Nanette Blitz: la amiga de Ana Frank que visitó Colombia

El 12 de junio Ana Frank cumpliría 87 años. Una amiga suya recuerda cómo se separaron en el momento de la deportación y su impensado reencuentro en un campo de concentración.
 
Nanette Blitz: la amiga de Ana Frank que visitó Colombia
Foto: Day Donaldson-Flickr(CC BY 2.0)
POR: 
Daniel Zamora

A pesar de haber vivido tan solo 16 años, la historia le dio un lugar especial a Ana Frank. El estremecedor relato que construyó mientras se escondía del asedio nazi durante la Segunda Guerra Mundial, quedó registrado en un diario que con incontables dificultades logró mantenerse a salvo, para que años más tarde, publicado inicialmente con el nombre “La casa de atrás” y luego como “El diario de Ana Frank”, se convirtiera en un poderoso testimonio que funge como píldora para no olvidar el Holocausto.

Nanette Blitz, una judía holandesa que actualmente tiene 89 años, fue compañera de clases de Ana Frank, luego se reencontró con ella en el campo de concentración de Bergen- Belsen y cuenta todo como si hubiera ocurrido ayer, aunque hayan pasado 71 años. Recuerda con lucidez que la persecución antisemita no solo comenzó con el despido masivo de judíos, sino que poco a poco fueron despojándolos de sus bicicletas, radios y todo lo que pudiera interferir con el plan de aislamiento.

Luego explica que se formaron consejos judíos, dirigidos por semitas seleccionados directamente por oficiales de la SS- militares nazis-. Su función era censar a los judíos de ciertas zonas e inventariar sus bienes para luego confiscarlos. En 1941, el consejo de Ámsterdam le pidió a todos los colegios de la ciudad que dijeran cuántos niños judíos tenían inscritos, y del resultado se formaron 25 colegios solo para ellos. En una de esas escuelas, el Liceo Judío, Blitz conoció a Ana Frank.

“Fue por pura coincidencia. Desde el principio entendimos que teníamos que ser amigos y apoyarnos tanto como fuera posible. Cuando la conocí me pareció una niña común y corriente, muy dinámica. Empezó a escribir en el colegio, hubiera sido una gran escritora”, revela Blitz. Durante el primer año había 20 estudiantes en el Liceo; al siguiente, solo 14. Nadie sabía qué había ocurrido con los otros 6, si los habían deportado o si se estaban escondiendo. En septiembre de 1943, Blitz y su familia fueron llevados al campo de concentración de Westerbork, al noroeste de Holanda.
Este campo de concentración no era de exterminio. Estaba lejos de ser como Auschwitz o Treblinka. Tenía colegios, tiendas y hasta un teatro. “La vida en Westerbork era una ilusión absoluta. Nosotros pensábamos que cuando nos deportaran a otro campo nuestra vida iba a seguir siendo igual. Fue totalmente falso”. La enviaron a Bergen-Belsen. “Allá la gente sí se moría, por el maltrato, enfermedades o hambre. El principal objetivo de los alemanes era matarnos de hambre y cuando hubo una epidemia de tifus ya nadie era lo suficientemente fuerte para resistirla. En Bergen-Belsen lo principal era mantenerse con vida”, añade.

Estuvo a punto de morir en dos ocasiones. La primera, en una de las cotidianas e inhumanas formaciones en las que los organizaban en filas, donde no importaba si llovía o nevaba y en las que a veces ni siquiera había otro fin más que el de exponerlos al clima por diversión. Un día la sacaron de la fila, cuando eso ocurría el augurio no era bueno “uno no sabía si lo iban a torturar, a deportar o a echar a los perros que estaban entrenados para matarnos”, relata. Por su mente pasó que la llevarían ante Josef Kramer, a quien llamaban la bestia de Bergen-Belsen, de quien se decía que repetía una y otra vez que entre más judíos muertos le llevaran, más feliz se ponía. Afortunadamente no sucedió nada para lamentar, solo unos gritos.

La segunda ocasión fue más sobrecogedora. También ocurrió mientras hacía fila, esta vez para beber agua. Un guardián la sacó a empujones y le apuntó con un revólver. Se quedó quieta, inmóvil, “que pase lo que tenga que pasar. No importa”, pensó. El guardia hizo un tiro al aire y se fue. “Tengo que decir que fue pura suerte”, confiesa.

Ana Frank fue deportada al campo 8 de Bergen-Belsen a comienzos de noviembre de 1944. Nanette Blitz estaba en el campo 7 desde febrero. Una cerca hecha con alambres de púas dividía la zona. Blitz creía haber visto del otro lado a Ana en varias ocasiones, pero no se aceraba por miedo a que le dispararan. En febrero de 1945 quitaron el alambre. “Me arriesgué para ir a buscarla a ella y a Margot-la hermana de Ana Frank- y las encontré. Nos abrazamos, lloramos. Fue un encuentro muy emotivo porque nunca pensamos en vernos ahí. Ana estaba en los huesos, yo también, estábamos esqueléticas”.

Ana le contó todo lo que había vivido en Auschwitz. Le habló de su esperanza por volver a ver a Edith Frank, su mamá. También le dijo que estaba escribiendo un diario y que después de la guerra sería un libro. Un mes después del reencuentro Ana murió.

El 15 de abril de 1945 el campo fue liberado por el ejército británico. Nanette recuerda que hubo gente que murió luego de que los militares les dieran agua y comida, “los cuerpos ya no podían digerir los alimentos”. Ella se enfermó de tifus y se recuperó a las pocas semanas. Regresó a Eindhoven, “su hogar”, entre comillas porque su familia había muerto, y su casa había sido ocupada.
“¿Qué haría a partir de entonces? ¿Cómo sería posible sobrevivir sola y sin dinero en un mundo que no era nada cordial con los sobrevivientes del Holocausto? ¿Tendría fuerza para aguantar todo ese peso adicional sobre mis hombros?… Era extraño retornar a Holanda después de lo que había sucedido. Parecía que habían pasado años y años desde que nuestra vida había dado un vuelco”, escribió Blitz en su libro Sobreviví al Holocausto, publicado en 2015.

Los años siguientes a la liberación los vivió en Holanda, con la familia de su madre. En 1951 conoció al húngaro John Koning, el ingeniero con quien se casó y mudó a Sao Pablo, Brasil, en 1953. Allí vive desde entonces y visitó Colombia para contar una historia que sucedió hace 71 años, en la que nos recuerda hasta dónde puede llegar la estupidez humana, y se suma a la colección de relatos acerca del genocidio judío, que como el de Ana Frank, perduran tan poderosos y desgarradores que podrán pasar otros 71 años, y estas historias, seguramente, no se colarán en el olvido.

         

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junio
10 / 2016