Guía colombiana para viajar por Islandia
Claudia Arias
Islandia evoca en mí una dulce nostalgia. Me refiero a la Islandia invernal, blanca y negra, entre la nieve y las rocas, azul verdosa con cielos oscuros y de hondo contraste sobre un mar de igual calado; a la Islandia de noviembre en la que amanece sobre las diez de la mañana y el sol se oculta alrededor de las cuatro de la tarde; a la Islandia de vientos inclementes en la cual hay que tener con una mano la puerta del carro y con la otra sostener el gorro para no perderlo.
Foto: Antonio Galvis
También pienso en este país cuya oscuridad favorece el avistamiento de las auroras boreales, fenómeno que se da a lo largo de todo el año y a cualquier hora del día, pero se aprecia mejor en ausencia de luz. La oscuridad no se explica solo por el calendario y la ubicación geográfica, sino también por su población de unos 360.000 habitantes (y el doble de ovejas), la tercera parte de los cuales vive en su capital Reikiavik, dejando amplias zonas solitarias y sin luces que interfieran en la observación.
Foto: Antonio Galvis
Quizás sea el misterio que emana este lugar el que nos hace pensar que se trata de un país distante y remoto, pero lo cierto es que el vuelo desde Nueva York tarda solo cinco horas y hay promociones constantes; además, en los últimos años se han incrementado las rutas y aerolíneas, con opciones disponibles desde otras ciudades de Norteamérica y desde varias europeas.
Aterrizar en Keflavík, aeropuerto que sirve a la capital islandesa desde la península de Reykjanes, es mágico. Se ven campos de lava, cráteres, cavernas y termales, que dan la sensación de llegar a otro planeta o a la Luna. Muy cerca de allí se ubica la laguna Azul, uno de los balnearios geotermales más conocidos del país, que ofrece planes por horas, hoteles y restaurantes.
El centro de conciertos y conferencias Harpa fue diseñado por el estudio de arquitectura Henning Larsen y el artista Olafur Eliasson. Foto: Andrzej Fryda / Shutterstock
Dependiendo de su itinerario, puede visitar la laguna el día de la llegada o el último, justo antes de embarcarse en el vuelo de regreso y tras una relajante inmersión en aguas que llegan a los 39 °C.
Reikiavik, la capital
El centro tiene una fascinación particular y, sin duda, resulta la zona ideal para hospedarse. Pequeño como para recorrer a pie, es al mismo tiempo amplio en su oferta arquitectónica, cultural, culinaria y comercial. No hay que perder de vista que las motivaciones para elegir a Islandia como destino son más de tipo natural que urbanas. Sin embargo, hay algunos poco indulgentes con su ciudad, y si bien es una población pensada para utilizar el carro, el encanto que ofrece esta zona merece ser conocido.
Bryggian Brugghús ofrece hamburguesas artensanales, ideales para acompañar con las cervezas artesanales de la casa. Foto: cortesía Bryggian Brugghús
Con sus edificios bajos y coloridos, la mayor actividad comercial se concentra en la calle Laugavegur, que se recorre entre cafés, restaurantes, almacenes de música como 12 Tónar –con amplia selección de discos y literatura sobre rock–, tiendas de diseño, ropa –marcas locales como Icewear y 66°North tienen años de tradición en la elaboración de prendas para el clima islandés–, y artesanías como las de piel de oveja.
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Si el tiempo lo permite, vaya a la iglesia de Hallgrímskirkja y suba a su torre para observar la ciudad; visite el lago Tjörnin para alimentar los patos y alguna de las piscinas termales públicas. También vale la pena ir al Museo Marítimo Vikingo de Reikiavik, ubicado en una antigua planta congeladora de pescado, y al museo Saga, dedicado a la historia del país entre los siglos VIII y XVIII.
