Cocodrilos: líderes en todo terreno

Eliécer Castellanos Moreno
Como troncos viejos de color pardo y grisáceo, casi imperceptibles, continúan desde épocas milenarias deslizándose por diferentes cauces a su antojo y ante el respeto de los demás, los grandes reptiles sobrevivientes de los dinosaurios: los cocodrilos. Viajan cómoda, apacible e inadvertidamente por los ríos de las grandes zonas tropicales del mundo. Son tan grandes y majestuosos, tan terribles y tan vorazmente depredadores que no necesitan mostrarse ni hacer ruidos para indicar su presencia.
Manejan las corrientes acuíferas a su capricho; no son manipulados por ellas. Simplemente se dejan ver en la distancia, asombran a lo lejos y se mantienen flotando sobre las superficies acuíferas -como sus únicas partes visibles-, los orificios nasales que trabajan suave-mente, los ojos atentos a la jugada y la parte del dorso escamado que se confunde espléndidamente al vaivén de las aguas. Acusan al vecindario cuando revelan su presencia o cuando revelan su presencia cuando yerguen sobre las riberas y acechan a las garzas y aves del entorno. Su tamaño puede alcanzar, según los expertos, desde un metro y medio de longitud -los caimanes enanos de la selva amazónica-, hasta siete y medio metros del gigantésco cocodrilo de aguas saladas de los estuarios de Australia y Asia.
Las 25 especies que existen en el globo se acomodan a todo medio: tierra, mar, ríos y lagos, aguas dulces y saladas. Se arrogan la característica del desempeño versátil de los líderes del tercer milenio: todo terreno. Se mueven como un rayo en el agua, y en la tierra gatean o caminan en cuatro patas. Parecen cristales mágicos en movimiento sobre la arena radiante. Son previsores en virtud de que limitan su tamaño al espacio donde viven. Jamás tienen miedo y nunca entran en pánico. Posee buenos riñones y no desperdician el agua. Son los habitantes solitarios -aún quedan, en escasa cantidad-
del calcinado Cañón de Matmata en las áridas y hostiles zonas del desierto del Sahara, donde ponen en marcha su carácter previsivo pues aciertan cuando los lagos se secan y se van a otro próximo.
Son prácticos y están dotados de inteligencia excepcional como los gurús internacionales del liderazgo empresarial. La manera de atrapar y devorar la presa así lo indica. Sus dientes -treinta o cuarenta en cada mandíbula- son agujas que increíblemente no les sirven ni para mascar ni para cortar, sólo para atrapar la presa, a la cual acostumbran guardar bajo el agua, de tal manera que suavizan la carne y la desgarran suavemente y se la tragan entera, sin masticarla.
Presentan un excelso grado de especialización para su forma concreta y productiva de vida hasta el punto de que proyectan su visión paralelamente con su poder. Permanecen activos, aun en los períodos más críticos de la estación invernal. Poseen cuatro patas cortas y una cola larga y bastante musculosa. Los jóvenes son de color negro con franjas amarillas, y los adultos presentan una coloración oscura. Su promedio de vida alcanza 35 años en medio natural y hasta 50 en condiciones perfectas.
Así como el liderazgo de nuestros tiempos tiene que estar atento a la jugada y disponer de los medios de prevención inmediata, ellos tienen a su disposición una importante y estratégica red de alerta. Están dotados de sensores que detectan movimientos mínimos de presas en el agua. Son precavidos ante propios y extraños, pues producen sonidos, especialmente de baja frecuencia, con ayuda de sus cuerdas bucales que se distinguen claramente por debajo del agua.
Exteriorizan mensajes de distintos significados con sonidos guturales que permiten a cada animal reconocer a sus amigos y enemigos cuando los emiten. También pueden soltar gruñidos de respuesta a las llamadas de las crías y producen silbidos defensivos cuando advierten que se acerca un intruso. Acompañan los sonidos con determinados movimientos, el más destacado el de la cabeza o las mandíbulas sobre la superficie del agua, que expresan un golpe repentino y fuerte cuando las mandíbulas se cierran, seguido de un chapoteo con la cola elevada de un lado al otro del agua, para llamar la atención, casi siempre en la etapa de apareamiento.
Todos ponen huevos de cáscara muy similares a los de las aves. Construyen nidos con vegetación y barro y también excavan pozos en la arena de las riberas de su medio acuático. Las madres defienden ferozmente sus productos, los huevos, y algunas introducen sus crías en la boca para protegerlas.
El mundo globalizado, hoy más que nunca urge a los líderes a utilizar todas las fuerzas para nutrir la visión empresarial como cae el agua de arriba abajo, y para el modelo evidente, véanse los alimentos vivificantes al estómago de los cocodrilos. Los míticos animales ejecutan el ejemplo con precisión laudable. Para alimentarse, una vez han alcanzado su presa, aprovechan la fuerza de gravedad para pasar la comida, inicialmente de las mandíbulas al esófago, en segundo término sacuden el bocado basta colocarlo cómodamente entre las fauces, y prosiguen echando hacia atrás la cabeza, hasta que cae gravitatoriamente a la garganta.
Al hidrosaurio parece que nada le preocupa, aunque vive camuflado con su abrigo rugoso. Jamás se descuida. Nunca lo agarran por la espalda, como en ningún tiempo podrán sorprender así a un gerente precavido, instruido, ordenado y preparado en una poderosa multinacional. Sus movimientos en el agua, como los desempeños de los grandes líderes, son metódicos, organizados conforme a sus objetivos, armónicos y veloces. Se desplazan por medio de ondulaciones a cada uno de los lados de la cola, al mismo tiempo que sus extremidades continúan adheridas al tronco para delinear posiciones perfectas y reducir la fricción a su mínima expresión. Sus dóciles y firmes movimientos los hacen perfectos nadadores. Con la cola nadan rítmicamente y ella les sirve para capturar su objetivo arrastrándolo desde aguas poco profundas hasta zonas de mayor calado donde pueden devorar la presa con facilidad.
Como líderes intrépidos del tercer milenio, los cocodrilos jamás pierden la calma; precavidos y ambiciosos; manejan con libertad las corrientes-del mercado-; laboran organizadamente; se preocupan y defender con toda ferocidad sus productos-sus hijos-; son valientes; están atentos a cualquier jugada en el entorno; jamás sienten miedo; identifican a sus amigos y sus enemigos fácilmente; conocen y reconocen su objetivo; nunca ofrecen la espalda a los competidores o enemigos; ejecutan planes de alerta y de prevención; son precisos y metódicos en sus movimientos en cualquier medio; su presencia se advierte en la distancia; se desempeñan con igual facilidad en la multiplicidad de condiciones del planeta…
En definitiva, son líderes ejemplares en todo terreno.