Jaime Beck, el colombiano que ayuda a refugiados a tener una mejor vida en Alemania

El colombiano Jaime Beck se dedica a enseñar alemán a miles de refugiados que llegan de Latinoamérica y Medio Oriente a la capital alemana. Diners conversó con él.
 
Jaime Beck, el colombiano que ayuda a refugiados a tener una mejor vida en Alemania
Foto: Desde 2015, Jaime Beck les enseña alemán a los refugiados en Berlín. Foto cortesía Cristian Kruppa /
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Óscar Mena

En 2015, Jaime Alberto Beck Fonseca, hotelero y chef de profesión, sintió que tenía que hacer algo por los refugiados que llegaban a Berlín. “Le dije a mi esposa que debíamos hacer algo, porque había filas de más de 400 metros y gente que dormía a la intemperie para no perder su lugar. Así que empaqué sacos, chaquetas, un celular y un computador, y me fui para allá”, recuerda Jaime Beck. 

Al principio, solo ayudó a organizar a los voluntarios. “Nunca se me pasó por la cabeza enseñar alemán porque tengo mala ortografía. Sin embargo, vi a una profesora de alemán, ya mayor, con tres tipos que venían huyendo de la guerra de Afganistán y no entendían un carajo; estaban entumecidos del frío, muy serios. En ese momento, me señaló y me dijo: ‘Hágase cargo usted porque yo ya tengo muchos estudiantes”, explica Beck.

El colombiano, que hoy en día tiene 68 años, entró al salón en la casa de refugiados del antiguo ayuntamiento de Wilmersdorf, abrió la ventana porque tenía calor y los refugiados empezaron a tiritar. “Sus primeras palabras fueron Sie sind heiß? oder sind sie kalt? (¿Tienen calor o frío?)”, acompañadas de una mímica que sus estudiantes captaron rápidamente. Beck no lo sabía, pero durante esa hora había encontrado su nueva profesión. 

Al día siguiente, los citó a una clase a las nueve de la mañana. “Cuando abrí la puerta del  salón, ahí estaban los siete de la clase y otros más. El grupo creció hasta tener veinte personas aprendiendo alemán. Y me gustó”, confiesa. 

Desde entonces, Beck, nacido en Yondó (Antioquia), que llegó a Alemania cuando tenía quince años, se convirtió en más que un profesor para los inmigrantes, a quienes escucha con plena atención y los hace parte de sus planes, como llevarlos a la Konzerthaus, la sala de conciertos de Berlín.

“Ahí me di cuenta de que la música clásica es un idioma en sí misma. Mis estudiantes estaban emocionadísimos; a unos se les erizaba la piel, otros lloraban. Hoy en día, voy al menos ocho veces al mes con ellos, porque ya me conocen y me dan entradas para llevarlos. A esto le sumo la visita a galerías y museos, donde logré que me prestaran una sala para hacer arteterapia con dos profesoras que ayudan tres veces a la semana, durante dos horas, con niños y adultos”, cuenta.

Más que una clase de alemán

Beck se pasea en bicicleta por Berlín para llegar con puntualidad a sus clases, las que, de vez en cuando, combina con tutorías en línea para estar con aquellos que no viven en Alemania. Con un café, una bandera colombiana y la réplica de una chiva, comienza sus clases explicando verbos del día a día y enseñando cómo utilizarlos en una tienda, la estación de metro o el hospital.

Todo en la clase fluye, ningún estudiante se queda sin participar y sin expresar sus sentimientos, necesidades ni el choque cultural de llegar a Alemania. Pero Beck intenta ayudarlos todo lo que más puede, no solo con el idioma: consigue bicicletas para las mujeres que huyen de Irak, computadores para los ucranianos o asesorías legales y médicas para los latinoamericanos y los afganos. Incluso a los que padecen de depresión por alejarse de sus raíces los lleva a cursos de prevención de suicidio. “El tema migratorio está en constante cambio, y a pesar de que una de las grandes ventajas de Alemania es la planeación que tienen para todo, son muy lentos para ejecutar”, dice Beck. 

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El colombiano no recibe ningún tipo de remuneración por sus clases. Foto cortesía Cristian Kruppa

Daniel Camacho, por ejemplo, cuenta que conoció a Beck por internet porque necesitaban viajar a Frankfurt para someter a su hijo a un tratamiento especial. “No contábamos con todos los recursos, pero afortunadamente él nos consiguió un alojamiento más económico, una terapeuta que hablaba en castellano —para entender mejor el tratamiento de mi hijo— y hasta el transporte del aeropuerto al hospital. Además, nos puso en contacto con la Fundación Colombia Camino de la Esperanza. Estamos muy agradecidos con él. Es un ángel para muchas personas”, dice. 

