Johana Bahamón Gómez cambió en la cárcel con trabajo y teatro

Sandra Martínez
El artículo Johana Bahamón Gómez cambió en la cárcel fue publicado originalmente en Revista Diners Ed. enero de 2015
Una llamada telefónica cambió por completo la vida de Johana Bahamón Gómez. En septiembre de 2012 su celular sonó varias veces, era de un número desconocido y ella, desprevenida, contestó. Querían invitarla a ser jurado del reinado de belleza que se celebra cada año en la cárcel El Buen Pastor. Dijo que sí, sin pensarlo dos veces. “Nunca había ido a una cárcel, pero me llamaba mucho la atención”, confiesa la actriz nacida en Cali.
Veinticuatro meses después, ya no trabaja en televisión. Desde entonces, con una voluntad inquebrantable, se ha dedicado a visitar las cárceles del país, analizando con quién puede hacer alianzas y cómo puede ayudarles. Su vida gira en torno al tema carcelario. Y no es una exageración. El teléfono suena. Es un expresidiario que va a graduarse y quiere invitarla a la ceremonia de grado. Luego, su asistente le dice que una interna está por salir de El Buen Pastor y no sabe a dónde ir. “Que se quede en mi casa unos días”, dice.
Su hijo Simón, de seis años, fruto de su relación con el cantante Andrés Cabas, recibió la Navidad de 2013 en un patio de la cárcel de mujeres. Y para rematar, para su reciente matrimonio con el corredor de bolsa Juan Manuel Salazar –con quien se casó hace un año en una ceremonia privada–, “todo, desde el vestido de novia hasta los recordatorios los mandé a hacer en la cárcel”, dice con una sonrisa. Esta es la historia de su conversión.
La pasión de Johana Bahamón Gómez
Johana Bahamón Gómez tiene 37 años, estudió Administración de Empresas en el Cesa, lleva media vida actuando en televisión y nunca ha estado alejada de la polémica. En una camioneta cuatro por cuatro, camino a la prisión de La Picota, en el suroriente de Bogotá, cuenta que el día de aquel reinado le impactaron “los pocos medios que tienen las internas y las condiciones en las que viven, indignas para cualquier ser humano”.

Johana Bahamón Gómez estuvo junto a la actriz Salma Hayek en un foro internacional en Francia.
Por un momento, pensó en lo que pasaría si ella estuviera en ese lugar. Renunció a los tres meses de vacaciones que tenía, a su viaje planeado, a todo, y llamó a su profesora de actuación, Victoria Hernández, quien le propuso hacer La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, una obra que habla del encierro, pero también de la libertad del espíritu.
En diciembre de 2012 presentó esta obra en El Buen Pastor. “Hubo un respeto absoluto entre ellas, un silencio total, porque no tenían micrófono, y ante los aplausos, se transformaron”, recuerda Johana. Entendió que tenía que lograr que la gente viera esto. Ocho meses le tomó conseguir los permisos para que le dejaran llevar a las internas a otros lugares.
El tema de su trabajo carcelario saltó a los medios de comunicación cuando una guardiana demandó a Johana Bahamón Gómez por agresión. “Prefiero no hablar de eso, no vale la pena”, dice tajante. Sin embargo, ante la dimensión que tomó su proyecto, se dio cuenta de que no podía seguir financiándolo con sus propios recursos. Así que decidió renunciar a la actuación, se fue a estudiar Teatroterapia en Nueva York y creó en 2013 una fundación llamada Teatro Interno. Su esposo, Juan Manuel Salazar; su mamá, Mercedes Gómez, presidenta de Bancamía, y su papá, el empresario Héctor Bahamón, le ayudaron en esta titánica labor.
El siguiente paso fue más ambicioso. El Ministerio de Justicia la invitó a hacer parte del Comité de Dignidad Carcelaria, y le propuso replicar el modelo en todas las cárceles del país. “En Colombia existen 138 prisiones, que están divididas en seis regionales. Lo que se me ocurrió fue elegir una cárcel de cada región y hacer el primer festival de teatro”. La obra ganadora, El Monte Calvo, de la cárcel Vistahermosa de Cali, se presentó en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, en 2014.
El trabajo de la fundación
Hasta el momento la fundación, que recibe patrocinios de la empresa privada, ha beneficiado a 300 presos, ha tenido un impacto directo sobre 3.000 personas, y funciona en quince cárceles del país. Actualmente se enfoca en tres áreas: el arte en general –no solo el teatro–, razón por la cual la junta directiva le sugirió cambiarle el nombre. El trabajo, donde se organizan cursos de plan de vida, emprendimiento y educación financiera para los presos. Con este último curso esperan capacitar a más de 7.000 presos en 2015.
Asegura, además, que ya consiguió un banco aliado que les otorgará créditos cuando salgan de la cárcel, aunque prefiere no revelar aún el nombre de la entidad. Y la otra área es la de crecimiento interno, “un despertar de la conciencia”, dice, y que sirve de red de apoyo para las comunidades terapéuticas de las cárceles como la de La Picota, en Bogotá.

