Esto es lo que pasará con el agua potable en 2025, según Brigitte Baptiste

En el Día Mundial del Agua recordamos la columna de advertencia que escribió Brigitte Baptiste sobre el colapso de los recursos naturales en el mundo.
 
Esto es lo que pasará con el agua potable en 2025, según Brigitte Baptiste
Foto: Robin Noguier on Unsplash
POR: 
Brigitte Baptiste

Habría que decir que tres años no es nada para la mayoría de seres vivos. Sin embargo, para aquellos que han sobrevivido más de un centenar, cada segundo cuenta. Desde la Era del Humano, la naturaleza, el agua potable y los principales recursos naturales han sido desaprovechados, o más bien, malgastados por satisfacer otros objetivos.

Uno de ellos es la colonización humana, la cual se dio en menos de 100 mil años, sin contar con la creación de la agricultura, hace apenas 10 mil años. Dos actividades puntuales que hoy necesitan una estrategia adaptativa y radicalmente novedosa para evitar un cambio global devastador.

En 2025 veremos los estragos

Para muchos expertos, alrededor de 2025 se alcanzará el umbral en que los recursos del planeta comiencen a colapsar, dejando un rastro letal de plagas, epidemias y eventos ecológicos extremos ligados con el rompimiento de las condiciones de estabilidad planetaria.

Cada país estará en condiciones diferentes para absorber estos impactos, y Colombia, por su riqueza de especies y ecosistemas, tal vez sea más resiliente que otros, aunque hasta ahora no se hayan puesto en práctica muchas de las alternativas propuestas.

El pasado geológico habla de nuestro futuro

Especulemos entonces un poco con algunos escenarios, ya que con los recursos del planeta es muy difícil hacer predicciones, afortunadamente. Para ello, situaciones del pasado geológico y climático del planeta y del país podrían ayudarnos, advirtiendo a quienes digan que se están mezclando escalas diferentes, que se equivocan: lo que significó millones de años para la evolución de la biosfera planetaria, lo ha modificado la humanidad en decenas, y veremos por ello sus consecuencias en cuestión de décadas, en este caso en el agua potable.

En primera instancia hay que pensar en los efectos de la variabilidad climática que experimentamos y que se incrementará drásticamente en las próximas décadas. Esto, a su vez, afecta todos los procesos biológicos y económicos.

Así, la agricultura y la producción animal se hacen más difíciles. Los cultivos son más susceptibles. Los ciclos de nutrientes, caóticos. Las vacunas y los tratamientos del siglo XX, insuficientes.

Esto, porque los microorganismos serán los primeros en brindar soluciones a los ambientes novedosos del planeta, marcados por una atmósfera saturada en CO2 y unos procesos bioquímicos y fisiológicos afectados por la acumulación de nitrógeno y fósforo. Hablamos de un planeta nunca vivido por los humanos, ni por muchas de las especies que nos acompañan.

Los yacimientos de agua potable en Colombia

Dicen quienes excavaron los yacimientos paleontológicos de La Guajira, una exuberante selva ecuatorial hace 60 millones de años y hoy un desierto, que cifras de carbono como las que se proyectan para 2030 corresponderían a una vegetación con crecimiento hoy inexistente, debido al metabolismo de zonas cálidas y húmedas ecuatoriales: hojas, flores y gusanos más grandes, serpientes descomunales…

Claro está que ello dependerá de la combinación que resulte de los cambios de pluviosidad y temperatura y, en especial, de la distribución e impacto de eventos extremos, cada vez más frecuentes: torrenciales aguaceros, vendavales, sequías prolongadas.

Podríamos, entonces, imaginar en muchas regiones de Colombia ciertas tendencias en el ecosistema, exagerando para entenderlas.

