La ceremonia del té: enseñanzas de Japón en una taza

La ceremonia del té, que requiere décadas de entrenamiento, valora lo particular de un momento Un legado de Japón que tiene eco en Colombia.
 
La ceremonia del té: enseñanzas de Japón en una taza
Foto: Unplash/ C.C 0.0
POR: 
Rosa Cárdenas

Hace un par de años visité por primera vez al maestro Maruoka en Ciudad de México. De tez blanca, silencios profundos y sutiles maneras, me acogió para enseñarme las maravillas de la ceremonia de té. A pesar de haber vivido muchos años en Tokio, mi encuentro con esta bebida se dio esa tarde cálida en la que aprendí que, efectivamente, esas horas no serían suficientes para comprender todo lo que representa esta práctica.

La sede de la escuela Urasenke en Ciudad de México, donde visité al maestro, es una digna réplica de un rincón tradicional de Japón. Los caminos que anteceden la entrada del salón de té (chajitsu) están repletos de flores y plantas, pues la presencia y contemplación de la naturaleza es uno de los pasos fundamentales en este ritual.

Después nos sentamos sobre los talones, en silencio y de manera serena sobre un tatami, la tradicional estera de paja japonesa. Luego, el maestro Maruoka, con un atuendo sobrio y notablemente pesado, entró para dar inicio a la ceremonia.

ceremonia del té

La armonía, el respeto, la pureza y la tranquilidad son los cuatro principios que promueve esta práctica.


Degustación de la historia y el ritual

Todo empezó con la preparación del paladar mediante la degustación de sutiles dulces tradicionales, omogashi, blandos, o higashi, de textura más dura. Mientras comíamos, él limpiaba con delicados movimientos el chawan, un tazón de gran tamaño que minutos después se llenaría de agua hirviendo y matcha.

El matcha es el té verde en polvo, y a diferencia de las hojas que se consumen como infusión, prepararlo implica consumir la hoja misma después de un proceso de cocción, secado y triturado. El matcha es el insumo que siempre está presente en las ceremonias.

Con movimientos estudiados, pero a la vez simples y delicados, tomó el chasen, el batidor de bambú que se utiliza para mezclar el matcha con el agua, para luego ofrecernos esa bebida. El resultado es el koicha, un té espeso y espumoso con el que se da inicio al ritual.

Las expresiones y movimientos para la ceremonia del té

A continuación recibimos las instrucciones para ser buenos invitados. Además de la manera de sentarse, se deben aprender algunas expresiones y tomar nota de los movimientos para recibir y beber del chawan. Como este recipiente se comparte entre los invitados, quien bebe primero demuestra humildad y presenta disculpas. Luego, el protocolo indica que se debe hacer una reverencia al anfitrión y agradecerle por la bebida.

té

El koicha es el té espumoso con el cual se inicia el ritual.


El tazón se pone entonces sobre la palma izquierda, se sostiene y gira dos veces con la derecha para hacer visible a los demás comensales su mejor lado. Tras beber hasta el último sorbo, se limpia el borde que tocaron los labios con los dedos pulgar e índice. Después se coloca el chawan al frente para admirarlo, apreciar su función y belleza, a pesar de su sencillez.

El maestro Maruoka limpió con la misma delicadeza inicial los utensilios, los recogió y con una venia señaló el final del encuentro.

Esta es una muestra condensada de la ceremonia que nos ofreció el maestro a un par de amigos y a mí. Las ceremonias completas pueden durar varias horas y están acompañadas de un espacio adicional para deleitarse de nuevo con dulces tradicionales y para beber el usucha, un matcha de textura mucho más ligera que el inicial.

Una colombiana amante del té

Mi encuentro fue solo por unas horas, pero hay quienes se han comprometido como anfitriones en esa práctica, que termina siendo un modo de ver la vida. Es el caso de Betsy Forero, académica colombiana, doctora en Estudios de Japón de la Universidad de Tsukuba, y actual profesora de la Universidad de los Andes. Betsy es una de las pocas personas en Colombia que se ha entregado a esta ceremonia, que la cautivó hace ya dos décadas y que consolidó durante sus años de estudio en Japón.

Allí conoció a su maestra, Tokuko Kusauka, quien empezó 
a los 7 años y a sus 80 sigue enseñando y practicando. Kusauka, como indica la tradición, será su maestra de por vida, y la visita en Tokio para continuar 
su entrenamiento.

Quien quiera adentrarse en el mundo del té no debe cumplir ningún requisito inicial. Sin embargo, como explica Betsy, una vez se está allí se empiezan a sentir ciertos requerimientos. “Hay una exigencia que para los colombianos y latinoamericanos puede ser grande y se relaciona con los ritmos, la paciencia, con entender que esto es un proceso y que no hay una meta que se deba alcanzar en un cierto tiempo, sino que se está en un camino de aprendizaje”.

té

Los utensilios empleados en las ceremonias son simples y austeros.


Betsy recuerda cómo aprender a doblar la servilleta roja (fukusa), que forma parte de los utensilios básicos de la ceremonia del té, le tomó casi seis meses, incluso tratándose de su doblez más sencillo, y relata cómo varios de los estudiantes que empezaron a aprender con ella desistieron tras esa experiencia.

