¿Por qué no debería suprimir sus gustos culposos?

Revista Diners
Hay algo especial en esas cosas que muchas personas consideran de mal gusto, pero que a nosotros nos encantan. Por ejemplo, a muchas personas les puede parecer que la música (y la poesía) de Ricardo Arjona es fácil y que no tiene ningún mérito, pero otros sienten que es un genio, pero por miedo o pena, solo dejan la devoción a su música para cuando están solos, sin nadie que los señale por su gusto musical.
Otros pueden pasar horas viendo películas como Sharknado, que a pesar de su pobre guion, fue un éxito en ventas que llevó a la realización de seis entregas, y muchos pueden decir que ver una de estas películas ni siquiera vale la pena ser vista.
Pero para todo hay un público, sobre todo cuando el artista o la producción rompe records. Así que, nos guste o no, algo bueno debe tener. Entonces ¿Por qué algo que produce placer y al parecer no hace daño a nadie se considera como algo que debe ser escondido y de lo que no debería enorgullecerse? De eso se tratan los llamados “gustos culposos”.
¿Cómo identificarlos?
Las películas que nos encantan, aunque sepamos estén mal calificadas. Los libros que simplemente no podemos dejar de leer a pesar de que en el fondo no gozan de las mejores críticas. Las canciones pegajosas y malas que odiamos amar. Incluso ciertos tipos de comida que despiertan las más apasionadas discusiones, como la changua o la pizza con piña.
Sí, son nuestros placeres culposos, pero si los disfrutamos, ¿por qué nos sentimos culpables?
Para Kristin Neff, profesora adjunta del Departamento de Psicología Educativa en la Universidad de Texas, en Austin, la culpa está presente en muchos escenarios.“Cuando descansamos, creemos que debemos usar ese tiempo de manera productiva resolviendo problemas, eso quizá sea bueno para la supervivencia, pero resolver esos problemas hipotéticos no es bueno para la felicidad”, comentó para un artículo del New York Times.
¿Qué es un gusto culposo?
Aunque pueda parecer una categoría sencilla y un poco burlona, como una especie de chiste colectivo en el que la gente participa, “ también habría que remontarse a las construcciones sociales del desarrollo moral, que está vinculado al control de los placeres. También hay una parte social de cómo lo moral y la culpa influyen sobre eso que produce placer”, dice César Mario Gómez, psicólogo y docente de la Universidad Javeriana.
En realidad estos gustos culposos son construcciones que se dan alrededor de productos de entretenimiento que se consideran de mal gusto. “Si me gusta una película o algo como placer culposo, tiene que ver con la sociología del gusto. Y es que básicamente el gusto se distribuye socialmente. Por ejemplo, para Bourdieu el gusto es una especie de capital social y cultural. Esto funciona en términos de consumo cultural como una expresión de la posición social”, explica Gómez.
En su libro El sentido social del gusto, Bourdieu dice que “de todos los factores que actúan sobre el consumo cultural, el nivel cultural (medido por los diplomas otorgados) y el turismo parecen ser los más importantes”, lo que sustenta esa idea de que el buen gusto se relaciona con lo aristocrático y el mal gusto con lo popular. Eso explicaría por qué algunas personas sienten que una banda poco conocida hacía mejor música en sus inicios que cuando comenzó a ser reconocida y “se vendió”.
Para la profesora Robin Nabi, de la Universidad de California, los placeres culposos tienen tan mala reputación porque cuesta reconocer el gusto por ellos, pero podría traer algunos beneficios por el simple hecho de sentir menos vergüenza y culpa.
¿Tienen beneficios los gustos culposos?
Más allá de que los gustos culposos tienen la capacidad de crear vínculos entre personas que los comparten, estos también tiene raíces en la personalidad.
“Todo esto tiene que ver con la expectativa de que uno tiene un lugar fijo en la sociedad. Los lugares están distribuidos con ciertos regímenes de valor. Hay una analogía desde cuando, por ejemplo, un profesor, con doctorado, reconoce que le gusta Gloria Trevi. Eso no le quita si ha leído, si no sabe, etc. y puede molestar con eso. Pero también esto va de la mano, por ejemplo, con que no se pueden dar muestras de afecto entre hombres porque se supone de una vez que son homosexuales. Un lugar va de la mano de la otra y la noción de culpa se puede dar por eso que va fuera de lugar”, continúa Gómez.
Además de ayudarle a conectar con los demás, hablar de lo que le gusta puede aliviar cualquier sentimiento de culpa y hace que sea más fácil descubrir cosas que le causen placer.
Para Robin Nabi, “las conexiones que hacemos con otros que comparten nuestros intereses no deben subestimarse”, pues poder hablar abiertamente de los gustos puede ser una forma de entender y de comprender a los demás.