¡Salvemos al Rock!
Fernando Martelo
El rock, como buen animal que es, sigue las pautas de la selección natural y como consecuencia de ello se manifiesta en numerosas ramificaciones. Hoy hay tantos rocks como gustos: clásico, heavy, punk, folk… Este mes Suena lo ha convertido en una especie a la que hay que conservar pues no le faltan los enemigos que quisieran verlo extinguido.
Dice una canción que el rock existe porque Dios lo puso en el corazón de la gente, en el corazón de unos fanáticos que lo cuidan como un volcán al que no dejan apagar. Así ha sido y sigue siendo, y a eso se debe que se mantenga como la fuerza arrasadora que irradia el panorama musical desde mitad del siglo pasado.
En este país la pasión de los rockeros no fue reconocida verdaderamente, sino hasta hace relativamente poco, quizá coincidiendo con el cambio de siglo, cuando con el grito de “¡Queremos rock!” los colombianos lograron hacer respetar su gusto y preferencia por la música que ha definido los últimos 70 años del planeta, imponiéndose así al “racismo musical” con que los floripondios guardianes del statu quo manejaron las políticas de las ondas radiales y de los conciertos. Lo que era evidente en muchos países pasó por la censura en esta tierra del olvido.
Un caso típico fue el de la emisora Radioactiva concebida en sus orígenes como una emisora de rock, que es lo que actualmente es, pero que fue desviada hacia el pop baboso y dizque comercial durante buena parte de sus primeros años hasta que el grito explotó en sus narices: ¡Queremos Rock!
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Por eso, para los empresarios a quienes les ofrecieron Metallica fue una sorpresa cuando habiendo programado un concierto para cinco mil personas tuvieron que corregir y aumentarlo a cincuenta mil. Iron Maiden ha venido ya tres veces, Aerosmith dos, no vemos el momento de traer a los Rolling Stones, y Rock al Parque se consagró como el altar que oficia la pasión de los millones.
¡Queremos Rock!
Nuestro playlist de este mes celebra el continuo “regreso” o “renacimiento” de bandas como Black Sabbath (pronto) y Deep Purple, así como el embalsamiento de los Rolling Stones, the greatest rock’n’roll band in the world!, cuyos pasos siguen milimétricamente los U2. Ni qué decir de los aportes de grupos como Pearl Jam, Caifanes, Nirvana, Radiohead, Soda Estéreo, R.E.M. La lista se alarga a medida que se repasan los años.
Cada día aparecen nuevas bandas que vienen a ser una garantía de que tendremos buen rock para mucho rato. Algunas de ellas vienen con un aliento sostenido desde hace unos pocos años, entre ellas The Black Keys, Kings of Leon, Mumford & Sons, el nunca solitario Jack White, y la novísima Alabama Shakes.
El rock se declara a sí mismo algo más que un ritmo, se autoproclama como un ethos, como una forma de habitar el mundo, una cosmovisión y una filosofía de vida. Se ha valido de una estrategia de supervivencia basada principalmente en el grupo como formato todo incluido que le ha dado identidad, autonomía, autoafirmación y espacio para crear, innovar, explorar y experimentar; y como buena hija de Darwin, esta especie se autocorrige cuando se presentan desviaciones a su esencia tal como lo hicieron los Ramones y The Clash en su momento.
El mismísimo Carlos Vives no hubiera transformado el vallenato en el rock de mi pueblo sin una guitarra eléctrica y una batería, y la aterciopelada Andrea no hubiera sido la florecita rockera del Caribe atómico.
¡Viva el Rock para siempre!