Bajo las entrañas de Colombia: cinco cuevas increíbles para visitar

El bogotano Juan Carlos Higuera lleva más de 20 años explorando cuevas y cavernas. A Diners le contó su historia, así como los cinco espacios geográficos de este tipo para conocer en el país.
 
Bajo las entrañas de Colombia: cinco cuevas increíbles para visitar
Foto: La cueva de la Tronera, en Santander, es el lugar donde Higuera encontró los restos arqueológicos de osos perezosos gigantes. Foto Juan Carlos Higuera /
POR: 
Simón Granja

La vida de Juan Carlos Higuera cuelga en el abismo, sostenida por apenas tres frágiles hilos. El roce contra la piedra molió la cuerda, la cual está a punto de romperse por completo y amenaza con precipitar al experimentado espeleólogo desde una altura de 60 metros. Él es el último en subir. Mientras tanto, sus compañeros de expedición ya están arriba en las camionetas, ajenos al hecho de que su profesor y guía podría enfrentar la muerte en cualquier momento. 

A pesar de las reiteradas advertencias de Higuera para que pusieran el protector de la cuerda, inexplicablemente no lo hicieron; por eso él está ahí, colgando. En medio de esta crítica situación, busca desesperadamente una solución. A su alrededor vuelan cientos de guácharos, unas extrañas aves que habitan en esta caverna y emiten un ruido geolocalizador similar al de los murciélagos. Ellas son la razón por la cual la caverna recibe el nombre del Hoyo de los Pájaros. 

Esta caverna, ubicada en Mogotes (Santander), se distingue por albergar una vegetación peculiar que solo se desarrolla en las áreas iluminadas, como helechos y otras plantas de tallo delgado que no ofrecen un agarre viable. 

Hoyo de los pájaros cueva Colombia
Desde el interior del Hoyo de los pájaros se alcanzan a ver nítidamente las estrellas. Foto Juan Carlos Higuera

La primera opción que tiene Higuera para sobrevivir es la cuerda de respaldo, un recurso de seguridad que los espeleólogos dejan colgando para situaciones como la que enfrenta en este momento; sin embargo, la cuerda se encuentra a unos cinco metros de su alcance, por lo que balancearse hacia ella podría resultar en la ruptura de los hilos, una opción demasiado arriesgada. 

La segunda alternativa implica utilizar un cordino, una cuerda más pequeña, para amarrarla con un nudo Machard y asegurarse desde la parte superior de la rasgadura. Intenta tomarla de su cinturón, pero debido al agua se le escurre de la mano y cae al vacío. El hombre se queda sin opciones, y lo único que puede hacer es esperar colgando en completa soledad, observando cómo los tres hilos comienzan a estirarse cada vez más frente a él.

El Hoyo de los Pájaros es una caverna con una profundidad de 120 metros y un diámetro de 30 metros, sobre la cual circulan diversas historias: se dice que durante la guerra de los Mil Días arrojaban a personas allí, que un espectro vela por el tesoro de los indios guanes, que la formaron extraterrestres o un meteorito, que la excavaron los españoles, que se conecta con otras cavernas, entre muchas otras anécdotas que envuelven este lugar. 

Juan Carlos higuera
Juan Carlos Higuera es fundador de la Sociedad Colombiana de Espeleología, fotógrafo, explorador y guía turístico.

Las piernas empiezan a adormecérsele. Recuerda el síndrome del arnés, que ocurre cuando se cuelga durante mucho tiempo con el arnés y la sangre no fluye adecuadamente de las piernas al resto del cuerpo, lo que puede llevar a la pérdida de conciencia. Además, una vez que se libera la presión, toda la sangre desoxigenada se dirige al corazón a gran velocidad y causa una muerte fulminante. Para evitar este fatal síndrome es necesario estirar y mover las piernas, pero nuevamente están presentes esos tres hilos que podrían terminar de romperse ante cualquier movimiento fuerte.