Borg, el primer hotel de lujo construido en Islandia, fue renovado recientemente y conservó su estilo art déco. Foto: Jonathan Ybema / Unsplash
El recorrido puede terminar en el antiguo puerto, que se ha renovado poco a poco, ha integrado restaurantes y comercio, y desde donde puede tomarse un tour para avistar ballenas.
Bryggian Brugghús es la primera microcervecería independiente en Islandia. Su diseño destaca su cultura pesquera. Foto: cortesía Bryggian Brugghús
Bordeando el mar se llega al Harpa, centro de conciertos y conferencias, que como una gran escultura refleja el cielo y el espacio del puerto. En su diseño participaron el estudio de arquitectura Henning Larsen y el artista Olafur Eliasson. Tras superar el abandono de sus obras por la crisis de 2008 y 2009, fue inaugurado en 2011 y en 2013 recibió el Premio Mies van der Rohe. Hoy es sede de la Orquesta Sinfónica de Islandia y de la Ópera Islandesa, además de símbolo de un país en el cual la música resulta fundamental.
La iglesia Hallgrímskirja es el edificio más alto de Islandia, con 74, 5 metros de altura. Foto: Joe Beda / Unsplash
Consulte la programación y compre algún espectáculo con antelación, pero si no tiene la suerte de coincidir, tómese un tiempo para recorrer el edificio por dentro y por fuera, de cerca y de lejos, desde todos los ángulos y deténgase en Epal, su tienda de diseño con creaciones nórdicas y europeas y en su librería Upplifun.
En 2009, el chef gunnar Karl Gíslasson abrió Dill, un restaurante enfocado en ingredientes nativos. Foto: cortesía Dill
Para comer está Bergmál, bistró bar abierto todo el día, o Kolabrautin, para una cena con una selección de ingredientes islandeses bien ensamblados con la cocina mediterránea; los noctámbulos pueden cerrar la jornada en alguno de los muchos bares del centro.
El Círculo Dorado y un poco más al este
Es tiempo de alquilar un carro, tomar un tour o aventurarse a recorrer el país en autobús. El Círculo Dorado hace su aparición como la ruta turística más popular, concentrada en la zona sur de la isla, que bordea el Atlántico Norte la mayoría del trayecto. Puede hacer una parte del recorrido en un día y regresar a dormir a Reikiavik, pero nada se compara con adentrarse en los paisajes y juegos de sonido y silencio que ofrece la Islandia rural. Además, visitar la laguna glacial Jökulsárlón, ubicada a 380 kilómetros de la capital, amerita el viaje más largo.
La cascada Gullfoss es una de las más visitadas del país. Foto: Mahkeo / Unsplash
Nosotros visitamos el Parque Nacional de Thingvellir. Nevaba y el entorno era blanco infinito; el lugar de fundación de la moderna república de Islandia en 1944 es hoy un espacio natural con arbustos cubiertos de nieve y pequeñas elevaciones desde donde vimos el horizonte con el mar de fondo. El siguiente destino fue Gullfoss –en islandés cascada Dorada–, inmensa y poderosa, con sus dos saltos de 11 y 21 metros y 20 metros de ancho, una cantidad de agua difícil de ver reunida en una caída.
La laguna Azul es uno de los balnearios geotermales más conocidos del país. Antonio Galvis.
El recorrido por el sur nos llevó también al Grand Geysir y al géiser Strokkur, fuentes termales que emiten cada tanto columnas de varios metros de agua caliente y vapor al aire (hasta de 100 °C), un fenómeno natural que no existe en muchos lugares de la Tierra, muy presente allí.
Continuamos hacia el este pasando por el volcán Eyjafjallajökull –cuya erupción en 2010 ocasionó una nube de ceniza que obligó a suspender el tráfico aéreo en Europa–; por la pequeña población de Vik, con sus interminables playas de arenas negras, y seguimos hacia la laguna glacial Jökulsárlón, para apreciar el negro de sus playas en contraste con los azules y verdes de sus aguas y sus icebergs, un entorno de insólita belleza.
