Suena Diners: Elektrónica Popular
Fernando Martelo
Se dice que hoy hay más DJ por cada 1.000 habitantes que médicos. Y se dice también que este año será el año en que la Electronic Dance Music será reconocida, si no como el “nuevo rocanrol”, sí como la nueva reencarnación de la música POP. Y parece que así será porque la EDM ha llegado al territorio mainstream, al centro del escenario principal de la cultura musical después de un excelente año que se coronó en los recientes Premios Grammy, cuando al dúo humano-robot Daft Punk le fueron entregadas cuatro de las estatuillas más importantes.
Recordemos que esta música nació para ser disfrutada en grandes espacios abiertos y cerrados, que abarcan noches de baile y fantasía en las que se convive como en una megatribu. Festivales como el Ultra (Miami) y su acompañante Winter Music Conference, el Tomorrow Land (Bélgica), el Electric Daisy Carnival (Las Vegas) y el BPM (Playa del Carmen, México) son algunos de los más renombrados encuentros con alcance global, mecas ambulantes que abren agujeros en la vida social y cultural de los centros urbanos en donde aterrizan. Por ejemplo, el ADE (Amsterdam Dance Event )reunirá a 300.000 visitantes en 300 eventos, con dos mil DJ en 80 clubs y escenarios, en la que será una gran bacanal llena de arte, moda y experiencias exorbitantes.
En Cartagena, Dimitri Vegas, Armin Van Buuren y Afrojack fueron las estrellas que durante el Summerland de enero pasado encendieron escandalosas pasiones, confirmando que a nuestro país seguirán llegando muchos y de los mejores, porque Colombia les parece a los DJ una de las plazas más atractivas y divertidas del planeta.
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Los cada día más adeptos a la EDM se escabullen en una experiencia en la que se transforma el espacio y el tiempo a partir de un sonido descomunal y el efecto de impresionantes despliegues de pirotecnia luminosa y mágicos hologramas. Los montajes son tan increíbles como el número de personas que congregan, lo que ha creado múltiples fuentes de negocio, en una industria que ya empieza a consolidarse con la llegada de gigantes del entretenimiento como Live Nation y SFX que están comprando empresas promotoras, festivales y canales de distribución de música en línea como Beatport.
Es tal el grado de aceptación y masificación a la que se está llegando que los hoteles de Las Vegas han abierto sus propios megaclubs en los que un afamado DJ puede ganar hasta 300.000 dólares en una noche; y también se habla sobre si la capital del vicio podría hacer más dinero con el baile que con el juego en sus casinos, donde una botella de vodka puede estar en 600 dólares. Esta llegada a Las Vegas, de hecho, podría indicar que la tendencia es más hacia una manera de disfrutar la noche que hacia un particular estilo de música, y por lo tanto podría dar inicio a la decadencia del género como tal.
Por eso no todos están felices. Los verdaderos fanáticos que como siempre son puristas, prefieren el submundo independiente y creativo, y como reacción a la vulgarización de la experiencia están apareciendo variaciones que incluyen influencias del rock y el jazz. Tal es el caso del dúo Darkside (Nicolas Jaar y Dave Harrington) que se aparta de lo que will.i.am llamó “música-para-mirar-al-dj-mientras-te-emborrachas”, haciendo tandas con un fuerte componente experimental y extensas improvisaciones (live production) cada vez que tocan, sonando algo así como una especie de Pink Floyd de la EDM. En el caso colombiano, la cumbia y ahora la champeta se vienen fusionando exitosamente con la electrónica creándose de esta manera otro subgénero que está teniendo éxito en las caderas de muchas partes del mundo.