Colombia: 5 destinos por descubrir según fotógrafos de viajes

Cinco reconocidos fotógrafos de viajes compartieron con Diners los destinos que tienen todo para convertirse en los grandes protagonistas del turismo en el país.
 
Colombia: 5 destinos por descubrir según fotógrafos de viajes
Foto: Bosques de Pandora, en El Peñon, Santander. Foto Antonio Galvis. /
POR: 
Andrea Vega

Más allá de los típicos destinos turísticos en Colombia, cinco reconocidos viajeros recomiendan departamentos como Santander y Vaupés, que sorprenden con rincones tan bellos como poco conocidos.

Santander por Antonio Galvis

Bosques de Pandora

En medio de las montañas de Santander se encuentra escondido un paisaje surrealista que parece sacado de la taquillera película Avatar. De hecho, la similitud del mundo creado por el director James Cameron con las impresionantes colinas verticales formadas por la fracturación de rocas calizas en este paraíso kárstico del norte del país fue la inspiración para bautizarlo con este nombre.

A este destino llegó en 2022 Antonio Galvis, un fotógrafo y viajero colombiano que lleva alrededor de 15 años captando con su cámara los paisajes más impresionantes en cerca de 30 países. Su búsqueda de lugares inexplorados en el territorio colombiano lo llevó a Bosques de Pandora, un circuito de cañones localizado en la reserva Peñas Blancas, en el municipio de El Peñón, situado a hora y media de Vélez, en el sur de Santander.

Antonio Galvis Bosques de pandona
Panorámica de Bosques de Pandora, en El Peñon, Santander. Foto Antonio Galvis.

“Pese a ser uno de los paisajes más impresionantes que yo he visto en Colombia por su magnificencia, es poco conocido”, asegura el fotógrafo. Y es que la majestuosidad de las rocas gigantes cubiertas de vegetación, que parecen elevarse hacia el cielo sin mesura, el silencio sobrecogedor y las grietas que sirven de testimonio del mar que alguna vez cubrió todo el territorio lo transportarán a un escenario que parece sacado de una película.

El corazón del mundo

“Santander es una joya en el tema de cavernas y cuevas porque, de las más de 1.500 registradas en Colombia —algunas no exploradas—, la mayoría está en este departamento”, afirma Galvis.

Se calcula que solamente la región de El Peñón alberga 375 cuevas y cavernas. La Tronera, también conocida como “el corazón del mundo”, es una de ellas y fue la que le quitó el aliento al fotógrafo.

“Entrar en la caverna es como ingresar al corazón del mundo, donde realmente tú te ves como una hormiga. Ahí en el fondo, a 148 metros desde la superficie, hay un hueco donde entra perfectamente un haz de luz al mediodía que te hace sentir como en otro planeta”, asegura Galvis. “Es una sensación que no había tenido en los viajes que he hecho a varias partes del mundo, ni siquiera en Vietnam, que es conocido por sus cavernas”.

Bosques de Pandora, en El Peñon, Santander.
Las grietas son testimonio de un mar que lo cubría todo. Foto Antonio Galvis.

Según el viajero, en 2011 se encontraron en La Tronera restos fósiles de un perezoso antiguo de cinco metros, y desde ahí la caverna empezó a ser más conocida. Un río subterráneo y la posibilidad de bajar a ella por rápel, a través del hueco gigante en forma de corazón, son otros de sus atractivos.

Otras cuevas que puede visitar en la zona son la Cueva del Oro, en la que las gotas de azufre se aglutinan en el techo y, al ser alumbradas, brillan como si fueran gotas del preciado metal dorado, o la caverna El Caracol, en la que cae una cascada en la entrada y no se sabe para dónde se va esa agua. 

Las ventanas de Tisquizoque

“Las ventanas de Tisquizoque son las cascadas más bonitas de Colombia”. Con este calificativo contundente, el joven fotógrafo describe perfectamente la clase de tesoro natural que se puede apreciar en el municipio santandereano de Florián, ubicado a 180 kilómetros de Bogotá.

Este es un cuerpo cavernario, ubicado en la cordillera Oriental de los Andes, en el que el agua ha esculpido por miles de años una cavidad de la que sale un salto de agua que se divide en tres partes y que alcanza una caída de 300 metros.

tisquizoque
Aunque se observa desde Florián, lo más emocionante es llegar a la cueva donde se inicia la caída de las cascadas. Foto Antonio Galvis.