Durante el recorrido en carretera es normal encontrarse con casas de madera. Foto: Antonio Galvis
Los fiordos y el norte
Conocer Islandia incluye estar dispuesto a desplazarse por tierra, la mejor manera de profundizar en su característica naturaleza. Julio Rodríguez, el guía español con quien viajamos al norte y los fiordos del oeste, afirma que esta es una de sus regiones favoritas, cuyos parajes naturales suelen estar menos atestados de turistas en comparación con los del sur. Y al ser un lugar más remoto y oscuro, resulta el escenario ideal para ver las auroras boreales –aunque allí no contamos con tal suerte.
El avión abandonado de Sólheimasandur se encuentra en una playa de arena negra desde 1973. Foto: Antonio Galvis
Mientras conducíamos hacia el hotel Heydalur en los fiordos del oeste, la ruta nos sorprendía con sus montañas rocosas, de las cuales asomaba en cualquier momento un trol o un elfo –más de la mitad de la población cree en los denominados personajes ocultos, de quienes se dice que se esconden en las montañas desde la llegada de los vikingos en el siglo IX–. Esta mitología cobra sentido al mirar con detenimiento las formaciones rocosas que dan vida a diversas figuras: una cabeza gigante de inmensa nariz y orejas, un cuerpo gordo, en fin, basta dejar a un lado la razón y conectarse con el entorno para darle cabida a un mundo de fantasía que le suma magia al país.
La cascada Goðafoss, más conocida como la cascada de los Dioses es una de las más famosas de Islandia. Foto: Trevor Cole / Unsplash
Una Islandia más rural que nos llevó al cráter Grábrók, de 170 metros de altura, y el mayor de tres cráteres en un pequeño cañón volcánico, desde donde se obtiene una impresionante vista panorámica. Dos días de hospedaje en la sencilla pero acogedora finca hotel con su propio baño geotermal y un verdadero concepto de la granja a la mesa en su restaurante, resultaron reconfortantes.
Camino a Suðureyri nos topamos con focas a la orilla del mar; Ísafjörður, uno de los pueblos más pintorescos de la región, y Bolungarvík, bien podrían escenificar Trapped, disponible en Netflix, aunque esta serie fue rodada en Siglufjörður.
En Islandia hay 600000 ovejas, es dedir, el doble de habitantes. Foto: Antonio Galvis
Rumbo a Akureyri, capital del norte, vale la pena detenerse en el Museo Glaumbær, que recrea una antigua granja islandesa. Con sus casi 20 mil habitantes, Akureyri cuenta con una completa oferta de comercio y restaurantes que ameritan quedarse un par de noches, y desde allí desplazarse a otras locaciones en un país que parece no tener límites en cuanto a accidentes geográficos. Cerca se ubican la catarata de Dettifoss –la más caudalosa de Europa– cuya imperiosa fuerza intimida; el lago Mývatn –con más acción en verano– y la zona geotermal de Hverir. Air Iceland Connect tiene vuelo a Reikiavik al cierre de la aventura nórdica.
Landmannalaugar, ubicado en las tierras altas de Islandia, tiene uno de los paisajes más increíbles.
De regreso a la capital islandesa nos topamos con la cereza del pastel de un viaje memorable. Joaquín Linares, nuestro otro guía español, nos llamó para decirnos que había mucha actividad en el cielo –ellos monitorean constantemente la presencia de las auroras boreales–; nos recogió para salir de la ciudad, pero era tal la intensidad de estas bailarinas del norte, que nos detuvimos en medio de un barrio para apreciarlas; el cielo era verde y se movía como nunca habíamos visto antes.
Lacaída del agua de la cascada Seljalandfoss es de 60 metros de altura. Foto: Antonio Galvis
Muy abrigados seguimos unos diez minutos más, dimos la espalda a las luces que aún iluminaban y miramos hacia el cielo, allí seguían. Nos sentamos con el cuello en diagonal asombrados con este regalo de la naturaleza, no sé cuánto tiempo, media hora quizás, lo que el cuerpo resistió el frío; allí seguían cuando partimos, más porque había que volver que por el deseo de abandonar este teatro al aire libre.