“Jaime está comprometido con la integración de los refugiados en Alemania. Siempre extiende su mano solidaria para ayudar a sus connacionales e inmigrantes en los procesos culturales y socioeconómicos para adaptarse a la cultura alemana. Incluye también todo lo que debe saber de las leyes, los derechos y los deberes. Siento mucha gratitud y admiración por su trabajo en Alemania”, asegura Martha Patricia Medina, excónsul de Colombia en Alemania.

Por amor a la gente

Así como siempre les dice a sus estudiantes que no es profesor, Jaime Beck prefiere dejar a un lado el término alemán ehrenamtlich, utilizado para referirse a los voluntarios en causas sociales. Y no es porque él no ayude, sino porque cree que es un término destinado a las señoras mayores que enseñan a tejer. Beck se ve como una persona jocosa y alegre, que disfruta la cotidianidad sin tener una obsesión por el dinero o el reconocimiento, porque le basta con el cariño de su familia y sus estudiantes.

“Jaime es muy consciente de los problemas por los que puede pasar un inmigrante, pues él sabe qué es estar totalmente desarraigado del hogar. Pero con su simpatía y amor por los demás, logra unir credos, culturas y pensamientos. Este colombiano ofrece todo lo que tiene sin conocerte, ofrece su tiempo a cambio de nada. Siempre les da la mano a los que lo necesitan, y eso, en un país tan extremadamente frío como Alemania, es una luz de esperanza”, dice la española Patricia Salas.

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El filántropo suele llevar a los inmigrantes a conciertos y galerías para que se integren mejor a la sociedad alemana. Foto cortesía archivo personal

En esto también coincide la afgana Farzana Hosseini, a quien en 2015 le negaron, junto con sus hermanos, unos cursos de alemán por no tener los papeles migratorios en regla. “El señor Beck fue muy amable en enseñarnos con señas y pantomimas. Nos divertimos y aprendimos el idioma, gracias a él le perdí el miedo al alemán y resolvimos todos los problemas que teníamos para legalizarnos en este país”, comenta.

Beck no recibe ninguna remuneración por sus tutorías presenciales y virtuales. Incluso cuando estudiantes colombianos le quieren dar algo, él no lo recibe, ya que siempre les recuerda que cuando aprendan sobre la cultura alemana y su idioma van a tener dinero para apoyar a otros. “A las clases llevo afiches de organizaciones que ayudan en el mundo, con el ánimo de que les donen a ellas y que puedan implementar sus talentos una vez que entren en el mundo laboral alemán”, comenta Beck.

Los valores de la casa de Jaime Beck

En Berlín, Jaime se siente orgulloso de su nacionalidad, pues pese a haber salido del país a los quince años, demuestra en cada acción la calidez colombiana. Todavía recuerda las palabras de su padre, el señor Walter Beck, quien lo impulsó a trabajar duro, ayudar siempre y ser agradecido.

“Creo que por eso soy así. Cuando éramos niños, mi hermano y yo llegamos a un internado para aprender alemán; luego, estudiamos cocina y nos fuimos a trabajar al Hotel Savoy, en Londres. Allá afronté muchos problemas, pero vivía agradecido por la oportunidad de hacer realidad este sueño, porque sabía que no muchos colombianos tenían esta oportunidad (…). Al final, sabía que debía adaptarme a la cultura a la que le podemos aportar nuestra energía, con una visión diferente de la vida y con nuestro humor, que se asemeja mucho al de los italianos y los árabes”, asegura.

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El colombiano junto a sus padres María Juliana Fonseca y Walter Beck, y sus hermanos. Foto cortesía archivo personal

Después se convirtió en cocinero y luego en hotelero, profesión que ejerció durante más de 40 años. Beck se hizo cargo del Vila Vita Burghotel, un hotel que transformó, y se convirtió en consultor de otros hoteles, resorts, hospitales y alcaldías. 

“Durante mi época laboral gané buen dinero. Empecé humildemente, y luego fui creciendo hasta cobrar lo que quisiera por mi trabajo. Hoy compro ropa de segunda, pago mi alquiler y vivo con lo necesario. A lo único que le invierto buen dinero es a viajar, porque me encanta conocer nuevas culturas y destinos que me ayuden a encontrar otras visiones de la vida. Suelo hacer un ayuno de doce días como parte de mi meditación, y de vez en cuando me como una yuca frita, una empanada con ají, un tamal y un jugo de mango”, puntualiza.

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octubre
6 / 2023