Cuatro principios básicos

El libro Vivencia y sabiduría del té, de Soshitsu Sen XV, que me regaló en aquella visita el maestro Maruoka, cita cuatro principios de esta práctica: armonía, respeto, pureza y tranquilidad.

La armonía (wa) hace referencia a esa interacción entre el anfitrión y el invitado, al fluir armónico con el ritmo de la naturaleza y también su perfecta sintonía con la comida y los utensilios.

El respeto (kei), entendido como la sinceridad de corazón que nos lleva a un acercamiento honesto con el ambiente y el otro, da estructura a una reunión de té y pone ritmo a los intercambios entre quienes participan. La pureza (sei), que se percibe a través de sutiles actos como la limpieza de los utensilios y del lugar, representa “limpiar el polvo del mundo” e implica una actitud de desapego.

Y, por último, la tranquilidad (jaku), heredera de los tres primeros principios, es el estado al que llega una persona que hace y toma té en contemplación, y que presenta la paradoja de ser vivida dentro de uno mismo, incluso en compañía de otros.

Keiko Sakihara, diplomática que se ha dedicado a la promoción cultural de Japón en Colombia, afirma que “si se entiende la filosofía de la ceremonia de té se puede entender la cultura japonesa, pues cada uno de estos cuatro elementos refleja un aspecto: la búsqueda de la paz entre su gente, el gran respeto hacia la naturaleza, la importancia de la higiene, la limpieza y la tranquilidad que da el estar siempre preparados y dispuestos para lo que viene.

Ichigo ichie y wabi sabi

Más allá de estos cuatro principios, también hay “un concepto muy arraigado en la cultura japonesa, que nace en el contexto de la práctica del té: ichigo ichie”, explica Betsy.

“Cada preparación del té (otemae), cada práctica, cada interacción con la taza, es única. Aunque en una próxima oportunidad usemos los mismos utensilios, estemos en el mismo lugar y con las mismas personas, siempre habrá alguna diferencia que marque ese momento. Es una práctica del aquí y el ahora, de estar muy presentes. Y por eso se debe aprovechar esa ocasión particular, a las personas que se tienen allí, ser conscientes de corazón, de mente y de espíritu, del momento y de las personas con las que se está”, asegura.

También existe la expresión wabi sabi. “La ceremonia del té debería incluir los sentimientos de wabi, algo que no es del todo satisfactorio, y sabi, lo opuesto a la elegancia. En otras palabras, significa que la esencia de la belleza se encuentra en la modestia y la sencillez del individuo”, afirma Keiko Sakihara.


“Wabi sabi supone, entonces, esa belleza de lo simple. Este concepto se refleja en la escena que se vive en la ceremonia. El salón es pequeño. La decoración se reduce a un espacio en el que se deja ver una caligrafía alusiva al momento (kakemono), y un tímido arreglo floral pone a los asistentes en el contexto de la estación o la razón por la que se está allí. Se usan kimonos muy sobrios y es usual que se elijan tazas austeras”, comenta Betsy.

Un té para otros

Betsy asegura que “la ceremonia del té es una práctica de interacción con el otro, un ofrecimiento al otro. Pongo todo mi sentimiento, todo mi corazón en la preparación de una taza de té y se la ofrezco al otro”.

Así, esta tradición que implica años de aprendizaje –le da relevancia al momento, a la belleza de lo imperfecto, y al otro– es uno de los caminos que nos plantea el budismo y que se acunan en Japón. El camino del té, chadō, es una de las rutas a las que un individuo se puede entregar en su vida.

El chadō nos deja grandes lecciones porque, incluso, sin tener todas las herramientas y el saber de lo que implica la práctica, la misión de generar espacios llenos de armonía, respeto, pureza y tranquilidad, y en los que se dé prioridad al otro, puede ser una estrategia simple que nos haga pasar mejores momentos en tiempos difíciles, y acompañados, ojalá, de un buen tazón de té.

Un poco de historia

El comunicador colombo-japonés Yamid Fuken Bernier, quien reside en Kioto, realizó la primera tesis de grado en América Latina que revisa a la ceremonia del té desde la perspectiva de una práctica comunicativa.

En su texto cita algunos aspectos relevantes de su historia:

Periodo Nara (710-794). Una leyenda atribuye al monje budista japonés Eichu la llegada de las primeras semillas del árbol de té traídas de China.

Periodo Kamakura (1185-1392). Otra versión indica que el sacerdote Esai, tras estudiar en China, llevó sus semillas a Kioto y el té empezó a ser ampliamente consumido entre los monjes zen de Japón.

Periodo Muromachi (1392-1573). El té abandona ese carácter un tanto exclusivo para ser consumido por todas las clases.

Siglo XVI. El gran maestro Sen Rikyu perfeccionó el ritual y creó tres escuelas: Omotesenke, Urasenke y Mushanokojisenke, que se diferencian en su aproximación a la ceremonia.

Lea también: Guía práctica para tomar el té

         

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mayo
20 / 2020