Periódico El Colombiano, el tótem del “país paisa”
Enrique Patiño
En Antioquia, El Colombiano no es un medio de comunicación. Es un tótem del País Paisa, como la arepa o el carriel. Un objeto identitario alrededor del cual se reúne la tribu para rehacerse cada día como comunidad. Por eso aquí nadie se cubre de la lluvia o envuelve un aguacate con un periódico, sino con un “colombiano”. Pues este no es uno de los periódicos, sino El Periódico por antonomasia. Los otros, otra cosa serán. Y leerlo todos los días, desplegándolo sin una arruga en el desayuno mientras se saborea el chocolate acompañado del recalentado es un infaltable ritual. Claro que en estos tiempos frenéticos, esta ceremonia –más sacra que mediática– también tiene la variable de hojearlo cuando se va a la oficina colgado de un vagón del metro.
Lo importante es que cuando se llega al trabajo, el mundo ya estará organizado en casillas “a lo colombiano”.
Lleva 100 años apareciendo diariamente y tejiendo el relato antioqueño a su peculiar manera. Su formato rectangular ha sido la ventana al mundo pero también al propio ombligo. Pues con El Colombiano se ha mirado tanto para adentro como para afuera. Y lo que llega de fuera invariablemente lo hace “a lo colombiano”. Afuera es Bogotá, Nueva York, la Luna, es decir, cualquier lugar donde el acento de la voz y de la mirada no sea el paisa.
El Colombiano ha traducido este mundo a sus lectores “a lo colombiano” desde sus primeras ediciones, cuando en 1927 anunciaba una huelga general en Nueva York con el mismo despliegue de la “Muerte de un prelado inminente” en la ciudad. O cuando al titular “GUERRA” de 1939 le seguía la preocupación por unos malandrines locales (“Cuadrilla de ladrones hace de las suyas”). Las crisis económicas, al principio, parecían estar al Este del Edén antioqueño, mientras la provincia se concentraba en las herejías locales (“Espantoso sacrilegio fue cometido en Bello el 24”), las incansables reacomodaciones de su partido (“Moderna organización se dará al conservatismo), la promesa de vestirse sin sacrificio con Everfit, o las visitas pastorales de los Arzobispos (“Bienvenida”). El filtro “a lo colombiano” actuó así cuando el titular ASESINADO JOHN KENNEDY fue acompañado por obituarios de La Fonda de las Colonias, Almacén Zapato Spring, Almacén Star y Tejidos Leticia, que lamentaban desde el corazón regional la partida del líder.
El panorama propio se fue intrincando y desde estas páginas conocimos la versión de la historia “a lo colombiano”: “VICTORIA” (palabra que ocupó la mitad de la página cuando ganó las elecciones Mariano Ospina Pérez, en 1946), “GOLPE COMUNISTA” (asesinato de Gaitán), “El teniente general Gustavo Rojas Pinilla asumió anoche la presidencia: Haría una Colombia justa y fuerte”. Mientras el hombre llegaba a la Luna y se congelaba la Guerra Fría, en Colombia empezaba otra clase de noticias. “En marcha plan antisecuestro “ se titula ya desde 1965, mientras son “Dados de baja 10 bandoleros” el mismo día que es “Asesinado Luther King”. Los titulares se suceden en una vertiginosa espiral descendente hasta llegar a uno de los más dramáticos: “Colombia se deshace”, palabras que sintetizaron el horror cuando fue asesinado Galán.
Pero así es la vida, como dice la canción, a veces negra, a veces rosa. Y en todos los “quitas y dames “ha estado el ojo rectangular de El Colombiano para congelar un instante. También ha relatado otro país, la “Colombia, Monumental”, como se tituló el 5-0 frente a la Selección argentina. O ha saludado “Una vía al futuro”, como bautizó al Metro, o se ha alegrado cuando “Por fin llegó La Gorda”, la emblemática escultura de Boteo convertida en la diosa madre paisa. Ojo atento, termómetro de la temperatura mundial y local, foco de luz vernáculo sobre la actualidad, estos concentrados de historia que son los titulares periodísticos dan cuenta, pero también crean la aventura de los paisas en el mundo.