Legado, de vuelta al origen
Revista Diners
Una puerta rosa, una pared impresa con flamencos y otra con hojas verde menta. Un universo cálido que invita a detallar cada objeto que hay en este nuevo restaurante, que abrió sus puertas el pasado 11 de septiembre en la zona G, al norte de Bogotá.
Su creadora, la cocinera Aileen Sasson, aparece con la filipina impecable, el pelo recogido y una sonrisa. Está en pleno servicio, pero se sienta para conversar sobre la inspiración de este nuevo sitio. “Creo que hacía falta en Bogotá un lugar de comida casera, con un poco más de nivel y en el que uno sepa qué es lo que se está comiendo. Siento que la gastronomía está tratando de inventarse más cosas, cuando ya todo está inventado. De ahí surgió la idea de volver a lo básico, a lo esencial, y de conectarse con la herencia familiar”.
Sasson aclara que no es chef. “Soy diseñadora de modas y productora de cine. Entré en el mundo de la cocina cuando monté hace seis años un restaurante inspirado en Nueva York y decidí dedicarme de lleno a esto”. Luego de la aclaración, cuenta que la carta está integrada, básicamente, por platos que le gustan mucho y que solía comer en su casa, como un churrasco encebollado con puré de papa y ensalada fresca de la casa o un risotto de setas y tartufo negro acompañado de ensalada de rúgula.
También incluyó recetas que preparaba su abuela, la Nani Margo, una mujer de raíces sirias, quien siempre cocinaba para su numerosa familia. “Como las empanadas, que duré mucho tiempo descubriendo cómo las hacía, porque no existía una receta con las medidas específicas. El proceso, además, es largo y complejo”, explica. Para todas sus recetas utiliza productos cien por ciento nacionales, a excepción de muy pocas cosas, que no se consiguen en el país.
Los postres son una parte importante de la carta. “Si van a romper la dieta, entonces que de verdad valga la pena”, dice. El ejemplo claro de esta afirmación está justo en una bola de chocolate marmolado rellena de helado de milo, crunch y fresas, a la que le riegan chocolate caliente por encima y se derrite, lentamente, o en una copa de churro relleno de helado con salsas de chocolate y arequipe. En cuanto a bebidas, hay una carta de vinos, ginebras y cocteles suaves y frescos.
Javier Coria, socio del lugar, asegura que la apuesta es el concepto de restaurante de barrio, que ha surgido con fuerza en varias capitales del mundo, como un espacio cálido, con comida bien preparada, pero sin las pretensiones ni los precios de la alta gastronomía, para que la gente que vive o trabaja cerca vaya con frecuencia.
“Es comida para el alma”, dice Sasson, prima hermana de Harry, uno de los mejores chefs del país. “Toda mi familia, incluyéndole a él, han venido al restaurante. He despertado los recuerdos de todos y ha sido muy bonito. Admiro su trabajo, no existe ningún tipo de roce, y nos ayudamos mucho”, finaliza.