Usar el lenguaje inclusivo “es una cuestión de responsabilidad”
Daniel Zamora
Uno de los más feroces críticos del lenguaje inclusivo ha sido Mario Vargas Llosa, el Premio Nobel de Literatura. Las propuestas de reemplazar expresiones como “todos” por “todes”, o “todxs”, son por lo menos, para él, escandalosas. “Hay un movimiento femenino que apoyo resueltamente, pero creo que hay excesos que es importante combatir. En el campo de la lengua hay ejemplos risibles, la lengua necesita de libertad, se va adaptando pero no se la puede forzar sin provocar traumas lingüisticos y a eso me refiero”.
“No podemos forzar el lenguaje y desnaturalizarlo por razones ideológicas, el llamado lenguaje inclusivo es una especie de aberración del lenguaje que no va a resolver el problema de la discriminación de la mujer, que sí hay que combatir de una mera que sea realmente efectiva”, dijo el pasado 30 de marzo en una entrevista para La Voz, un medio de comunicación argentino.
Pero el lenguaje inclusivo no solo tiene que ver con las nociones de género. El tema del racismo y la discriminación, en general, son sus puntos de discusión más neurálgicos. El debate lleva varios años y la Real Academia de la Lengua Española se ha pronunciado rechazando el lenguaje inclusivo y, en general, la impresión que se da es que hubiese un consenso entre lingüistas sobre el tema; sin embargo, Manuel Almagro Holgado, estudiante de doctorado en Filosofía y Lenguaje en la Universidad de Granada, en España, defiende el uso del lenguaje inclusivo.
Diners conversó con él sobre la corrección política y su perspectiva acerca del lenguaje inclusivo, pues, no son muchas las voces dentro del mundo académico que lo exponen como una forma de solucionar las diferencias y de atender las necesidades que surgen de un lenguaje construido desde una visión, por lo menos, machista.
¿Qué tanto poder tiene el lenguaje para afirmar o solucionar problemas de discriminación y de estereotipos, que fue por lo que en teoría nació la corrección política?
Creo que no es adecuado utilizar la expresión ‘corrección política’ o ‘políticamente correcto’ para hablar de medidas relacionadas con el uso del lenguaje, destinadas a combatir la opresión e invisibilización que sufren algunos colectivos socialmente desfavorecidos. Habitualmente, quienes la utilizan en los medios lo hacen tratando de ridiculizar las propuestas de inclusión discutidas, y no pocas veces aparece bajo la formulación de ‘la dictadura de lo políticamente correcto’.
En cuanto a la pregunta, el lenguaje per se no tiene ningún poder, entendido el lenguaje como concatenación de símbolos. Pero es un gravísimo error pensar el lenguaje en un ámbito completamente desligado de las acciones que llevamos a cabo y de otros ámbitos que nos conciernen como seres humanos. El lenguaje está esencialmente ligado a las acciones. Cuando en 1936 mataron en España al poeta Federico García Lorca, su asesino dijo algo así como “vengo de darle dos tiros en el culo, por maricón”.
Obviamente estas palabras no mataron a Lorca, pero pensar que decir algo así está completamente desligado de determinadas es tener una idea muy extraña y muy difícil de defender sobre qué es el lenguaje. El lenguaje está vinculado con las acciones, y las acciones tienen consecuencias. En este sentido, el lenguaje tiene poder. Quienes piensan que con el lenguaje no cambiamos nada en nuestra sociedad tienen que explicar entonces el fenómeno de la comunicación.
Una de las preocupaciones de quienes usan el lenguaje inclusivo es no ofender, y en ese propósito no se usan términos concretos, se dice “persona internacional” en lugar de extranjero, el no nombrar las cosas como son, ¿podría considerarse una especie de maltrato al lenguaje?
Hay que clarificar que esto no va de que por ejemplo se le cambie el título al libro “El Extranjero” de Albert Camus. Nadie quiere que se haga algo así. Esto va de que si representas a una institución en democracia entonces tienes que hilar fino cuando quieres decir algo.