Soy Antígona es una de las obras del grupo de teatro de la cárcel de El Buen Pastor.
Gracias a este modelo de emprendimiento, en octubre pasado fue invitada a la décima edición de Women’s Forum For the Economy & Society, en Francia, en el que estuvieron personalidades de la talla de Christine Lagarde, presidenta del Fondo Monetario Internacional.
En febrero próximo asistirá al foro WoMan True North, en Guanajuato, México, donde estará con mujeres como Rigoberta Menchú, premio nobel de la paz, y Salma Hayek, actriz y miembro de las Fundaciones Kering y Chime For Change. “Este es un foro donde invitan a personalidades de distintos ámbitos y diversas partes del mundo que estén aportando algo a la sociedad. Estoy muy contenta, porque ya me han buscado de países como Panamá y Ecuador para replicar mi idea, y esta es una gran oportunidad para aterrizar varios ideales que tenemos”, asegura.
Los planes que tiene en mente son muchos. Durante este primer semestre del año se llevarán a cabo el segundo festival carcelario, que comenzará en abril, y un concierto de reconciliación y resocialización con los grupos de música de la cárcel La Modelo, que va a estar bajo la dirección del maestro Eduardo Cabas. Además, con el apoyo del Ministerio de Justicia, espera lanzar la primera casa del pospenado, en Bogotá, para que realicen un acompañamiento de las personas que recuperan la libertad.
La mujer antígona
Al otro lado de la ciudad –un día antes de la visita a La Picota– las quince internas del grupo de teatro de la cárcel El Buen Pastor presentarán su obra Soy Antígona, una adaptación de la tragedia de Sófocles, ante un auditorio de cien reclusas. Unas se maquillan, otras se disfrazan, otras se peinan en un pequeño salón ubicado en el patio principal. La obra comenzará a las diez de la mañana.
Victoria Hernández, cofundadora de la fundación Teatro Interno y directora de este grupo, fuma en el patio mientras las reclusas se arreglan. “Ya hicieron un clásico, La casa de Bernarda Alba, luego una comedia, Cuadros de amor y humor al fresco, y ahora es momento de hablar de lo que pasa aquí, por eso escogí una tragedia griega, que es Antígona, y la tejí con la tragedia que ellas viven a diario en este lugar”, explica.

Foto: Andrés Oyuela.
La obra iba a ser censurada, pero lograron llegar a un acuerdo con las autoridades carcelarias y no modificaron ni una sola coma. Hoy es la primera vez que se escenifica en esta cárcel, luego de presentarse en escenarios como la Defensoría del Pueblo.
Son las diez de la mañana y el montaje no está listo. Las guardianas dicen que van a aplazar la obra para un poco más tarde. Todas esperan impacientes. Quizás se presente al mediodía. Una de las protagonistas, Andrea Paola Rozo, sonríe. Justo hoy cumple 23 años, tiene dos hijas, una de cinco y otra de seis, y una condena de 13 años por hurto agravado calificado. Cuenta que lleva nueve meses en el grupo de teatro y que la experiencia le ha cambiado la vida.
“Cuando estás en este lugar crees que eres inútil, el teatro me hizo levantarme, y entender que no soy una mujer muerta en vida, que tengo una segunda oportunidad”, explica. Rozo asegura que Johana Bahamón Gómez está muy pendiente de todo, “estuvo en varios ensayos de Antígona, es como esa ficha que se mueve afuera para hablar con los altos mandos del Inpec”, dice.
“Este trabajo no ha sido fácil”, reconoce Victoria, quien está de mal humor porque la presentación de la obra fue cambiada, nuevamente, para las dos de la tarde. “Lo más complicado es que uno siente la indiferencia. Los prejuicios hacia estas mujeres son muy fuertes. Todo el tiempo te están bloqueando lo que quieres hacer con ellas”, asegura esta profesora, quien además de actuar en teatro y televisión ha preparado a decenas de actores de este país.
Más allá del teatro

Foto: Andrés Oyuela.
Johana Bahamón Gómez madrugó para entregarles regalos a los presos de la comunidad terapéutica de la cárcel La Picota. Está vestida con una chaqueta negra de capucha, un pantalón de cuero oscuro, tiene el pelo recogido, no lleva maquillaje. Al entrar al pabellón de máxima seguridad, los presos le gritan por las ventanas decenas de cosas. Ella permanece tranquila y los saluda con la mano.
Los 23 reclusos que están en esta comunidad tienen un lugar especial para rehabilitarse. Las paredes están pintadas de color, cada uno tiene una celda, y se emocionan al ver a la actriz. Ella pone los regalos en una esquina mientras ellos intentan escuchar una conferencia.
David Jiménez tiene 35 años y es uno de los miembros de esta comunidad. Fue habitante de la calle, adicto al alcohol etílico y condenado por intento de homicidio. Ahora arma las pulseras que Johana les trae de vez en cuando para ayudarles en su terapia. “Esto nos distrae, nos hace sentir útiles”, dice, aunque asegura que “la monita ya no viene tanto a la cárcel como antes”.
Ya es mediodía y es tiempo de dejar la cárcel. “Hoy soy una persona muchísimo más agradecida con la vida, con las oportunidades, con el trabajo. Estar en la cárcel es la mejor experiencia que he tenido”, concluye Johana Bahamón Gómez, sin que la duda aparezca en sus ojos por un segundo.
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