La Svartifoss o cascada Negra se encuentra en el Parque Nacional Skaftafell, fundado en 1967. Foto: Cassie Boca / Unsplash
Era el último día de nuestro segundo viaje a Islandia, tras un primero en el cual las auroras apenas asomaron tímidas. Nos marchamos a nuestro pesar y queriendo regresar siempre. Hay viajes de viajes, Islandia permanece en nuestro corazón.
Algunos de los ciudadanos deciden vivir lejos de la capital, rodeados de paisajes impresionantes. Foto: Antonio Galvis.
Guía de Reikiavik
Dónde dormir en islandia
Consulate Hotel Reykjavik, Curio Collection by Hilton. Pequeño y acogedor desde la fachada de su edificio de tres pisos, combina lo clásico y lo contemporáneo. Cuenta con spa, gimnasio, restaurante y un bar en el vestíbulo.
Center Hotels. Esta cadena ofrece siete alternativas, entre tres y cinco estrellas, en el centro de Reikiavik, todos muy recomendados, de diseño contemporáneo y con todas las comodidades.
Hotel Borg. El primer hotel de lujo construido en Islandia es hoy propiedad de la cadena local Kea, que tras renovarlo conservó su aura de art déco. Algunas de sus habitaciones miran hacia la plaza del Parlamento y cuenta con un completo spa.
Icelandair Hotel Reykjavik Marina. Ubicado en el barrio 101 del puerto de Reikiavik está justo frente al mar, lo cual le brinda un encanto particular. Además, su diseño interior resulta muy atractivo.
Dónde comer en Islandia
Café Loki. Justo en frente de la iglesia Hallgrímskirkja, ofrece comida casera tradicional islandesa. Si es de paladar atrevido pruebe el hákarl, famoso plato fermentado de tiburón; además tiene buen café y para acompañar hay helado de pan de centeno cubierto con dulce de ruibarbo.
Svarta Kaffid. El frío invita a disfrutar de las sopas que se preparan en este café familiar, con opción de carne tradicional –que suele ser cordero– y vegetariana. Servidas en una hogaza de pan, se pueden disfrutar con un vaso de cerveza local.
Dill. Uno de los restaurantes de alta cocina más tradicionales, donde además de comer bien los clientes disfrutan de una gran experiencia e ingredientes de la cocina nórdica clásica preparados con cuidadas técnicas.
Sjávargrillið o Fish Market. Propuesta del cocinero Gústav Axel Gunnlaugsson, oriundo de Húsavík, un pequeño pueblo pesquero del norte, quien, tras viajar por el país para descubrir sus sabores, se instaló en la capital donde presenta sus hallazgos con el aporte de su mirada personal.
Bæjarins Beztu. Puesto callejero de perros calientes establecido en 1937, que recuerda que este es uno de los bocados favoritos de los locales. Su salchicha de carne de cordero va en el pan tradicional, con salsa de tomate, mostaza dulce de Islandia, cebollas fritas y crudas y mayonesa con pepinillos.
Hlemmur Food Hall. Espacio tipo plaza o mercado como los que se han popularizado tanto, ofrece una decena de opciones de precios diversos y un gran ambiente. Muy recomendada es la panadería Braud and Co., con varias sedes en Reikiavik.
Dónde ir de copas en Islandia
La popularidad de las cervezas artesanales ha traído consigo bares dedicados a las mismas. Estos son dos de los más recomendados:
Kaldi Bar. Una de las cervecerías artesanales más populares de Islandia tiene ahora su propio bar en el centro de Reikiavik.
Bryggjan Brugghús. Fábrica de cerveza junto al museo marítimo y el puerto. Ofrece tour cervecero y cuenta con bar y restaurante.