La única opción viable que le queda es intentar comunicarse por radio con sus compañeros. “Muchachos, tengo un problema muy serio: la cuerda está rota. Necesito que alguien baje por la otra línea y me ayude a salir de esta situación”, dice. Afortunadamente, del otro lado lo escucharon.

Pasaron 20 minutos desde su llamado de auxilio, pues sus compañeros ya se habían quitado la ropa de expedición y tenían que volver a montar todo; finalmente, descienden por él. En esta ocasión no fue su turno, pero ya ha tenido cerca la muerte cinco veces.

Un amor como la primera vez

Mientras toma un café en la terraza de un centro comercial, el espeleólogo reflexiona sobre el error cometido. Reconoce que viajaron con gente que no tenía tanta experiencia para explorar una cueva tan técnica como aquella. Por este motivo, ahora cualquier persona que participe en una expedición con él recibe un entrenamiento previo en espeleología.

Aunque hace frío, no es suficiente para espantar a este hombre de 49 años y 1,75 metros de estatura, acostumbrado a temperaturas bajo cero. Cuando coge la taza de café, se puede apreciar a simple vista la mayor evidencia de la profesión de este hombre: las manos. Al verle los dedos, es fácil imaginarlos aferrados a la roca; parece que tuviera más falanges que cualquiera, y las puntas son más aplastadas. Incluso es como si tuviera magnesio de imán en las manos, ese polvo blanco que absorbe el sudor y ayuda en el agarre a los escaladores. Aparte de eso, no hay nada más que evidencie que ha explorado las entrañas de Colombia —conoce en total 164 cuevas—, que es director de la Sociedad Colombiana de Espeleología, y que es escalador y fotógrafo.

“Lamentablemente, se sabe más sobre la Luna que sobre las cuevas de este planeta”, expresa Higuera con un dejo de tristeza.

Además, es un excelente guía turístico. Por intermedio de la Sociedad tienen varias locaciones a las cuales llevan a cientos de turistas, dependiendo de sus deseos, sus capacidades y habilidades, así como de los retos que estén dispuestos a enfrentar. Hay desde cavernas para bucear, hasta cavernas en las que simplemente se camina y se vive una experiencia tranquila y sin mayores riesgos. 

el Hoyo del Viento
En el municipio de La Paz, en el sur del departamento de Santander, se encuentra una de las cuevas más imponentes de Colombia, el Hoyo del Viento. Foto Juan Carlos Higuera

“Estamos entre los que quieren vacacionar, que se imaginan en lugares o escenarios románticos o de descanso, como las playas. Pero el escenario que yo ofrezco tiene una dosis de asombro y maravilla. Quienes vienen a conocer las cavernas se llevan una experiencia sin igual”, sentencia.  

Cuando uno piensa en un explorador, en un aventurero, llega a la mente la imagen de un Indiana Jones, un hombre recio, con cara de roca, casi sin sentimientos. No obstante, él es un explorador de verdad porque reconoce conmoverse hasta el llanto cuando se encuentra ante la majestuosidad de la naturaleza.

“¿Recuerda la primera cueva que exploró?”. Higuera responde casi de inmediato, con los ojos aguados, que fue hace más de 20 años en Cunday (Tolima). El nombre de ese primer amor fue las cuevas del Edén.

Llegó allí por un llamado. “Cuando hablo de estos espacios se me quiebra la voz por la sorpresa y el impacto que me han producido”, dice.

Para dedicarse a este estilo de vida, tuvo que dejarlo todo; “mandar todo al carajo”, dice él. Estaba cansado de la monotonía: despertar, ir al trabajo, dormir, recibir un salario, pagar cosas. “Me estaba perdiendo de los atardeceres”, recuerda. Hasta que un día decidió irse con un grupo de montañistas, y desde ese momento su vida no volvió a ser igual.

Higuera no solo narra sus aventuras, también reflexiona sobre ellas. Por ejemplo, le preocupa que la sociedad se sorprende o se maravilla cada vez menos, y es enfático en señalar que la naturaleza nos regresa esas vívidas sensaciones durante la infancia, cuando cualquier cosa, por pequeña que fuera, nos asombraba.

