Simon Brand y David Oyelowo están en Default
Esteban Duperly
Default ha sido catalogada como “arriesgada y audaz” por las reseñas que ahora comienzan a abundar en prensa. No es raro, en menos de un mes se ha presentado en dos festivales (Miami y Cartagena) y en pocos días abrirá otro, el de Cine Colombiano de Nueva York. No obstante su abultada presencia mediática, la película destaca por sí sola. La historia cuenta el drama de un avión secuestrado por un pirata somalí, quien no desea ningún rescate en dinero, sino obtener una entrevista con un periodista de grueso calibre que viaja entre los pasajeros. Y que esta sea transmitida en televisión
El relato, y en buena parte en esto radica su audacia, se cuenta de una manera poco ortodoxa. “Mi intención era contar una historia haciendo una recopilación de audios, material de noticias, archivo, y el material de las víctimas y los victimarios que se encontró luego”. Pero la película no es un documental, en cambio es una ficción a toda ley y por eso producir todo este material requirió la presencia de nueve cámaras de diferente formatos en el set, para así simular las características visuales de las cámaras de seguridad del avión, los informes de tv lanzados por los reporteros de prensa apostados fuera del avión, y las tomas hechas por los pasajeros con sus teléfonos celulares y videograbadoras de aficionados. El montaje combina todos estos recursos, más imágenes cinematográficas convencionales y cuidadas, y el resultado que arroja es una película que, en términos visuales, está llena de texturas: un riesgo. Riesgo que terminó convirtiéndose en un punto fuerte porque, en definitiva, la historia abunda en riqueza visual y verosimilitud.
Simón Brand, el director, es un tipo que tonificó su músculo del cine en el entrenamiento continuo de los videos de música. Su escuela cinematográfica fue la empírica, y allí ha avanzado en la cadena jerárquica desde las plazas más modestas hasta la figura más alta. “Creo que lo único que no hice fue maquillar”, y con esa frase resume cuánto conoce el tejemaneje de un set de rodaje. A pesar de venir de un ambiente –el video clip– donde por tradición se privilegia la imagen sobre la narrativa, su trabajo allí usualmente ha involucrado actores de verdad y, en cierta medida, le ha servido como entrenamiento a la hora de dirigir productos de mayor calado. No en vano ha desarrollado una obra en donde Default es el tercer largometraje.
La película se ubica en algún lugar incierto en esa dicotomía que establecemos entre el cine independiente y el de entretenimiento. Es un triller de acción, que abre con una secuencia inicial cargada de movimiento, pero trasciende en aspectos de sicología y desarrollo de personajes. Aquí el protagonista desea que entendamos las circunstancias particulares que lo han empujado al secuestro, y eso llena de condición humana los actos de violencia. De algún modo, esta historia es una especie de ‘otra cara de la moneda’ de Capitán Phillips.
David Oleyowo, un actor británico de origen nigeriano en rápido ascenso –interpretará próximamente a Martin Luther King– es Atlas, el pirata Somalí interesado en que el mundo sepa qué sucede en Somalia, y no en dinero. Surgió en el teatro del los circuitos de Londres, pero parece sentirse bastante a gusto en el cine. A pesar de que vivió en Nigeria durante siete años, y ser “tan africano como británico” desconocía mucho de la situación actual en Somalia. Resulta que África no es la sumatoria de territorios saharianos y polvorientos que los occidentales tendemos a estigmatizar, sino un continente tan diverso en culturas como extenso en territorio. Por eso parte de su preparación consistió no sólo en aprender los pormenores del conflicto somalí, sino en una rigurosa preparación vocal en acentos y dialecto para producir en el espectador una sensación natural.
Vista la película, se sabe que Oleyowo y Brand son de esas personas que creen en un acuerdo tácito que se establece entre actor, director y público. Uno de encerrarse durante dos horas en un sala de proyección, y convencerse juntos de una ficción.
Nota al píe: Para esta película era fundamental recrear la sensación de claustrofobia que se experimenta en un avión, pero al mismo tiempo poder filmar con todo el andamiaje que una producción implica –cámara, operador, foquista, micrófono, luces, actores, vestuaristas–. La cabina que sirvió como set fue la misma que se utilizó para la legendaria comedia de 1980 ¿Y dónde está el piloto? –coincidencia que hace reír al mismo Brand– y los exteriores se rodaron en el aeropuerto que sirvió para Argo.