Galvis visitó las cascadas en 2020, cuando todavía no eran famosas, según él. Y es que el conflicto armado interno había mantenido fuera del mapa a esta maravilla natural, que representaba un lugar sagrado para los indígenas tisquizoques.

Por ahora, estos lugares son poco visitados, pero el temor real, más allá de atraer turistas o no, está en su conservación. “Son ecosistemas que tenemos que cuidar porque son muy frágiles, y cualquier intervención o daño que hagamos los va a afectar terriblemente”, comenta Galvis.

tisquizoque cueva
La cueva de Tisquizoque era considerada un lugar sagrado Foto Antonio Galvis.

“Cuando publico mis fotos tomadas en Colombia, la gente me pregunta: “¿Y qué parte del mundo es esa?”. Es algo chistoso y, a la vez, terrible; yo siempre digo que vivimos en una mansión, pero estamos en un cuarto; entonces no recorremos la mansión y no la cuidamos porque no la conocemos”, sostiene el fotógrafo.

Nariño por John Quintero

Isla de Bocagrande

Para John Quintero, un fotógrafo que ya acumula más de 60 países en su pasaporte, uno de los destinos favoritos y con mayor potencial para el turismo en Colombia es Nariño. La naturaleza, la cultura local y la gastronomía del Pacífico hacen que este colombiano, radicado hace 20 años en Londres, siempre quiera volver.

Isla Bocagrande
Esta isla en Nariño es un tesoro escondido de Colombia. Foto John Quintero

“Es un destino que no mucha gente conoce. Cuando les hablan de Bocagrande, siempre lo relacionan con Cartagena”, asevera. De hecho, la canción Noches de Bocagrande, de la autoría de Faustino Arias Reynel e interpretada por el Trío Martino, se inspiró en este hermoso lugar del Pacífico colombiano y no en la zona de la Heroica, como muchos aún lo piensan.

Para Quintero, la luz que trae el amanecer en la isla es el momento ideal para observar muchas especies de pájaros que salen a comer y están por todas partes, alrededor de la playa o en el bosque. En el atardecer, la oportunidad de apreciar los colores que brinda la caída del sol en una playa casi desolada, con el arrullo itinerante de las olas, es una experiencia inolvidable.

ballenas nariño
La temporada de aventamiento de ballenas en la región va de junio a octubre. Foto John Quintero

El fotógrafo sugiere un itinerario de tres días, por lo menos: llegar a Tumaco, dirigirse a la playa del Morro, la zona turística de la ciudad, y pasar allí la noche. En la mañana, irse a la isla en un viaje de 20 minutos en lancha para disfrutar durante todo el día y regresar a Tumaco a la mañana siguiente.

Tomar las precauciones de seguridad necesarias es fundamental para disfrutar plenamente de esta joya escondida del Pacífico colombiano. Allí podrá hacer avistamiento de ballenas —sobre todo en agosto—, recorrer sus manglares guiados por un local o tener un delicioso encuentro con una de las gastronomías que son patrimonio cultural inmaterial del país.

Reserva Natural Río Ñambí

En el corregimiento de Altaquer, municipio de Barbacoas (Nariño), hay un paraíso de selva húmeda de 1.400 hectáreas, donde habitan cientos de especies endémicas de animales y plantas, que empieza a posicionarse como uno de los mejores destinos de naturaleza del país, especialmente para avituristas: la reserva Río Ñambí.

“A este lugar vienen muchos investigadores, biólogos y personas, no solamente de Colombia, sino de varios países que tienen interés por este tipo de espacios. La reserva es considerada un punto clave para la biodiversidad, pues incluso se han descubierto allí muchas especies de ranas y aves”, comenta el fotógrafo, quien ha estado de visita en este sitio paradisiaco en numerosas ocasiones.

RESERVA NATURAL RÍO ÑAMBÍ
La reserva surgió en 1991 por iniciativa de estudiantes y profesores del colegio Santa Teresita de Altaquer. Foto John Quintero.