“Somos seres sensibles que dejamos de serlo cuando la vida se vuelve monótona, cuando al día siguiente sabes qué va a pasar… Afortunadamente, hay experiencias que te sacan de la cotidianidad e ir a las cavernas es una de ellas, al igual que ir a la montaña: salir de la camita, de la ducha caliente, de lo que ya conocemos. En un viaje aprendemos a valorar lo que tenemos, pero también que somos fuertes, que nuestras piernas y huesos evolucionaron hasta llegar a ese punto. Poseemos la capacidad física y emocional para ver esas realidades, y de esa manera logramos tener un sentido de la vida diferente”, explica.

Cuando está allí, en medio de una cavidad enorme a metros bajo el nivel de la tierra, y ve que a la oscuridad absoluta la atraviesa un rayo de luz que ilumina la única vegetación que está en ese sitio silencioso y pasa un ave, Juan Carlos Higuera se siente ignorante. Se siente como un hombre sencillo, con muchas preguntas que no tienen respuestas fáciles. Se siente  también como un hombre frágil, que no tiene ningún motivo para dejar que su ego se aleje de la sencillez.

Si hay algo que ha aprendido en estos más de 20 años de explorador es que el agradecimiento y la fragilidad son sus mejores aliados para entender este mundo. “Nunca se puede decir que vamos a salir de un lugar, ni que nada va a pasar, o que uno es el mejor explorador o el mejor en otra cosa, porque lugares como las cavernas o las montañas le callan la boca a cualquiera. Le dicen a uno: ‘Cállate, imbécil, que tú no sabes lo que te puede pasar’”, manifiesta.

El director de la Sociedad Colombiana de Espeleología asegura que la clave está en empezar a explorar la tierra como si uno fuera un niño, con ese mismo espíritu. “Yo toda la vida me la he pasado jugando, y eso me ha permitido conocer la tierra con respeto y amor”, sostiene orgulloso.

Proteger el tesoro

Higuera señala que las cavernas se erigen como guardianes de narrativas valiosas que definen quiénes somos como sociedad. Es decir, así como la desaparición de figuras como Simón Bolívar o las crónicas de los muiscas afectarían nuestra identidad como país, la destrucción de las cavernas amenazaría con borrar parte de nuestro pasado. Estos testigos subterráneos de la historia son más que simples formaciones geológicas; son guardianes de la herencia cultural y científica.

Es tal la riqueza de estas cavernas que en una expedición organizada por unos biólogos de la Universidad de São Paulo encontraron catorce especies de artrópodos completamente nuevas para la ciencia en la entrada de una de las cuevas. “Hay mucho por descubrir en estas cavernas”, explica. 

En sus expediciones, este espeleólogo ha encontrado vestigios de sociedades como la guane, que modificaba los cráneos de los bebés con unas tablas para alargarlos, o también  restos fosilizados de especies hasta ese momento desconocidas, como el perezoso gigante del Pleistoceno tardío, que vivió hace 11.700 años.

“Blindar estas cuevas significa resguardar no solo su historia geológica, sino también el relato vivo de quienes habitaron estas tierras”, dice.

caverna del águila Colombia
Para recorrer la caverna de El Águila se necesitan por lo menos tres días de expedición. Foto Juan Carlos Higuera

Uno de los principales enemigos de la defensa de las cavernas es la minería. Y él explica que comprende la importancia de esta actividad en la era tecnológica actual y la presión constante para satisfacer las demandas del mundo moderno. Sin embargo, invita a cuestionarnos si el precio de nuestra comodidad y avance tecnológico debe ser la pérdida irrecuperable de nuestra historia y la destrucción de ecosistemas subterráneos vitales.

“Recordemos que en tiempos pasados vivíamos con lo básico, con recursos simples, y aun así llevábamos vidas plenas y normales. La obsesión actual por la tecnología de punta no siempre refleja una evolución real en nuestra madurez como especie. ¿Somos realmente más avanzados cuando nuestra atención se centra en la adquisición de juguetes caros en lugar de cultivar una cultura espiritual y madura? ¿Es realmente un progreso vivir en Marte, o simplemente una vuelta a las cavernas adornadas con tecnología?”, se cuestiona. 

