Elizabeth y otras 29 niñas colombianas cumplieron su sueño de ir a la NASA
Maria Camila Botero y Adrián David Osorio Ramírez
En el corregimiento de Mampuján, en María La Baja (Bolívar), vive Elizabeth Villarreal, una joven de 16 años que el pasado 22 de agosto cumplió su sueño de viajar a Houston, Estados Unidos, para conocer el Space Center de la NASA junto a otras 29 niñas colombianas y una costarricense.
“Creo que todos hemos deseado alguna vez llegar a la luna, pero siempre pensaba que estaba muy lejos y que no sería posible. Después comencé a soñar con ir a la NASA y me decían ‘tú estás loca, eso es para los inteligentes y tú no eres inteligente’”, recuerda.
Hasta que un día su mamá le habló del programa Ella es astronauta creado por la Fundación She Is y el Space Center de la NASA —con el acompañamiento de organizaciones como la Fundación Avon para la Mujer, entre otras—. “El objetivo de esta alianza es llevar oportunidades a jóvenes en situación de vulnerabilidad en todo el país, principalmente en territorios que han sido afectados por el conflicto armado, para empoderarlas, motivarlas e inspirarlas a ser el modelo a seguir de millones de niñas y promover así la equidad de género”, asegura Nadia Sánchez, fundadora y presidenta de She Is.
Una agenda académica muy apretada
Esta misión —la primera de niñas en el Centro Espacial— estaba planeada para el 25 de marzo del 2020, pero a causa de la pandemia tuvieron que posponer la fecha. Sin embargo, Nadia cree que esto les jugó a favor. “Fue una gran oportunidad porque pudimos desarrollar un programa que no estaba planeado donde trabajamos temas de innovación, propósito de vida, prevención de violencias y emprendimiento. Además, durante un año y medio tuvieron clases directas con profesores de habla hispana del Space Center, que las preparaban sobre las actividades que realizarían cuando estuvieran allá”.
Fue así como desde el 22 hasta el 27 de agosto, las niñas interactuaron con astronautas que han ejecutado importantes misiones, conocieron algunos de los últimos avances tecnológicos de la NASA como Valkyrie —una robot mujer—, vieron cápsulas espaciales, compartieron con niñas de otros territorios del país y entendieron cómo funcionan algunos de los mandos de control.
Pero entre todo esto, lo más impresionante para Elizabeth fueron los cohetes. “¡Son gigantes! Casi como un edificio en Bogotá. Solo los había visto por televisión, pero cuando te paras al lado de uno es increíble”, recuerda.
Estando allá descubrió que no solo ama la luna, sino todo el espacio. “No somos nada en comparación con lo grande que es el universo y eso me hace estar aún más agradecida con Dios porque siendo tan chiquitos nos permite hacer cosas inmensas”. Y tal como lo quería Nadia y todo el equipo que hizo posible esta misión, me dice emocionada: “¿Te imaginas que una de nosotras descubra algo en la luna? Esta experiencia nos invita a soñar y aprovechar nuestra vida porque allá afuera hay muchas cosas y nosotras podemos lograr lo que queramos”.
Así escogieron a las 31 niñas
Aunque Elizabeth era una de las niñas más grandes que hizo parte de esta misión —pues la convocatoria aplicaba desde los 10 hasta los 16 años—, se sentía de las más pequeñas. “Tan solo mido 1,55 metros”, dice riendo. Sin embargo, su voz y la forma en la que expresa sus ideas la hacen ver como una gigante.
Su mamá es Alicia Ruíz, lideresa social y fundadora de las Tejedoras de Mampuján; mujeres que representan sus vivencias sobre telares y tapabocas hechos con retazos para sanar los traumas que dejó la guerra en su territorio y que por su labor fueron condecoradas con el Premio Nacional de Paz en el 2015. Su padre es Alexander Villarreal, un campesino líder de víctimas del conflicto armado.
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“Ver su lucha incansable a pesar de que no tenían conocimientos sobre derechos humanos es inspirador, pues mi mamá es maestra en procesamiento de alimentos y mi papá solo estudió hasta quinto de primaria. Así que desde que tengo memoria trabajo con la comunidad y me considero también una lideresa”, enfatiza con orgullo.
Justamente esta característica fue una de las primordiales en la convocatoria para Ella es astronauta: el liderazgo comunitario. Otros de los criterios fueron beneficiar a las hijas de las mujeres que acceden a la fundación She Is y el buen desempeño académico.
“Salieron muchas solicitudes, escogimos ocho regiones del país y luego hicimos alianzas con instituciones educativas. La selección final estuvo a cargo de un comité y de la fundación”, explica Nadia.
Los sueños no paran
Con el fin de seguir los pasos de sus padres y de aportar a la construcción de sociedad, Elizabeth sueña desde niña con ser abogada especializada en derechos humanos, pero ahora que pudo ir a la NASA se enamoró también de la robótica. “Me encantaría algún día programar robots, ya me veo estudiando por allá, aunque me gustaría quedarme en mi tierrita para ayudar en lo que más pueda a sacar adelante una generación”.
Tiene claro que no debe limitarse a un solo sueño, pues las oportunidades son infinitas. “Quiero ser un ejemplo de que se puede mirar más allá de lo que tenemos en frente. Si cumplo mis dos sueños puedo demostrar que no hay límites. Creo que mi aporte sería enseñarle a las niñas a defender sus derechos, pero también llevarles ciencia y otras opciones, para que no se limiten a hacer una sola cosa en la vida”.
De por sí ella es un ejemplo de perseverancia y disciplina, pues a pesar de tener dislexia, es una de las mejores en su clase y ama las matemáticas y la física. “Me encantan, aunque mi problema a veces dificulta mi estudio y tengo que poner más de mi parte que otras personas”.
Muchas más misiones para niñas del mundo
El éxito de este programa y todo lo que han logrado motiva a Nadia y a todo su equipo a llegar a más y más niñas. Por tal motivo, tienen proyectado hacer el resto de misiones dentro de tres o cuatro años. “En noviembre iniciamos convocatorias para la segunda misión que iniciará en enero del otro año y se llevará a cabo en agosto”, comenta. Siguen trabajando para que más personas de todo el mundo puedan hacer parte de estas y que el mensaje de empoderamiento femenino llegue a todos los rincones.
Parte del pago por todo su esfuerzo lo recibieron el 27 de agosto, cuando Elizabeth y otras 30 niñas de Chocó, Putumayo, Bolívar, Meta, Santander, Magdalena, Cauca y Cundinamarca se graduaron en el mismo auditorio por el que han pasado cientos de astronautas en Houston. “El sueño de esas niñas de conocer las instalaciones donde se han ejecutado tan importantes misiones se hizo realidad y es algo histórico para el país y no solo una oportunidad para ellas sino para sus familias”, dice.
Por su parte, Elizabeth se siente muy bendecida por la oportunidad que recibió, pero no solo por la experiencia que adquirió y que le permitió ver el mundo de una manera diferente sino porque todo lo aprendido lo podrá replicar en Colombia. “Espero que las niñas a las que les cuente mi experiencia se sientan identificadas y algún día también puedan cumplir sus sueños porque hay vida más allá de lo que conocemos”, concluye.
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