Las fiestas silenciosas se toman la pista
Edna Juliana Rojas
El silencio reina, pero todos bailan. Si se les ve desde “afuera” parece un performance artístico, una imagen surrealista o una fiesta sicótica. Si se ve detalladamente, todos llevan puestos audífonos, y entonces, todos cantan, no la misma canción, sino una mezcla de dos melodías alternas que pasan por las frecuencias de sus auriculares.
Son las fiestas silenciosas o las headphones parties que desde hace aproximadamente seis años se realizan en Europa y que apenas hace un año llegaron a Argentina y Brasil por un grupo denominado Silent Sounds. La idea, básicamente, es que cada participante recibe unos audífonos a la entrada y tiene en general dos, o a veces tres posibilidades para elegir música que distintos DJs tocan en vivo, como música electrónica o reguetón. Para hablar con alguien basta con poner en mute los auriculares o quitárselos. Su objetivo: disminuir la contaminación auditiva y realizar fiestas en lugares donde los niveles de ruido generalmente no lo permitirían.
La página en Facebook de Silent Sounds ya tiene casi 5 mil seguidores que preguntan dónde será la próxima fiesta. Carolina Villa, una de las asistentes, dijo al diario La Nación de Argentina, que es “una experiencia espectacular”, porque todos en la pista bailan música diferente, y quitarse los audífonos implica verlos bailar al ritmo de un murmullo.
Sin embargo, no deben confundirse con las quiet party, un concepto completamente diferente, en el que el rey es el silencio. Se trata de un punto de encuentro en el que no hay música y gritos para hacerse escuchar. Nació en Nueva York hace 10 años cuando Paul Rebhan y Tony Noe recorrieron la ciudad en busca de un lugar para tomar un trago, escuchar música y conversar, sin tener que gritar por los altos niveles de ruido. No lo hallaron. Entonces, diseñaron fiestas en las que el espacio se divide en dos: la zona de susurros, en la que se habla a bajos niveles de volumen, y la “zona de silencio” en la que no está permitido pronunciar palabra y la comunicación se da a través de pequeñas notas.
La generación del yo
Apple logró vender sus primeros cien millones de iPod en el 2007, cinco años y medio después de que hubiera salido el primero a la venta. Así, se convirtió en el reproductor de música de venta más rápida en la historia. En ese entonces, la cantante Mary J. Blige dijo del aparato que era una extensión de la personalidad.
Tanto ha sido así que los aficionados de estos reproductores son denominados generación iPod, generación MP3 o iGen, pues además de emplear los aparatos, los han convertido en una parte más de sí mismos, que los acompaña en el transporte público, en la calle y ahora, en las fiestas en las que cada quien escucha lo que quiere, dentro de las ofertas posibles. Aunque se les ha denominado así a los adolescentes que ahora tienen menos de 15 años, es innegable que los adultos nacidos en la década de los 80 también protagonizan esta tendencia.
Así lo asegura la sicóloga Jean Twenge, profesora e investigadora de la Universidad de California quien escribió un libro titulado Generación Yo, en la que los cataloga como “seguros de sí mismos, enérgicos e infelices”, según ella, porque son narcisistas e individualistas, asociado a la tecnología y a los niveles de aislamiento generados por esta.
“De alguna forma se van haciendo adictos solitarios –dice la sicóloga Rocío Hernández-directora deAs Buena Vida-, porque las redes sociales y la tecnología en general es su principal forma de interacción. Desde niños se les ve pegados a los aparatos, porque para los papás es una forma de mantenerlos tranquilos, mientras ellos también están con su blackberry”.
La experta agrega que el exceso de herramientas tecnológicas hace a quien las usa, introvertidos, les cuesta salir, socializar o exponerse a una relación para disminuir los riesgos. Y aconseja que desde la infancia se les enseñe a los niños el valor de la familia, conocer sus raíces. “Volver a la socialización en vivo”, dice.
Sin embargo, a pesar de la individualidad que implica bailar al ritmo que unos audífonos ofrecen, muchos de los fanáticos de estos eventos aseguran que no tener que gritar para conversar con los demás, hace de estos espacios un buen lugar para interactuar. Lo confirmaremos cuando las fiestas silenciosas lleguen a Colombia.