Milán y Turín, dos destinos por conocer
Mikel González
La capital de Lombardía, Milán, será la ciudad encargada de recibir Expo 2015, y los italianos no han escatimado esfuerzos para convertirla en una gran edición. El escenario de la feria, que abarca más de 150 hectáreas en el noreste de Milán, estará inspirado en una clásica ciudad romana, con avenidas simétricas y un lago artificial. Allí, los más de veinte millones de visitantes que se esperan recibir en el segundo semestre del año podrán disfrutar no solo de la exquisita comida local, sino de la oferta cultural y gastronómica de los 175 países que participarán en este evento.
En esta oportunidad, el lema de la exposición es un asunto de interés global: “Nutrir el planeta, Energía para la vida”. Se dará especial relevancia a lo genuino y lo autóctono, y la idea consiste en abarcar diferentes aspectos de la alimentación, desde las hambrunas hasta la educación alimentaria o los organismos modificados genéticamente. Una de las metas es buscar soluciones para la erradicación del hambre, la sed y la malnutrición a nivel mundial.
La ciudad lleva años preparándose para este acontecimiento, y en torno a él girarán centenares de eventos y actividades. Entre ellos se destaca La Grande Madre, una muestra organizada por Massimiliano Gioni –curador del New Museum de Nueva York y de la Bienal de Venecia de 2013–, que tendrá lugar en los majestuosos salones del Palacio Ducale. La exposición reunirá obras de arte, históricas y contemporáneas, que han sido inspiradas por la representación de La Madre. A lo largo del recorrido, esta figura será revelada desde diferentes puntos de vista para explicar cómo su significado ha estado siempre ligado al tema de la nutrición.
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Quienes decidan viajar podrán aprovechar la enorme riqueza cultural de Milán y Lombardía. En la capital aguardan monumentos como el Duomo, la basílica de San Ambrosio, el Teatro alla Scala o museos como el del Novecento, la Pinacoteca de Brera o la Biblioteca Ambrosiana.
También se encuentra el maravilloso Cenáculo Vinciano, construido en Milán a partir del año 1463 y reformado por Bramante a finales del siglo XV, el conjunto arquitectónico del convento de Santa Maria delle Grazie alberga en la pared norte de su refectorio una obra maestra sin parangón en el mundo: el fresco de La última cena, pintado entre 1495 y 1497 por Leonardo da Vinci.
Alojarse en Milán durante la Expo supondrá un gran placer. Si quiere perseguir el mito y dormir donde antes lo hicieron Callas, Onassis, La Tebaldi o Verdi, reserve una habitación en el Grand Hotel Et de Milán. Si lo suyo es la moda y el diseño, no lo dude, el Bvlgari o el Armani, hoteles donde brilla el exquisito buen gusto de ambos imperios italianos, serán su mejor opción. El primero tiene un bar ideal para disfrutar de uno de los aperitivos de su carta en un hermoso jardín. Para una experiencia tan lujosa como tradicional, están el Four Seasons, el Principe di Savoia y el Carlton Baglioni.
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El Duomo de Milán es una de las grandes maravillas de la ciudad.
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Comer es un asunto serio en la ciudad más cosmopolita de Italia, y como de comida va esta Expo, los restaurantes milaneses serán punto de encuentro. Muchos querrán lograr una mesa en el sofisticadísimo Armani/Nobu, donde la gastronomía japonesa del brillante Nobuyuki Matsuhisa abraza la comida mediterránea. Con estrellas Michelin, Il Luogo di Aimo e Nadia son especialistas en comida toscana. Da Giacomo Bistrot y Langostería Bistrot constituyen la mejor apuesta para quienes les gustan los mariscos. Cracco no decepciona, y menos todavía su novísimo local industrial ubicado en una antigua serrería: Carlo e Camilla in Segheria. Aquí, Carlo Cracco estalla en creatividad, destacando la barra de cocteles, probablemente una de las mejores del mundo.
Si se aloja en el Four Seasons, no se pierda Il Teatro, un restaurante que alcanza cotas elevadísimas. Y no se marche de Milán sin degustar los platos de Claudio Sadler. Para la petite faim, nunca fallan la maravillosa y clasiquísima Trattoria Masuelli, la minúscula y verdiana Salsamentaria di Parma, o el secreto il Kaimano, ubicado al lado de la Pinacoteca di Brera.
A las afueras
Si siente la necesidad de salir de la gran ciudad por algunas horas, el lago de Como –a cuarenta minutos de Milán en carro– es una escapada que merece la pena aunque solo sea por alojarse en la monumental Villa d´Este, el centenario Grand Hotel Villa Serbelloni, el Grand Hotel Tremezzo o el Casta Diva Resort. Restos de una época donde el dolce far niente era la regla, y no la excepción. Tomando un Spritz (Aperol, prosecco y soda), un Bellini (durazno blanco y prosecco) o un Negroni (gin, Campari y vermú), el tiempo se ralentiza, y las prístinas aguas comienzan a narrar románticas historias sobre Bellagio, la ciudad más bella a orillas del lago.
La realidad es que Milán tiene algo para todo el mundo, el secreto radica en saber buscar. Se trata de una ciudad para descubrir, llena de sitios escondidos, pequeñas callecitas por donde uno puede perderse y llegar a lugares maravillosos, inimaginables, que nunca pensó encontrar. Este año está en su mejor momento y bien merece la pena hacer parte de esta fiesta, única e irrepetible.