Bayi Retreat, un spa para la desconexión total en Quinta Camacho
María Iribarne
En una calle del barrio Quinta Camacho hay una casa con una puerta de madera. Todo parece normal hasta que la puerta se abre lentamente. Detrás, aparece una mujer joven vestida con un kimono azul petróleo con flores naranjas y amarillas. Me da la bienvenida y me invita a entrar. El lugar tiene una energía especial. Huele a esencias cítricas, hay varias velas encendidas y las paredes están en cemento pulido. Me siento en un sofá color hueso y me ofrecen una infusión frutal.
De fondo, se escucha una música relajante y tenue. El lugar se llama Bayi Retreat y es un spa que abrió sus puertas en septiembre del año pasado. Mientras bebo la infusión, lleno un cuestionario para responder preguntas sobre el estilo del masaje, la intensidad, las alergias o los inconvenientes que pueda tener. Subo las escaleras. En el cuarto hay también una ducha y un espacio para poner las cosas y colocarse una bata. Cuando estoy lista, toco suavemente una campana. Al poco tiempo, llega una mujer, a la cual llaman healer (sanador en inglés). Se presenta y lo primero que hace es ponerme, suavemente, los pies en una vasija y lavarlos con agua tibia. Me dice que es un paso importante para comenzar la sesión. Luego, el masaje relajante, y que desatará varios nudos en mi espalda, durará una hora y media.
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Me levanto como una persona nueva y me dirijo a la siguiente sesión en el cuarto contiguo: una terapia sonora. La terapeuta, una joven española, me dice que me acueste sobre la colchoneta y me ponga una cobija, porque es normal que pueda sentir frío durante la sesión. Comienza a tocar el gong, luego los cuencos tibetanos más cerca, el corazón late con mucha más fuerza. Sí, se siente frío, tengo ganas de toser; soy muy sensible con los sonidos, así que la sensación es extraña. Al final, me dice que como no estoy acostumbrada, debería venir a más sesiones, porque el sonido es muy poderoso y transformador, algo que creo profundamente.
La creadora de Bayi Retreat
Ángela Sotomonte es la creadora de este espacio. Esta mujer, administradora de empresas de formación y con un master en negocios de Moda, Diseño y Experiencia en la Universidad Luigi Bocconni de Italia, se enamoró, literalmente, del tema del bienestar en China, hace ya varias décadas atrás.
“Mis primeras experiencias de spa fueron en las instalaciones de los hoteles, cuando más que spa, ofrecían los servicios de la zona húmeda y en algunos casos, un masaje muy sencillo en cabinas. Al llegar a China y encontrarme con el concepto de un spa holístico, el impacto fue a todo nivel, desde el diseño de los espacios, concebidos para desconectar e inspirar, hasta el nivel de detalle de la ritualística: la bienvenida con el té mariposa, la suavidad y movimientos de las healers con sus gestos y lenguaje físico, sus vestidos y apariencia, la mística de los espacios y, sin duda, el nivel y cualidad de los masajes, nunca había recibido un masaje hecho de la manera como lo hicieron en ese lugar, era verdadera medicina, sanación y deleite”, explica.
Muchos años después decidió hacer su propia investigación y viajar a Tailandia.
“Pasé una buena parte de ese tiempo en Bangkok, visitando sus templos, hoteles, restaurantes, cafés, y evidentemente centros de bienestar y spas. Decidí tomar como centro esta ciudad, porque era importante entender cómo lograban crear experiencias profundas de relajación y bienestar, en medio del caos de una ciudad cosmopolita como Bangkok. Me impactó la abundancia a todo nivel: la cantidad de personas que disponen para los servicios; la diversidad y opciones para todos los estilos y gustos; el movimiento constante, todas las posibilidades de comidas, bebidas y experiencias, desde la comida callejera hasta cines de lujo con camas, neveras y buffets personales. En términos de mi investigación en templos, escuelas, espacios de bienestar y spas, me encantó la manera tan especial como las personas prestan su servicio, la disposición, entrega y las maneras delicadas y simbólicas con sus gestos y expresiones. Por otro lado, descubrir la base filosófica, medicinal e histórica que hay detrás de los masajes y otros procesos físicos de bienestar, me enamoró y me conectó profundamente”, asegura Sotomonte.
El complemento a este proceso de investigación y aprendizaje vino con las visitas a las islas del norte de Tailandia. También aprovechó para visitar otros países del sur de Asia: Malasia, Camboya, Vietnam y Laos, en los cuales, más que los tradicionales planes turísticos, quiso adentrarse en el día a día y entender la idiosincrasia, hábitos y costumbres asociados al bienestar, la longevidad y el estilo de vida de estos pueblos y culturas milenarias.
Rituales ancestrales
Años después de estas experiencias, sintió que era momento propicio para abrir un spa en Bogotá. Lo intentó justo unos meses antes de que comenzara la pandemia. Obviamente, tuvo que cerrar y ya cuando todo volvió a la normalidad decidió abrirlo en una nueva casa que se adaptó especialmente en Quinta Camacho.
La mejor forma de definir el concepto de Bayi (que significa bebé en indonesio) es la de los rituales ancestrales. “Nos inspiramos en los hábitos, costumbres, filosofías y la medicina esencial de culturas y pueblos milenarios y los enmarcamos en una experiencia cargada de detalles y diseñada para estimular cada sentido. Es precisamente esto lo que nos hace diferentes: el diseño interior, las fragancias, la luz, las texturas, el sonido, la simbología, el nivel del detalle, el servicio personalizado y bondadoso que resultan en una experiencia que transporta y que genera bienestar profundo de cuerpo, mente y alma, desde el momento que entras por su puerta”, dice.
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Actualmente, este spa ofrece siete tipos de masajes, que también llaman terapias de contacto, pues no se limitan a los masajes, sino que van acompañados de otros procesos, como exfoliaciones a base de café y panela, una hidratación con óleos naturales y un wrap en hoja de plátano (un proceso conocido como Banana Leaf Therapy).
También, entre otras cosas, ofrecen ceremonias inspiradas en los elementos esenciales: aire, fuego, agua, tierra, diseñadas para enfocar intenciones o marcar un momento; y una terapia con luz roja, enmarcada en un proceso de meditación muy profunda, la cual promueve la regeneración celular y la activación de la energía. “En un futuro cercano, esperamos poder ofrecer un circuito de crioterapia, baños calientes y sauna personal y una opción de huerta en una terraza que permita ver los techos de las casas del barrio”.