La reserva queda a tres horas y media en carro desde Pasto o a dos horas desde Tumaco. En su visita podrá apreciar el colorido de las 29 especies de colibrís o la belleza exótica de las ranas endémicas de la zona, como la pitufo —de color azul— o la diabla —de un rojo destellante—. “El paisaje es espectacular, sobre todo por la llegada de colibríes y tucanes. Estar en medio del bosque es simplemente magnífico”, agrega Quintero.

Los hongos bioluminiscentes son otro de los grandes atractivos del sitio. “Uno va por el camino y de repente, al apagar todas las linternas, parece como si el piso se encendiera con luces azules”, cuenta emocionado el fotógrafo. “Los recorridos nocturnos son de los más interesantes que uno puede hacer allí, porque se pueden ver varias especies de reptiles o ranas que no es posible observar de día”.

RESERVA NATURAL RÍO ÑAMBÍ
En Río Ñambí está la comunidad más diversa y compleja de colibríes del mundo, con 31 especies. Foto John Quintero.

¿Sabía que existe una rana casi transparente, llamada rana de cristal, a la cual se le puede ver su interior? Si tiene suerte, la podrá apreciar durante su visita a la reserva.

“El desarrollo turístico es importante para una región, pero también creo que las cosas tienen un atractivo especial mientras se mantengan más naturales. La magia del Pacífico es que vas a estar en una zona de América que todavía es muy virgen y que, aunque los servicios no sean de un resort de cinco estrellas, yo sacrifico todo eso por estar en un sitio donde la naturaleza es lo que predomina”, dice Quintero.

Casanare por Esteban Toro

Los hatos y el safari llanero

El colombiano Esteban Toro comenzó a tomar fotos como una afición que alternaba con su carrera en la música. Quince años después, la fotografía de viajes le ha llevado a radicarse en Nueva York y lo tiene desarrollando proyectos en Estados Unidos y Europa.

Aunque ya ha visitado 56 países, recorrer Colombia siempre está en sus planes. Ya sea en la remota frontera entre Boyacá y Caldas, la Amazonía, San Andrés o Cartagena, su cámara siempre está dispuesta para capturar las mejores imágenes del territorio nacional. Sin embargo, hay un paisaje que sobresale en su memoria ‘fotográfica’ como una de las sorpresas más gratas que ha vivido en materia de turismo en el país: el Casanare.

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Casanare es el segundo hato ganadero más grande de Colombia después de Antioquia. Foto Esteban Toro.

“Los llanos son extensos, hermosos y tienen tradiciones increíbles. Me encantaba sentarme a escuchar sus historias y sus cantos. Por ejemplo, una leyenda sobre una bola de fuego que seguía a un llanero en su caballo y cada vez se hacía más grande, pero nunca lo alcanzaba”, recuerda.

En este departamento de la Orinoquía colombiana, la relación de la fauna con la cultura local se vive y se disfruta en cada momento. El vínculo entre los jinetes, sus caballos y el terreno, y verlos caminando con sus pies descalzos por la llanura, metiéndose incluso entre pequeños bosques sin problema, impactó profundamente a Toro. “El dominio que tienen del animal parece tan natural que es como si su caballo fuera la extensión de sus piernas”, señala.

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Las guacamayas se puede ver en los llanos orientales, Amazonas y la zona montañosa de Caquetá. Foto Esteban Toro.

La adrenalina de ver ganado en el campo, la posibilidad de ver las estrellas sin ningún tipo de contaminación lumínica, la inmensidad de los árboles que se abren sobre el llano, el olor de la comida a la brasa y hasta la ternura que despiertan los pequeños búhos que surcan la tierra hacen parte de la magia del piedemonte llanero.

“Uno de los lugares más famosos, no para los colombianos, pero sí para los extranjeros, son los hatos: fincas enormes, donde hay bastantes animales, como babillas, cocodrilos y venados y mucha naturaleza. Incluso hay un tour para ver el jaguar; caminas por horas dentro de la selva, buscando las pistas, emocionado por la expectativa de tal vez poderlo ver”, señala el fotógrafo.

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El venado cola blanca (Odocoileus virginianus) vive en diferentes ecosistemas de América. Foto Esteban Toro.

