El adiós de Barack Obama

El primer mandatario negro de la mayor potencia del mundo deja su cargo. Balance de sus ocho años de gobierno.
 
El adiós de Barack Obama
Foto: AFP/CREATIVE COMMONS/SHUTTERSTOCK
POR: 
Camilo Sánchez

Cuando Barack Obama llegó a la Presidencia en enero de 2009, muchos observadores consideraban el momento político y económico del país como el más delicado desde la década de 1930. Eran los días de la extenuante “guerra contra el terror” del impopular George W. Bush y la mayoría de los norteamericanos aspiraban a un cambio de rumbo simbolizado en la figura del hasta hace poco desconocido político demócrata de Illinois. Ocho años más tarde, con 55 cumplidos y un Nobel de Paz a cuestas, el primer mandatario negro de la mayor potencia del mundo deja su cargo.

Entre el reflejo de lo que pudo ser y las cortapisas que impuso la realidad, presentamos el balance de un gobierno que lega una economía en proceso de lenta recuperación, una revolucionaria reforma sanitaria y una nación polarizada donde el péndulo político se mece hacia la derecha menos flexible.

LA ECONOMÍA
El ciclo económico es favorable para el gobierno de Obama. Una mirada rápida a las gráficas dejan un balance aceptable en materia económica. Tras ocho años de la peor recesión desde el crash de 1929, los índices de desempleo están por debajo de 5 %, un 2,8 % menos que en enero de 2009, cuando Obama llegó a la Oficina Oval. Así mismo, el ingreso promedio de las rentas medias subió por primera vez en 17 años y los precios de la vivienda se dispararon un 23 %, dejando atrás la crisis inmobiliaria más aguda de la cual se tenga memoria.

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Confrontó a Wall Street con la reforma Dodd-Frank

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Conviene, sin embargo, mirar la foto con detenimiento. Diversos economistas han apuntado que la caída del desempleo está relacionada, entre otros factores, con una reducción significativa de personas en el índice de participación laboral a niveles tan bajos como en los años setenta. A pesar de la expansión demográfica, menos gente entra en las estadísticas. Las razones son diversas. Entre ellas la gran cantidad de norteamericanos que llevan mucho tiempo sin trabajo y son dejados aparte en los conteos de fuerza laboral.

Para Sandro Pozzi, periodista económico y corresponsal en Nueva York, las brechas sociales y económicas se han acentuado durante los últimos ocho años. Explica que el nivel de ingresos de la gran mayoría de los estadounidenses no ha mejorado. El reflejo de lo anterior se ve claramente en ciudades semiurbanas de estados del medio este como Iowa, Cleveland, Ohio o Wisconsin. El etiquetado “rust belt”, o “cinturón de óxido”, donde el proceso de desindustrialización, la falta de crecimiento y la precarización del empleo han llevado hasta la impaciencia a una ciudadanía que se manifestó depositando su voto por el hoy presidente republicano Donald Trump.

De cualquier forma, el economista de la Universidad de Stanford Luis Fernando Medina afirma que los estímulos fiscales, la reestructuración de la banca o la compra masiva de deuda al principio de la administración Obama han permitido una recuperación económica y financiera más rápida y efectiva que en Europa. Y resalta un legado positivo: la reforma Dodd-Frank, el paquete de medidas financieras más ambicioso en sesenta años. Nunca antes una administración había confrontado a Wall Street de tal forma. En palabras del demócrata Harry Reid, la legislación servirá para “terminar con el casino en el que se ha convertido Wall Street”.

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Ha sido el presidente más popular desde John F. Kennedy

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La ley aumenta el control sobre los mercados financieros; crea una entidad en defensa del consumidor; limita las inversiones de los bancos en fondos de alto riesgo, y dota de mayores poderes regulatorios a la Reserva Federal, como por ejemplo la capacidad de desmontar entidades problemáticas o en riesgo de quiebra, entre otras. El presidente Donald Trump ha anunciado que espera congelar nuevas regulaciones que ahonden en la misma dirección. En Wall Street se frotan las manos. Para Sandro Pozzi la reforma es atractiva, pero no se debe “perder de vista la enorme capacidad de los bancos para adelantarse e inventar nuevos productos que la legislación aún no regula”.

REFORMA SANITARIA (OBAMACARE)
El número de los estadounidenses sin cobertura de salud es actualmente el más bajo de la historia: unos 27,3 millones de ciudadanos (del 16 % en 2010 al 8,9 % en 2016). Un hecho sin precedentes para el considerado sistema de salud más costoso del mundo. Una red excluyente, hasta hace poco mayoritariamente privada, excepto para las personas con menos ingresos y los mayores de 65 años. Esta es la situación que busca revertir el proyecto central de la presidencia de Obama, el Affordable Act Care, mejor conocido como Obamacare.

