de ellos dedicada a la fotografía como pasatiempo.
Sin embargo, tomó la decisión reciente de consagrarse a estudiarla como carrera y a usar rollos tradicionales y cámaras de formato básico para retar a lo digital. “Hago los autorretratos porque sé lo que quiero retratar con más certeza que si dirigiera a una modelo.
Más allá del hecho de que esté yo en la foto, veo mis retratos como algo anónimo o como si me refiriera a la condición humana antes que a mí misma.
Me gusta generar sentimientos como soledad, atrapamiento, conflicto interno, memoria, silencio y sueños”. Con sus fotos busca que el espectador participe con sus puntos de vista a través de los subtítulos que añade. O generar silencios, preguntas e incógnitas. Lo consigue.
Vencer el pudor (Franca Alejandra Franchi/ @iamfrancafranchi)
Es venezolana, tiene 36 años y está dedicada a las artes visuales desde 1994. Esos son los datos básicos. Esos, junto con el hecho de que su vida agitada la llevó a estudiar diseño gráfico para especializarse luego en postproducción audiovisual y motion graphics, una actividad que la preparó para la fotografía, el sueño que tenía desde niña y que apenas a mediados de 2006 emprendió profesionalmente.
Porque a partir de ese momento se especializó en el arte del retrato. Ahora es retratista a nivel comercial y su trabajo ha sido publicado en medios impresos de su país y del exterior. Ha realizado exposiciones y ha vendido sus imágenes para coleccionistas privados.
Pero el autorretrato subsiste en ella porque desde su experiencia íntima y personal cree que “es la mejor forma de sublimar y dejar plasmadas emociones o situaciones trascendentes. Autorretratarse es reafirmarse como individuo, es poder verse a uno mismo desde otro punto de vista, a veces metafórico y otras muchas frontales”, explica. Sin embargo, no deja de ser intimidante para ella el exponerse públicamente.
“Vencer ese pudor esencial crea un espacio para drenar y expresar más allá de las palabras”. Ella sigue buscando lo más profundo de sí. Y eso le genera placer. Al igual que a sus espectadores.
En su propio cuerpo (Julija Felajn/ @kacagaj)
A esta talentosa joven serbia nacida en Belgrado siempre le ha interesado la fotografía y ha estado activamente involucrada en ella en los últimos dos años. Para Julija el autorretrato se ha convertido en la mejor manera de expresarse, tanto sicológica como físicamente, porque le ha permitido ir más allá del acontecer diario y experimentar lo que le parece digno de narrar y lo que quisiera ver en otros.
“Siempre es más fácil con uno mismo. Pero retratarme también me permite dirigir con más éxito a otras modelos cuando las fotografío”, asegura. Además, hace que la modelo se sienta más cómoda con una pose o con un encuadre porque ella experimenta todo previamente en su propio cuerpo. Sin embargo, la fotografía es apenas su pasatiempo. Ella va a la universidad porque quiere ser profesora de inglés y dedica su tiempo a un trabajo normal. Aun así, en el rato libre toma y edita fotos. Talentos lo que le sobra.
El objeto del deseo (Sabrina Dacos/ dejó las redes sociales)
Quizás sea la mujer más incógnita y deseada de la red. Nadie sabe mucho de esta estadounidense que ronda los 25 años y que comenzó a mostrarse en la red hace cuatro años, salvo que se llama Sabrina Dacos y ha mostrado todo de sí, en poses eróticas en las que pareciera no dejar mucho a la imaginación, pero en las que la calidad gráfica, el manejo de la luz, el arte con el que retrata su cuerpo, sus ojos azules –nunca su rostro completo– y sus poses lejos del puritanismo han ganado millones de adeptos.
Apoyada únicamente con un trípode o junto con Seth, su novio y colega de imágenes, ha creado un complejo mundo del erotismo explícito en el que cada foto tiene el título de una canción. En este caso, una de David Bowie. Su libro Keep it Like a Secret se vende en red y su página se desborda. Y ella desborda los deseos ajenos.
Ser libre (Reka Nyari/ @rekanyariphotography)
“Una persona puede ser completa-mente libre cuando se autorretrata. Jugar a ser cualquier personaje, sexy o fea, atemorizada o vulgar. Hacer cosas de las que se sentiría avergonzada de hacer en público. Y puede tanto borrar los resultados como compartirlos con el mundo”, dice Reka Nyari, una fotógrafa profesional nacida en 1979 en Helsinki, de madre finlandesa y padre húngaro, que comenzó a pintar antes de poder incluso caminar o hablar.
Su pasión la llevó a estudiar pintura a los 17 años en Nueva York. Pero cuando empezó a modelar y a viajar por Asia y Europa nació su amor por la fotografía. Radicada hoy en día en Nueva York, se dedicó a tomar imágenes para revistas de modas, campañas, discos, retratos artísticos y fotografía erótica, y ahora es una de las fotógrafas más renombradas de la Gran Manzana. Su trabajo es reconocido en el mundo y exhibido en galerías de Estados Unidos y Europa.
Ha hecho campañas para marcas como Rado, DC Comics, Liz Clairbone, así como para revistas, entre ellas Cosmopolitan, Esquire y Vanity Fair.
Ahora, además, acaba de sacar un libro de arte propio, Female Erotic Photography, que se venderá también en Suramérica. Con 220 páginas y una cubierta dura, contiene su fotografía más sexy de los últimos siete años. Y por supuesto, algunos autorretratos de esta fotógrafa de quilates y sencillez extrema que disfruta tanto retratando a los demás como sacando a relucir lo más auténtico de sí misma.
Desahogar y recordar (Kika Brain/ @kikabrain)
El arte ha sido el incentivo de su vida y de sus deseos. Para esta bogotana la fotografía se ha convertido en la verdadera exploración que puede hacer de sí misma y en la visión individual que cada persona tiene de sus momentos y recuerdos.
“Es una manera de desahogar, equilibrar y recordar”, explica. En sus gustos se entrecruzan su gusto por la moda con el poder de la imagen, la carrera que forjó como cantante y su trabajo actual a cargo de la producción de imágenes y videos, e incluso la carrera de finanzas y relaciones internacionales que estudió.
“Todo me impulsa a buscar de una manera honesta una imagen propia y consecuente con lo que soy y con la sensibilidad que llevo dentro”.
El secreto de sus ojos (Sisca/ @siscafoto)
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Vive en Roma, estudió en un liceo artístico y se denomina apenas Sisca, sin más preámbulos ni complementos. Tan solo en junio de 2007 se compró su primera cámara réflex digital y decidió que la fotografía sería en su vida como el arte narrado sobre una tela al óleo.
Sin embargo, dice, “yo me narro a mí misma con una foto, un detalle, aquello que dicen mis ojos, lo que libera mi mente de los pensamientos de este loco marasmo que es la vida”. Se dedica de lleno a la fotografía de retrato, ceremonias y niños. Y a los autorretratos, cuando quiere saber qué esconden sus propios ojos.