Sin duda, el safari se ha convertido en el producto estrella en el Casanare, que permite estar en contacto directo con la fauna en estado silvestre, única en las sábanas neotropicales colombianas. Según el clúster de turismo del departamento, durante los recorridos se pueden observar grandes manadas de capibaras (chigüiros), así como bandadas de garzas e ibis, entre otras aves. Los visitantes pueden conocer a osos hormigueros, nutrias, caimanes, zorros y hasta anacondas.

“Me recuerda mucho mis expediciones en África haciendo fotografías de naturaleza y vida salvaje”, señala Toro.

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La calidez de los llaneros hace inolvidable esta experiencia. Foto Esteban Toro.

El recorrido que recomienda el fotógrafo arranca desde la ciudad de Yopal, a donde se puede llegar por avión o por carro, en un viaje que toma un poco más de seis horas desde Bogotá. Luego, desde la capital del departamento se va por dos horas hacia alguno de los 175 hatos que se pueden hallar en esta región y dentro de los que se pueden realizar estas aventuras naturales como el Hato La Aurora, el Hato Mata de Palma o el Hato El Boral, por solo nombrar algunos.

La cultura llanera, así como la calidez y el cariño de la gente del llano es algo que hizo mella en mí como fotógrafo. “Siento que están muy preparados para el turista, no en el sentido de que sea muy turístico, o todo esté muy arreglado, sino que les gusta y disfrutan realmente de la compañía del turista. Es un lugar que te hace sentir todo el tiempo bienvenido”.

Guainía por Christian Byfield

Puerto Inírida y el poder del agua

Hace algunos años, el viajero Christian Byfield se hizo famoso por haber cambiado su trabajo en la banca de inversión en Bogotá por su interés de coleccionar sonrisas en diferentes partes del mundo. De hecho, ya lo ha hecho en 88 países… y contando.

El año pasado, este influencer de viajes completó la visita a los 32 departamentos de Colombia. En sus redes sociales es común verlo en los destinos más inexplorados del territorio nacional, a los que pocos han llegado.

Guainia christian byfield
En verano se forma una especie de playa de arena alrededor de los cerros de Mavecure. Foto Christian Byfield.

Con su dron, y su baile característico, Byfield viajó en 2019 a una de las regiones más impresionantes y apartadas del país: el departamento del Guainía. Conocido también como “tierra de las aguas”, es el quinto departamento en extensión del país, en el que paradójicamente viven solo un poco más de cincuenta y dos mil personas, la mayoría indígenas.

“Como no se puede llegar por carro, y por lancha podría tomar hasta una semana, es un destino que está muy bien conservado porque resulta muy remoto”, comenta el viajero. “Para los amantes de las aves, el Guainía es un destino mundialmente conocido porque hay numerosas especies endémicas y mucha naturaleza”.

El río Inírida
El río Inírida, uno de los más importantes de Guanía, tiene una extensión de 1.300 kilómetros. Foto Christian Byfield.

La visita de Byfield al Guainía comenzó con su aterrizaje en Inírida, un lugar donde el tiempo parece detenerse cada tarde para dejar caer, entre el calor y la humedad, la luz sobre las aguas oscuras, pero brillantes, del río de su mismo nombre. “Yo estuve esquiando en el río y, verdaderamente, ¡es una locura! Hay muchos delfines rosados que uno tiene la oportunidad de ver y oír cuando salen a respirar”, asegura.

Durante su estancia también puede visitar los mercados indígenas y probar, por ejemplo, el famoso pescado moqueado, una receta ancestral en la que envuelven el pescado en hojas de plátano, lo entierran unos quince centímetros en la arena y luego encienden una hoguera por encima para cocinarlo con el calor por espacio de dos horas.

Los cerros de Mavecure

“Mavecure es lo mágico del Guainía: tres cerros que para las comunidades indígenas son el origen del mundo. La verdad es que energéticamente se siente una magia especial, una vibra muy linda”, comenta Byfield.

Después de un recorrido de dos horas en lancha desde Inírida, usted podrá apreciar una de las joyas de la naturaleza que más miradas, nacionales y extranjeras, está atrayendo en el país: los cerros de Mavecure. Son un conjunto de tres tepuyes —monolitos de más de 4.000 millones de años— llamados Pajarito (712 metros de altura), Mono (480 m) y Mavecure (170 m), el único al que se puede subir luego de una caminata de cerca de dos horas.

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Christian Byfield viajó en 2019 a Guainía, uno de los territorios más inexplorados del país. Foto Christian Byfield.