El resurgimiento de dunas activas en los llanos orientales, con arenas devorando las sabanas debilitadas por el fuego recurrente y migrando hacia el occidente. Con bosques de moriches y pantanos entreverados a manera de oasis, paraísos recuperados para caimanes y tortugas. Paralelamente, algunas selvas se tornarán sabanas: el Parque Nacional Chiribiquete podría empezar a evidenciar parches de arenas y rocas descubiertas, como recursos del planeta.

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Avalanchas y costas colombianas

Podríamos también ver el crecimiento de fangales en las costas del Pacífico. Allí las avalanchas de lodo de la cordillera Occidental podrán más que el vigor de las selvas, afectadas por la minería y la deforestación.

Deltas gigantes sobre el mar, felicidad de esteros, manglares y cangrejos, molestia de peces de aguas claras y de corales… que ya casi no existirán, arrasados por la sedimentación acelerada del Canal del Dique y el río Magdalena.

Los arrecifes también resultarán imposibles de construir por la escasa disponibilidad de carbonato de calcio en el océano ácido. Esto dará paso a oscuras aguas favorables a peces menos coloridos, más gusanos, menos erizos y conchas.

Los mismos sedimentos seguirán llenando la Depresión Momposina, haciendo incontrolable el cauce de los ríos y ampliando la frontera del humedal. Y las tierras de ladera, más erosionadas, dominadas por los deslizamientos, serán imposibles de manejar con buldózeres, estables solo donde los bosques plantados hayan prosperado.

Los recursos del planeta comenzarán a colapsar

Sin glaciares y con menos agua potable, la mayoría de los altos Andes será más árida, con menos café, más yuca. Con millones de habitantes todos nacidos en ciudades poco conocedoras de dinámicas ecológicas pero que, si son tan ricas e inteligentes como parecen estar mostrándolo, serán capaces de mantener los recursos del planeta con líderes que construyan nuevos jardines.

Se anclarán con plantas y animales cosmopolitas, protegidos antinatural pero gentilmente por personas con nuevos misticismos, y de las cuales dependerían cada vez más para su sustento.

Porque serán las urbes las que definan las nuevas organizaciones bioculturales del mundo mientras tengan energía: la mayoría sin grandes fieras ni árboles, es cierto, todo hecho a la medida humana.

Muros de orquídeas y bromelias en los anuncios de los centros comerciales; manadas de pequeñas aves y mamíferos disputándose los frutos de los jardines y las avenidas. Estas cada vez más limpias y menos tóxicas. Contrario a los campos plastificados hostiles a todo mundo silvestre, donde a un costo exuberante se producirán los alimentos… ni mencionar el costo del agua potable.

Un destino con poco futuro en la naturaleza

Ciudades con lagos artificiales albergarán ecosistemas emergentes donde se refugien los peces que el hambre y el mercurio de otros ríos exterminaron. El régimen moral de lo humano buscará juzgar los pleitos entre ratas y ardillas, mediando entre ellos con los mil ojos de su nanotecnología vigilante.

La biodiversidad es el resultado de la historia y lo seguirá siendo. Muchas especies perecerán o quedarán congeladas en nuestros bancos genéticos. Quizá no las que hoy consideramos amenazadas: el cambio global representa nuevas oportunidades para las plantas o animales escasos, es decir, pocos recursos del planeta.

En tres años es posible que veamos un mundo más silvestre en donde hoy es silvestre; más incontrolable, donde antes creíamos controlarlo todo y donde solo las sociedades rurales más flexibles y sofisticadas podrán incursionar; donde nuestros pueblos campesinos, indígenas y afro tendrán mejores soluciones ecológicas que los sistemas agroindustriales que no se reinventen.

Y también tendremos un mundo urbano más doméstico pero más diverso, donde muchas especies tendrán acogida temporal. Entre tanto, nuestras nietas y nietos se inventen una manera de volver a habitar Colombia, y su planeta, con 1.000 ppm de carbono en la atmósfera.

El artículo Esto es lo que pasará con el agua potable en 2025, según Brigitte Baptiste fue publicado originalmente en Revista Diners de septiembre de 2013

         

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marzo
22 / 2024