Tres ríos para practicar rafting o canotaje en Colombia
Mauricio Ánjel
Este artículo, titulado Tres ríos para practicar rafting o canotaje en Colombia, fue publicado originalmente el 23 de septiembre de 2013
En Colombia hay más de siete ríos de gran caudal y fuertes rápidos, con rutas acondicionadas para la práctica del rafting. Los más reconocidos y navegados de manera recreativa y de competencia son el río Fonce, en San Gil, Santander; el río Negro, en Tobia, Cundinamarca, y el río Chicamocha, en Santander. De los tres, este último es, sin duda alguna, el más espectacular de todos los que existen para la práctica del rafting o canotaje en Colombia. No solo por sus fuertes rápidos cargados de máxima adrenalina, sino por la magia y encanto del paisaje que ofrece el cañón del Chicamocha, el más grande de Colombia y uno de los más importantes de América.
Vamos en orden descendente. El río Fonce fue el primero en animar a los colombianos a arriesgarse a la aventura. En sus aguas turbulentas, en sus rápidos de categoría 3 y 4, los colombianos nos enteramos por primera vez de la existencia del rafting y sentimos el vértigo de estar a merced del río y ser capaces de dominarlo con los remos y los botes para ocho personas bajo la voz de un líder o guía.
Su importancia fue tal que luego de vivir la experiencia del río Fonce la aventura extrema se popularizó en el país. Gracias al liderazgo de la empresa Ríos y Canoas, el río que baña el parque El Gallineral de San Gil se convirtió en el destino ideal de los primeros aventureros y posicionó a Colombia entre los setenta países del mundo que realizan este tipo de aventura.
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Hoy San Gil cuenta con más de cincuenta instructores de turismo de aventura y realizar allí canotaje es una experiencia segura y llena de emociones. El río Negro pronto cobró importancia. En sus aguas oscuras que generan decenas de remolinos y en épocas de invierno crecen hasta convertirse en una especie de montaña rusa, los que residimos en Bogotá tuvimos la oportunidad de experimentar la sensación de la aventura en el agua a menos de dos horas de la capital. En los municipios de Nimaima y Tobia floreció una industria de propuestas de aventura que hizo del río oscuro un destino obligado y permitió el nacimiento de otras opciones como el descenso en cuerda por cascadas, caminatas ecológicas, rappel, ciclomontañismo y kayak.
Al igual que sucedió en San Gil, las dos poblaciones de Cundinamarca se han valido de sus ríos para atraer nuevos ingresos. Pero hay que decir que el líder en materia de aventura es el río Chicamocha.
Tanto es así que los que llegan a él van decididos a vivir una aventura extrema y completa que les permita tanto disfrutar de uno de los paisajes más bellos de Colombia como de una experiencia cargada de adrenalina. De hecho existen planes de aventura de uno, dos o tres días para navegar este gran río que cruza los departamentos de Boyacá y Santander.
Para ello, las empresas operadoras deben contar con una gran logística para afrontar la expedición, que inicia en el sector conocido como El Pescadero, en el corazón del cañón del Chicamocha, en el que los aventureros se embarcan en una espectacular experiencia a través de jornadas de seis horas diarias aproximadamente, que los lleva a pernoctar a orillas del río, acompañados del más bello de los paisajes.
PARA ESCOGER
Otras opciones son los ríos La Vieja y Barragán en el Quindío y la del río San Juan en Antioquia, que ofrecen la opción del balsaje en guadua y también la del kayak. Sea cual sea su elección, no se preocupe: en rápidos, Colombia está a la altura de los grandes. Y sus ríos le proporcionarán el vértigo y la emoción de las grandes aventuras.
Agua abajo
En Colombia contamos con grandes y caudalosos ríos. Estos ofrecen en sus entrañas fuertes rápidos, desde el nivel intermedio 3 y 4, hasta aquellos para expertos, de nivel 5 y 6, que retan a los más osados aventureros.
El rafting se practica en botes inflables con capacidad para ocho personas, que deben contar con quipo certificado como chaleco salvavidas, casco y remo.
El rafting se puede practicar sin tener experiencia, incluso sin saber nadar. Lo indispensable es contar con un guía certificado que debe estar acompañado y apoyado por un kayak de seguridad, que se encarga del rescate.
Los precios oscilan entre cincuenta mil y ciento veinte mil pesos, de acuerdo con el recorrido.