Hilar fino significa ser precisos al usar el lenguaje. En el caso que me planteas, por ejemplo, lo que ocurre es que el término ‘extranjero’ es extremadamente general. Tenemos otras palabras más concretas, como ‘migrante’ y ‘refugiado’, y ninguna de las dos es neutral. El estatus legal de cada una de ellas es completamente diferente, y las consecuencias de ser llamado de una u otra manera son completamente diferentes. Las consecuencias de que a alguien que huye de la guerra y de la miseria de su país se le cuelgue la etiqueta ‘migrante’ o ‘extranjero’ son terribles.
Señalar estas cuestiones no es maltratar el lenguaje, todo lo contrario: es utilizar el lenguaje con más precisión, se trata de una cuestión de responsabilidad.
¿Cómo se puede analizar desde la perspectiva lingüística el lenguaje inclusivo?, ¿sería preciso y viable adoptar las sugerencias de algunos grupos que, por ejemplo, proponen decir, en lugar de “todos”, todes?
Me gustaría señalar la diferencia que hay entre las demandas de uso inclusivo del lenguaje y las sugerencias de uso inclusivo del lenguaje. Las demandas de uso inclusivo no provienen de “algunos grupos”; son una demanda social. Mucha gente, en sociedades diferentes, demandan que se use el lenguaje de un modo menos pernicioso para los colectivos históricamente silenciados y marginados.
Ante esta demanda, “algunos grupos” proponen sugerencias para satisfacer estas demandas. Comentando el caso que me señalas, se sabe desde hace tiempo que el término ‘todos’ no es neutral, no por razones lingüísticas de concatenación de símbolos, sino, entre otras cosas, por lo que alguien se imagina cuando escucha o lee esta palabra, por su significado social. Resolver la situación de la palabra ‘todos’ (y otras muchas por el estilo que no son neutrales) depende de cómo te quieras comportar. Esto trata de ser precisos con el uso del lenguaje, respecto de unas normas gramaticales y de aquello que se consigue con él.
En un artículo que escribió para CTXT, habla de una clara desigualdad en el lenguaje, hablando del debate del lenguaje inclusivo ¿Cómo se identifica esa desigualdad?
Como señala la filósofa Saray Ayala, si una persona sin hogar de repente te interpela por la calle, esa persona no puede llevar a cabo algunas acciones con sus palabras, por mucho que quiera y que tenga la intención de hacerlo. Por ejemplo, seguramente esa persona no tiene el poder de insultarte, como sí puede tenerlo alguien de tu familia que te dice exactamente lo mismo que la persona que te habla por la calle.
Las cosas que podemos hacer con el lenguaje a menudo tienen que ver con cuál es nuestro estatus social. En este sentido hay mucha desigualdad en el lenguaje. La injusticia tiene que ver no con que no puedas llevar a cabo un acto de habla determinado en tu trabajo o en tu red social, sino con que no puedas llevarlo a cabo por razones exclusivamente identitarias, es decir, por pertenecer a un grupo social que está sistemática y persistentemente desfavorecido.
¿Cómo combatirla?
Hablando mejor, donde hablar mejor significa conocer cómo funciona el lenguaje y decidir qué posición queremos ocupar en el debate, porque no hay una posición neutral. No se puede olvidar que los aspectos perjudiciales del lenguaje no se reducen al uso de determinadas palabras y expresiones, y no se puede olvidar la estrecha relación que hay entre el lenguaje y cómo son las sociedades en las que vivimos.
La forma que tenga un discurso y el tipo de comparaciones y ejemplos que se utilicen, pueden promover la desigualdad aunque se evite usar determinadas palabras y expresiones. En este sentido, hablar mejor significa saber si estamos hablando en representación institucional en democracia, si estamos en un debate público, si estamos en uno privado, etc. Es fundamental proporcionar medidas políticas estructurales que visibilicen las desventajas que sufren los grupos oprimidos. Las propuestas de paridad y de espacios seguros, por ejemplo, tienen el objetivo de cumplir esta función.
La lucha contra la desigualdad no puede ser exclusivamente lingüística; el lenguaje es un ámbito más desde el que hay que combatir la desigualdad, y se combate hablando mejor, utilizando el lenguaje con más precisión y rigor. Ser impreciso y poco riguroso es, por ejemplo, afirmar que términos como ‘extranjero’ o ‘migrante’ son neutrales.