Además, la protección de las cavernas adquiere relevancia en materia de supervivencia. Ante desastres naturales, las cuevas se perfilan como refugios esenciales, ya que proporcionan agua no contaminada y la posibilidad de preservar la vida humana en su interior.

Finalmente, la importancia de las cavernas se extiende a la gestión del agua. En un mundo donde los recursos hídricos superficiales se agotan, los acuíferos subterráneos presentes en las cuevas de Santander, por ejemplo, se vuelven cruciales para garantizar nuestro abastecimiento de agua a largo plazo.

5 experiencias increíbles en cuevas

1. Cueva de los Carracos 

Peñón (Santander)

cueva de los carracos Santander
Foto tomada del libro Cavernas de Colombia editado y publicado por Villegas Editores.

“Una experiencia que me parece muy interesante es acampar dentro de una cueva, hacer ayuno de luz y de sonidos. En el interior de la tierra, con suerte, puedes escuchar el goteo de una estalactita. Apagas tu linterna y hay absoluta oscuridad, y el olfato siempre está oliendo lo mismo. Es un ayuno de casi todos los sentidos. Te acuestas a dormir en tu carpa, pero te despiertas en la oscuridad, no sabes qué hora es; a veces cuesta entender que uno se despertó. Cuando sales, se recobran y es impresionante porque es como si se reiniciaran los sentidos, se potencian al máximo. Es muy bonito porque volvemos a valorar la superficie, y entendemos que sí tenemos que salir de las cavernas, que fue un lugar de paso, pero no son nuestro lugar”.

2. El Hoyo del Águila 

El Peñón (Santander)

El Hoyo del Águila
El Hoyo del Águila. Foto Juan Carlos Higuera.

 “El interior de esta cueva, donde hay que descender 120 metros por cuerda para llegar a él, es un mundo como el de Alicia en el país de las maravillas; tiene una arquitectura propia, con columnas impresionantes. Uno se siente en un cuento. Tiene un laberinto, un lago y son siete kilómetros de recorrido. Se puede acampar en el sitio. Es mi cueva favorita. Visitarla es una experiencia incomparable”.

3. Las ventanas de Tisquizoque

Florián (Santander) 

Las ventanas de Tisquizoque
Las ventanas de Tisquizoque. Foto Juan Carlos Higuera.

“Es la única caverna de la cual sale un manantial de agua a más de 300 metros de altura; solo existen tres en el mundo, pero ninguna supera esa altura. Gracias a los acuerdos de paz, ahora es posible ir a visitar este lugar que se puede ver tanto desde dentro de la cueva como desde el exterior. Ambas visitas son obligatorias para disfrutar de este espectáculo”.

4. Cueva Las Cacas 

Guamal (Boyacá)

Cueva Las Cacas
Cueva Las Cacas. Foto Juan Carlos Higuera.

“Es otra de esas cavernas únicas que hay en el país porque tiene animales bioluminiscentes, como los que se encuentran en algunas cavernas de Australia. No obstante, en nuestro caso es diferente porque son animales distintos, parecen luciérnagas, mientras que los de Australia son aracnocampas. Las Cacas es la única caverna donde hemos hallado fauna bioluminiscente a menos de 150 metros de profundidad”.

5. Caverna Casa de Piedra

Morales (Bolívar)

Caverna Casa de Piedra
Caverna Casa de Piedra. Foto Juan Carlos Higuera.

“Usted sale del municipio de Morales en un kayak, rema dos kilómetros y arriba a la caverna, se pone el casco y prende la linterna. Navega durante unos diez o quince kilómetros hasta llegar a la playa interna. Como queda en una isla, el agua de la ciénaga de Simoa llega hasta la caverna, por lo que los peces entran y quedan allí atrapados. Hasta el día de hoy, es la única caverna navegable que he encontrado en el país, por lo que se puede entrar en kayak; también he buceado en ella y he encontrado muchos peces y anguilas”.  

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marzo
11 / 2024