Las ballenas llegan a la Patagonia

POR: Giovanny Gómez
 / agosto 13 2012
POR: Giovanny Gómez

Es igual en toda la Patagonia argentina. Y Puerto Madryn no es la excepción. El viento acá sopla mucho, casi todo el tiempo. A veces, es suave y manso como una caricia. Y otras resulta una navaja fría en la cara. En algunas ciudades, como Comodoro Rivadavia, puede llegar a más de cien kilómetros por ahora y arrancar la puerta de un auto como quien deshoja una margarita.

En Puerto Madryn, una ciudad patagónica fundada por inmigrantes galeses en 1865, ocurre algo excepcional, algo que convoca cada año a miles de turistas de todo el mundo. A estas costas del Golfo Nuevo, unos dos mil ejemplares de la ballena franca austral llegan para aparearse y cuidar a sus crías. La temporada va de junio a diciembre.

Entre septiembre y octubre, los ejemplares pueden verse desde la costa o desde la ventana del hotel, sin necesidad de embarcarse. Pero mejorar aventurarse a tomar el barco e ir en busca de estas bestias que pueden llegar a pesar 40 toneladas.
A unos 90 kilómetros de Puerto Madryn, el pequeño poblado de Puerto Pirámides (400 habitantes) es el único lugar autorizado desde donde salen las excursiones de avistaje de ballenas. Son unas seis empresas que operan y todas ofrecen un servicio similar: paseo en cómodas lanchas de unos 90 minutos de duración, con avistamiento asegurado en los meses de temporada. El precio de la excursión ronda los 90 dólares.

Aunque el sol está ofreciendo su luz mayor, el día está helado. Todos los pasajeros nos subimos al barco, reparten unos salvavidas por las dudas y Stephen Johnson toma un micrófono. Nació en los Estados Unidos y hace diez años que vive en este pueblo de la Patagonia. Hace el viaje varias veces por día, pero dice que nunca se cansa de ver ballenas y que en cada travesía aprende algo.
La lancha avanza rápido. El capitán se comunica con otros barcos que salieron anteriormente para saber dónde están los ejemplares.

Stephen Johnson aprovecha el tiempo libre para contar algunas características de la ballena franca austral. Dirá que las callosidades en la cabeza son como las huellas dactilares de los seres humanos, que permiten la identificación individual de los animales. Dirá que, a diferencia de los delfines, las ballenas son solitarias. Y que ahora las veremos en pequeños grupos de cópula o en unidades madre-cría. Dirá que la gestación dura doce meses, de la que sale una sola cría, que será amamantada por doce meses y luego estará con su madre dos años más.

Con humor, Stephen sabe dar algunos datos “escabrosos”, de esos que siempre llaman la atención y generan bromas entre los turistas. “¿Ustedes saben cuánto mide el pene de una ballena franca austral?”, lanza al auditorio, que hasta ese momento iba en silencio, quizá por esa abstracción que generan los paisajes bellos. “No sabemos”, respondió la mayoría y otros lanzaron una medida errónea. “Puede llegar a los 2,40 metros de largo y eyacular hasta siete litros de semen”, informó. “Si alguna vez se sintieron importantes sexualmente hablando –agrega con una sonrisa- ya saben que estos animales son mucho más poderosos que nosotros”.

A los pocos minutos, cuando la ansiedad de los tripulantes crecía, Stephen estiró el brazo, como si fuese un Colón que señala el horizonte por conquistar y lanzó: “Ahí hay una madre con su cría”. Nadie veía nada. Con tantos años en el oficio de guía ballenero, es capaz de distinguirlas a kilómetros de distancia. El estadounidense no es el único experto a bordo. El capitán debe seguir un protocolo internacional de navegación para la aproximación y avistaje de ballenas, con el fin de hacer una excursión segura. En Madryn circulan leyendas de pilotos intrépidos que se acercaron imprudentemente a una ballena y jamás fueron encontrados.
Finalmente, ahí están la madre y su cría. Se ve de lejos el lomo negro y las callosidades. Algunos disparan fotos apenas las divisan, como si el placer de registrarlas fuese mayor que el “live”. El barco se acerca a una distancia que cualquier madre consideraría imprudente. Justamente, esta variedad de ballena se llama franca porque es la más fácil de capturar. Se mueven lentas, muy cerca del barco.

Pero no solo hay ballenas en Puerto Madryn. A menos de dos horas de la ciudad, está Punta Tombo, la mayor reserva de pingüinos de Magallanes de la Patagonia. El lugar es una franja pedregosa, de tres kilómetros de largo, que se adentra en el océano. Cada año, más de un millón de estas aves se dan cita en este lugar para aparearse y tener sus crías. El recorrido se realiza a través de unos deck de madera y la caminata puede ser “interrumpida” por las miles de aves que circulan en su hábitat. Otros animales que se divisan son lobos marinos, toninas, gaviotas australes, skúas, cormoranes y petreles.

Cuando los viajes terminan y pasa el tiempo, quedan pequeñas escenas, como si la felicidad fuesen necesariamente momentos de algunos pocos segundos. Ahí está la clásica imagen de la cola como si fuese una vela. Luego el lomo. El salto bestial y el ruido de plash que provoca la caída del cuerpo. El chorro de agua que sale expulsado como spray cuando la ballena respira. Y la sensación de ser un minúsculo punto en un mar lleno de criaturas maravillosas.

INSCRIBASE AL NEWSLETTER

TODA LA EXPERIENCIA DIRECTO EN SU EMAIL
agosto
13 / 2012