“Más que delfín, soy ballena”, Daniel Samper Ospina
Daniel Samper Ospina
Me esperé durante más de diez minutos. Entré con un leve retraso y me ofrecí excusas: Me expliqué que no suelo llegar tarde a las citas, y casi en simultánea me dije que no importaba, que el retraso no había sido tan grande como el que uno podría creer que padece, no sé, el doctor Carlos Holguín. Pensé que el chiste me ayudaría a romper el hielo, pero la verdad es que no me hizo reír. No me hago reír desde hace ya un tiempo.
Me parezco previsible. Me sé todos mis chistes. Es como si se me ocurrieran antes de decirlos y ya carecieran de sorpresa. Me dije que me pusiera cómodo, me senté, me pedí permiso para prender la grabadora, y comencé a hacer preguntas y a dar respuestas casi de manera simultánea.
Hablemos de política: ¿ya sabe por quién va a votar para la alcaldía?
De los que pueden ganar, ninguno. Por Peñalosa que vote Uribe. Por Petro que vote el procurador.
¿Y la alianza de Mockus y Gina?
Por Gina votaré cuando escupa la papa. Mockus es coherente y honesto, lo cual no es poco. Pero ya no sé si Mockus me gusta o me enternece.
¿Y los chiquitos?
¿Jaime Castro, por ejemplo?
No, los chiquitos en la vida real, no en las encuestas. Luna, por ejemplo…
¿El niño lobo? Me gusta. No es fácil ser hijo de Herman Munster y aspirar a la Alcaldía. Pero no nos engañemos: ya se sabe que él se lanzó para darse algo de fama y salir elegido a la junta de su edificio, que es a donde en verdad apunta. Creo que está muy bien preparado para eso. Ojalá se le dé.
¿Por qué casi nunca critica a Galán?
Porque no sé bien cuál es ese. Siempre se lanza un Galán, creo que la Constitución así lo exige, pero los vivo confundiendo. ¿El que se parece a Quico, el del Chavo del 8, es el de la Alcaldía o es el que es senador?
¿Entonces por qué candidato va a votar?
Yo dije en la columna de Semana que me lanzaba a la alcaldía para continuar el legado de Samuel y es cierto. Ya les prometí a mis hermanas casa en Miami. De modo que pensaba votar por mí.
¿Se siente listo para semejante reto?
Sí. Tendría un gabinete de primera, que ya anuncié. Edward Niño, el colombiano más chiquito del mundo, es mi metro. Angelita Benedetti, experta en servir desayunos, será la directora de Bogotá sin hambre. Lucerito Cortés manejará el tráfico, en especial el de influencias. Y la actriz porno Esperanza Gómez será mi secretaria de gobierno, para que les ayude a los concejales a aceitar la maquinaria.
Pues acaba de convencerme. Voy a votar por usted.
Yo, en cambio, iba a votar a por mí, pero la verdad es que no acabo de convencerme.
Lo único que no me gusta de su candidatura es que es un delfín…
Desde que rompí la dieta, más que un delfín me considero una ballena.
¿Qué opina de los delfines, usted que es un delfín del periodismo?
A casi todos los delfines su condición les produce orgullo. A mí me da vergüenza. Quiere decir que uno hace parte de una rosca poderosa y diminuta que no permite que las oportunidades se repartan por igual.
Le hago una pregunta y me la contesta de verdad: si usted no hubiera sido hijo de Daniel Samper Pizano, ¿habría tenido columna en Semana, por ejemplo?
Bueno: no veo por qué no. Si hasta Rafael Nieto tuvo columna en Semana…
¿Y por qué no renuncia para apartarse de sus privilegios de delfín?
Porque entonces a qué me dedico…
Pues a lo que quiera: a no ser delfín, por ejemplo.
Ser delfín es denigrante, pero digo a mi favor que al menos no soy un delfín de la política.
Pero delfín es delfín…
Hay diferencias: a mí no me pagan con dineros públicos, para empezar; y si me va mal, me echa Felipe López, pero no pongo en riesgo ni los impuestos ni el futuro de nadie.
¿Qué es lo peor de ser el hijo de su papá?
Aparte de llamarse como él, quedarse calvo como él, dedicarse a lo que él se dedica, y hacer fuerza por los equipos de fútbol a los que él les hace fuerza, nada.
¿No le gusta llamarse como él?
Siempre digo que me habría gustado tener un nombre propio, cero kilómetros, por culpa del cual no heredara ni enemigos ni amigos… Que me hubieran puesto Ernesto, por ejemplo.
¿Quién es más gracioso, su papá o usted?
Yo diría que de toda la familia el que más hace reír es mi tío Ernesto, justamente. En especial cuando hace política.
¿A qué humoristas admira?
Varios: Angelino me hace reír cada vez que habla. Luchito Garzón también, pero solo cuando está borracho, tirado en un andén. Santos cuando alza a Edward Niño. Peñalosa cuando alza a Uribe. Y Uribe cuando se tira por tobogán.
Pasemos a otro tema. Según me cuenta su esposa, a usted no le gusta salir de la casa.
No mucho. Una vez, hace poco, salí a un almuerzo y me gané el regaño de Nora Sanín.
¿Pero le dijo algo a usted, directamente?
No, ¿no ve que ella lidera un gremio de medios de comunicación? ¿Se imagina a la jefe de un gremio periodístico insultando a un columnista? ¡Le quedaría muy mal!
¿Entonces?
No dijo nada de mí, pero me dijo unas cosas terribles de mi mamá.
Pero usted no ha dicho nada de Nora, ¿o sí?
De ella no. De su hermana Noemí, a quien, por lo demás, quiero mucho porque atajó a Andrés Felipe Arias, por un lado, y tomó las riendas de Millos, por el otro. Y como hincha del Santa Fe no puedo estar más de acuerdo en que sea Noemí la que conduzca los designios de Millos. Ojalá que incluso la pongan a marcar una punta. La derecha, naturalmente.
¿Le pasa lo contrario? ¿Hay gente que se tome con humor lo que dice?
Sí, claro. Gaviria casi me manda una camisa brillante de la que me burlé. Christian Toro me mandó una botella de champaña una vez que me referí a su gusto por la champaña. Lolo Sudarski me regaló un pareo la vez que hablé de sus fiestas de pareo. Algún día me tomaré la champaña, me pondré el pareo, la camisa brillante, y saldré así a la calle.
Para terminar, ¿se arrepiente de algo?
Sí. De ser periodista. Los periodistas somos arrogantes, moralistas, subjetivos, injustos. Por eso me gustaría ser otra cosa…
¿Cómo qué?
Futbolista. Delantero del Santa Fe, en concreto. Pero solo si Noemí es quien me marca.
Con amabilidad, me recordé que se me acababa el tiempo, y, como en los versos de Eduardo Carranza, me despedí de mí. Me di la mano. Me quedé en la ventana mirándome partir. Y me quedé leyendo la última edición de SoHo.