Cinco mitos sobre el fútbol femenino
Ana Cecilia Calle
1. El fútbol femenino no es fútbol, ni es femenino
El fútbol es roce, contacto y comprensión del espacio. Ninguna de estas palabras pertenece al diccionario tradicional del mundo femenino. Inclusive, la ley de algunos países le prohibió a las mujeres practicar el deporte: en el Reino Unido fue vetado en 1921; en Francia en 1932 y solo fue restituido hasta 1970 en ese país. En Brasil estuvo penalizado desde 1941 hasta 1979, pero su práctica se reglamentó solo hasta 1983.
La primera Copa Mundial de fútbol femenino se realizó en 1991, y la selección colombiana de fútbol femenino jugó su primer partido en 1998. Estamos hablando de un deporte que aunque se ha jugado desde que se instaló en Iberoamérica a principios del siglo pasado con o sin permiso, ha tenido una institucionalización muy reciente. Las mujeres hacían partidos en circos, a escondidas, y a veces eran arrestadas por la Policía. El primer álbum Panini de la Copa Mundo femenina salió en 2011, y circuló únicamente en Alemania
Ahora bien: el fútbol que jugamos las mujeres es igual al de los hombres. Tiene las mismas reglas, las mismas dimensiones de campo, el mismo número de jugadoras en todas sus modalidades. La marca Adidas creó el balón Conext 15 específicamente para la Copa Mundo femenina en Canadá de 2015. Es el primer balón hecho para el fútbol femenino. Antes considerarlo prueba de la desventaja del “sexo débil”, este balón, más ligero, es un reconocimiento una práctica cuyo auge implica ajustes que beneficien el cuerpo de las mujeres.
2. El fútbol no es un práctica natural de las mujeres y daña su cuerpo
Toda práctica deportiva, hecha con prudencia, técnica y conocimiento es benéfica para el cuerpo, y solo la ausencia de ejercicio perjudica, en general, a todos los seres humanos, hombres y mujeres por igual. La actividad física moldea el cuerpo, y la falta de ejercicio combinado con arrastrar la silla de rodachines de la oficina todos los días daña más las rodillas y “la figura” que correr detrás de un balón. También se considera poco agradable que las mujeres tengamos algo de masa muscular. En realidad, no hay nada más deseable para cualquier cuerpo que un poco de músculo que proteja las articulaciones, que ayude a quemar grasa más fácilmente y que funcione como último recurso de gasto de masa corporal en caso de enfermedad. No hablemos de los beneficios del juego colectivo, el compañerismo y la exposición al sol y al aire libre para niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres. Esto es válido para todos los cuerpos: el prejuicio es más usual en sedentarias y sedentarios.
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3. El fútbol femenino es una práctica minoritaria
Según la última encuesta de la FIFA en el 2014 hay más de cinco millones de jugadoras activas inscritas en ligas de la FIFA, sin contar con el millón y medio de niñas que juegan en clubes o torneos infantiles. En total, más de treinta millones de mujeres juegan fútbol en torneos de instituciones asociadas a la FIFA, sin contar con aquellas que lo practican regularmente en campeonatos no reglamentados por esta entidad. Aunque la cifras de hombres jugadores inscritos sigue siendo mucho mayor (120 millones), el país de las mujeres que juegan fútbol de manera regular ya es casi del tamaño de la población de Colombia. Y sigue creciendo.
4. No tiene apoyo institucional
Es cierto que el apoyo al fútbol femenino aún es exiguo: las jugadoras no reciben ni una décima parte del salario de los hombres por sus participaciones con las selecciones nacionales. En Iberoamérica, solo Argentina cuenta con un torneo profesional de fútbol. La FIFA aún ejerce prácticas institucionales denigrantes, como la comprobación de sexo por la que todas las jugadoras de la Copa Mundo de Canadá debieron pasar. El certamen se llevó a cabo en canchas de grama sintética, que genera daños en las articulaciones y quema la piel con el roce en las caídas. El mito del apoyo es quizá el único real.
Con todo, tanto entidades nacionales como internacionales hacen esfuerzos por visibilizar el fútbol femenino. La FIFA tiene dentro de sus metas 2015-2018 lograr que el número de jugadoras activas aumente de 30 a 45 millones. Con el actual crecimiento del deporte, este número se alcanzará pronto. En uno de los dos programas creados para este fin, las confederaciones y asociaciones reciben apoyo en competición, gestión, formación y promoción del fútbol femenino; en el otro, una campaña virtual y presencial #liveyourgoals lleva festivales de fútbol femenino alrededor del mundo para dar visibilidad al deporte. Y es que está bien. Quién no ha querido darle una patada a un balón alguna vez, jugar en un parque un domingo. Ver el balón lanzado al aire, ayudarlo a caer sobre el pasto, correr, tenerlo en los pies, dejarlo ir. Es deseable. Cuanta mayor la aceptación, más jugadoras, más tranquilas, menos juzgamientos.
5. Las mujeres no saben nada de fútbol
Algunas no sabemos tanto, otras sabemos más. Otras no sabemos. Hay hombres a los que no les gusta el fútbol. Otros se hacen los que sí. Algunos fingen conocimiento pero se enredan explicando la diferencia entre el puesto de Carlos Sánchez y el de Juan Guillermo Cuadrado en la selección. Hay otros y otras que pueden recordar la formación de Millonarios en el ochenta y seis. No es pecado. Como dice una amiga: “las mujeres ya no tenemos esas taras, y nos nos da pena preguntar si queremos saber. Y a la mayoría de los hombres y de mujeres que saben no les da pereza explicar”.