Es también la desembocadura de años de lucha por implementar un sistema sanitario asequible, universal en última instancia, como existe en la mayoría de los países desarrollados. Por cuenta de esta iniciativa el presidente ha tenido que afrontar la resistencia más férrea del Partido Republicano, que ha tratado de obstruirla unas sesenta veces mediante todo tipo de estrategias que han rebotado una vez tras otra entre el Congreso y el Tribunal Supremo. La ley de casi mil páginas se aprobó finalmente en 2010 sin un solo voto favorable de la oposición.

La reforma final crea un sistema público-privado, con beneficios para el mercado de seguros, bajo el compromiso de aumentar la cobertura de salud. Una de las primeras críticas parte del hecho de que todos los ciudadanos deben adquirir un seguro so pena de exponerse a una multa al final de año. En la tierra de las libertades esto ha sido interpretado por muchos como una intromisión inaceptable del Estado en asuntos individuales y la oposición más intransigente, en figura del Tea Party, lo ha utilizado una vez tras otra para presagiar una “deriva socialista” del gobierno.
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Con Ellen Degeneres, Obama apoyó el matrimonio entre parejas del mismo sexo

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La ley contempla un mercado virtual de seguros, donde los estadounidenses con menos recursos pueden inscribirse por plazos para contratar un seguro médico a mejores precios. Las aseguradoras están obligadas, a su vez, a suministrar cobertura médica a cualquier persona sin imponer pólizas más altas basadas en las condiciones de salud preexistentes, como lo venían haciendo. Se lanzó, finalmente, un subsidio público para personas con ingresos muy altos para acceder a la sanidad pública, pero demasiado bajos para costearse un seguro privado.

La cifra de registros a Obamacare ha ido en aumento año tras año. Pero las dificultades no cesan. En algunos estados regidos por los republicanos, por ejemplo, los gobernadores no se han comprometido con el componente público del proyecto y el mercado de seguros se ha quedado con muy pocos clientes. Esto ha subido los precios de las primas sanitarias, que en algunos lugares se han disparado más del 20 %. El terreno abonado para que la oposición insista en que el programa no es rentable para las grandes aseguradoras y regresen a su empeño de dinamitar la iniciativa.
Hay buen grado de consenso, en todo caso, en que para la precaria red de protección social estadounidense el Obamacare es el mayor progreso social en más de cincuenta años y que merece seguir adelante a pesar de sus falencias técnicas.

Analistas como el premio nobel de economía Paul Krugman han escrito que parte del odio hacia la reforma nace del hecho de que en parte es financiada con los impuestos de las rentas más altas. También ha advertido que contrario a la creencia general, no teme las consecuencias del ascenso a la presidencia de Donald Trump, quien ha prometido “repelerla y reemplazarla”. La razón: el nuevo partido de gobierno no tiene ninguna propuesta a cambio. El magnate de Nueva York, por lo pronto, ha elegido como secretario de Salud a uno de los más ardientes opositores de la ley en el Congreso: Tom Price.

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Su familia fue un gran apoyo, sobre todo su esposa Michelle, a quien considera su mejor amiga y un modelo para las nuevas generaciones.

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POLÍTICA EXTERIOR
Para una potencia como Estados Unidos, la inacción resulta ciertas veces tan costosa como la intervención excesiva. Es el caso de Siria, donde el presidente Obama prometió desplegar fuerzas si el presidente Bashar al-Assad utilizaba armas químicas. A pesar de que se cruzó la línea roja, Estados Unidos no entró en la contienda y hoy el panorama aparece aún más confuso: una crisis de refugiados como no se tenía noticia desde la Segunda Guerra Mundial, más de 300.000 muertos y un país reducido a las ruinas.

En una entrevista para CNN, Obama dijo que de un “menú lleno de malas opciones, esa era la mejor”. Para diversos analistas su extrema prudencia, vista también como pasividad, deja uno de los peores baches de su administración. Que provocó, además, el regreso de Rusia a la región y una marcada revitalización del presidente Putin en geopolítica.

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Algunos critican la actitud pasiva de Obama en el plano internacional

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A su haber, el saliente presidente de Estados Unidos suma el acuerdo nuclear con Irán y la reapertura de relaciones con Cuba. Eduardo Gamarra, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Internacional de la Florida, concluye que el gran logro de Obama fue su relación con América Latina. “En las encuestas de popularidad que he hecho en todo el continente desde hace una década, no ha habido un presidente más popular desde Kennedy. Incluso en países con mandatarios tan contestatarios hacia los Estados Unidos como Venezuela o Bolivia. Esto es muy interesante y tiene sus raíces en la vocación por el multilateralismo a la hora de tratar asuntos delicados en el hemisferio, así como la proximidad y aceptación que da un mandatario de raza negra. También en políticas sociales como Obamacare que han beneficiado a familiares de latinoamericanos que viven en Estados Unidos”.

         

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enero
18 / 2017