Alex Char, el responsable del “milagro barranquillero”
Mauricio Vargas
Cuando el entonces recién electo alcalde Barranquilla, Alejandro Char, preparaba su toma de posesión, algunos conocedores le recomendaron que escogiera cuatro o cinco grandes temas a los cuales dedicar lo esencial de sus esfuerzos, pues –le argumentaban– ni él ni ningún gobernante era capaz de enfrentar todas las tareas y llevarlas a cabo. “Fíjese en Bogotá –le dijeron–: Jaime Castro puso en orden las finanzas públicas, Antanas Mockus se concentró en cultura ciudadana y la transparencia, Enrique Peñalosa en las obras y Lucho Garzón en el programa contra el hambre”.
Sonaba razonable, pero a Char no le pareció tanto. “Barranquilla tiene tantos problemas y su solución es tan urgente, que a mí me va a tocar ser un poco Castro, un poco Mockus, un poco Peñalosa y un poco Garzón”, les respondió a quienes le recomendaban concentrarse en unos pocos asuntos. “Nos va a tocar hacer todo”, le comentó a su secretaria de Hacienda, Elsa Noguera, quien desde el primer día fue para Char su colaboradora estrella y la persona en quien depositó toda la confianza en el presente y en el futuro.
Pero había algo del proceso bogotano que Char necesitaba copiar: empezar por el tema de las finanzas. Encontró las arcas vacías, o peor, las cuentas bancarias en sobregiro. Y una serie interminable de facturas por pagar, algunas de ellas oscuramente pactadas y oscuramente reconocidas en el pasado. Además, un paquete de contratos de concesión onerosos y hasta leoninos, que impedían a la ciudad liberar recursos para hacer inversión social y obras de infraestructura.
De la mano de la secretaria Noguera y de un equipo de asesores y abogados, Char fue desmontando uno a uno los contratos más perversos, o renegociando en términos decorosos aquellos que así lo permitían. El más sonado caso fue el del cobro de impuestos, por cuenta del cual la ciudad comprometía decenas de miles de millones de pesos al año en comisiones, y que al volver a manos de la administración redujo ocho veces su costo administrativo y disparó los recaudos.
Ese proceso, que Char llamó “poner la casa en orden”, dio rápidos resultados, de modo que para fines del primer semestre de mandato arrancaron las primeras obras. El plan inicial no era muy ambicioso: pavimentar pequeños pero vitales tramos de entrada a barrios populares para que pudieran ingresar rutas de buses, patrullas de la Policía, ambulancias, camiones de basura y demás servicios. Convenció al Gobierno nacional de que lo apoyara, a pesar de que la ciudad estaba en concordato y, en principio, no era sujeto de nuevos préstamos.
Pero su programa fue tan convincente que la zarina de las finanzas regionales, la directora de la DAF, Ana Lucía Villa, gran respaldo del cambio de la ciudad, le dio el visto bueno y los primeros 30 mil millones para ese programa que, al final del mandato había dejado de ser ambicioso: más de 500 kilómetros carril, de los 700 que pavimentó la administración en cuatro años, fueron a esos barrios y les cambiaron para siempre la vida a sus habitantes. “La morbilidad bajó, en especial entre los niños, que ya no tenían que caminar al colegio en medio del barro”, explica Char.
Gracias a la actualización catastral que obligó a pagar el predial correcto a muchos propietarios de los estratos altos que por lujosas residencias o comercios pagaban como si se tratara de un lote vacío, en el segundo año hubo más recursos. Eso, sumado a un recorte burocrático de más del 50 por ciento, garantizó el vuelco: de una ciudad que gastaba el 70 por ciento de su presupuesto en funcionamiento, se pasó a una que gasta cerca del 70 por ciento en inversión. De un presupuesto de cerca de 650.000 millones de pesos sin financiación, Barranquilla pasó a uno de 1.8 billones, financiado.
El resultado está hoy a la vista para cualquiera que visite la ciudad: 60 colegios públicos nuevos, entre ellos seis megacolegios que están entre los mejores del país; 40 colegios que estaban en mal estado y fueron recuperados; 1.300 aulas nuevas para 60.000 cupos escolares y gratuitos que antes no existían; 100.000 meriendas diarias para los niños más necesitados. Pero no es sólo cuestión de cantidad: 70 de los 150 colegios públicos pasaron de estar calificados en nivel bajo a estarlo en el nivel alto en las evaluaciones del Ministerio de Educación.
La revolución de la salud fue impactante: tanto que, tras la emergencia dictada por el gobierno nacional en 2010, Barranquilla fue escogida para el plan piloto de la reforma, pues había logrado dejar de ser la cenicienta para convertirse en modelo: 35 nuevos puestos de salud de primera calidad, 300 mil nuevos barranquilleros asegurados dentro del sistema y 560 mil en el POS unificado. Muchos alcaldes elegidos el año pasado, entre ellos el de Bogotá, Gustavo Petro, desfilaron entre octubre y diciembre por la ciudad para conocer el modelo y aprender de él.
Y así en muchos otros frentes: una veintena de arroyos canalizados que ya no se llevarán gente ni casas; ochenta nuevas canchas deportivas en barrios populares; y grandes avenidas como la Circunvalar, casi terminada, el corredor portuario, en marcha, y la nueva entrada a Barranquilla por el puente Pumarejo.
El círculo virtuoso alcanzó casi todos los frentes: en seguridad, donde la tasa de homicidios cayó de 35 por cada 100.000 habitantes, a 23; en seguridad vial, donde la tasa de accidentes bajó 60 por ciento; el canal navegable que garantiza el ingreso de barcos a los muelles de la ciudad fue profundizado a niveles de cerca de cuarenta pies, lo que dinamizó el puerto. Con la recuperación de la confianza inversionista, centenares de nuevas empresas de capital nacional y extranjero se instalaron en la ciudad para aprovechar las ventajas de un puerto en tiempos de tratados de libre comercio. En consecuencia, el desempleo en Barranquilla bajó de promedios superiores al 13 por ciento, a niveles que rondan el 8 por ciento.
No ha sido la tarea de un solo hombre. A estos logros han contribuido un liderazgo empresarial pujante y comprometido, fundaciones y ONG que han sido grandes aliados en programas sociales y entidades como Probarranquilla, alianza público privada clave para atraer inversión y nuevas empresas.
Hay temas pendientes: espacio público, que sigue invadido en muchas zonas, grandes desafíos en materia de movilidad, problemas de contaminación ambiental, arroyos aún no canalizados, amenazas de bandas emergentes y microtráfico de drogas, y todavía cientos de miles de barranquilleros por liberar de la pobreza. Pero el camino quedó trazado y hay continuidad: la gran socia del milagro, la secretaria Noguera, es la alcaldesa recién posesionada, con la tarea de continuar y profundizar los logros del milagro barranquillero.