“Es una caminata que vale la pena, porque lo lindo es ver el amanecer en este cerro. Cuando uno está parado allí, y observa los otros dos, hay un sentimiento de tranquilidad en la mitad de la nada; es un sitio único e impresionante”, comenta Byfield.

En verano, se forma una especie de playa de arena blanca alrededor de los cerros, en la cual los visitantes pueden acampar para maravillarse además con el vuelo de las guacamayas en el día y el mosaico luminoso de las estrellas en la noche.

“El hecho de que estuviera tanto tiempo cerrado al turismo hace que la gente todavía sea muy auténtica; no es como ir a Cartagena. Es ir a ver un destino que todavía conserva sus costumbres, su cultura. Tú vas por la selva y ves a las personas caminando con sus maletas hechas con elementos 100 % naturales, porque es gente que no está contaminada por el turismo”, destaca el viajero.

Vaupés por Alejandro Turbay

Mitú: La puerta ancestral

Alejandro Turbay Noguera se puede quedar un día en un hotel de cinco estrellas y la noche siguiente en el sofá de alguien que le brinde un espacio. De esta manera, ya ha conocido 65 países. El “eterno turista” afirma que la vida es corta y el mundo es muy grande.

“Uno no tiene que irse de Colombia para ver lugares mágicos. Es más, en comparación con los otros que he visitado, los nuestros son de los más lindos”, asegura.

Precisamente, uno de sus viajes lo llevó a conocer un paisaje que muchos colombianos solo han visto en el cine: su visita al Vaupés hace un año le develó la verdadera magia que esconden algunos de los territorios protagonistas de El sendero de la anaconda, el famoso documental de 2019.

indígenas vaupés
Hay más de 27 comunidades indígenas en Vaupés. Foto Alejandro Turbay.

Alejandro conoció este departamento, que limita al suroriente del país con Brasil, por una invitación del Fondo Nacional de Turismo (Fontur), en conjunto con la Secretaría de Turismo de Mitú, su capital. Al llegar, el viajero recuerda el “mar” de vegetación verde esmeralda que se observa desde el avión y que solo es interrumpido por los ríos, que desde arriba parecen culebritas que serpentean por el terreno.

“Fue un viaje que me marcó profundamente. Siento que es un departamento poco visitado, pero en parte se entiende por qué: no es fácil ni económico llegar, ya que los vuelos no son baratos y la mayoría del transporte se hace por río; sin embargo, esto le da una dinámica que me parece interesante”, asegura.

El río Vaupés atraviesa todo el departamento. A lo largo de su trayecto de mil kilómetros, el visitante encuentra aproximadamente 70 raudales  —cascadas escalonadas de gran tamaño—. “La vida por el río me parece muy interesante, puesto que casi todo ocurre por esta vía, lo que nos fuerza a llevar un estilo de vida con menos afán, acoplándonos a los horarios de la naturaleza y a lo que nos rodea”, comenta Turbay.

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Maloka de la comunidad Ceima Cachivera, a 6 kilómetros de Mitú. Foto Alejandro Turbay.

“A veces salía a las tres de la mañana para moverme por el río y aprovechar lo que es tanto una aventura como un espectáculo: ver la vegetación, los amaneceres, los atardeceres, y llegar a algunas de las 27 comunidades indígenas del departamento”, recuerda.

La comunidad de Ceima Cachivera, a tan solo seis kilómetros de Mitú, fue uno de los asentamientos que visitó Turbay en su viaje y que recomienda para conocer las costumbres indígenas, a través de un proyecto de ecoturismo liderado por ellos mismos. Podrá dormir en las malocas, aprender sobre sus cultivos autosostenibles (chagras), nadar en las cascadas (llamadas cachiveras) y observar la fauna silvestre. Si la suerte lo acompaña, podría llegar a ser testigo del paso de un jaguar; si no, la belleza de otras especies también lo cautivará, como por ejemplo los manatíes o el gallito de roca, una hermosa ave anaranjada brillante.

Las tradiciones gastronómicas también son claves en la experiencia: durante los recorridos es posible conocer los procesos artesanales para procesar la yuca brava, con la que producen una especie de harina gruesa llamada fariña, probar las termitas y saborear el típico pescado de río con picante.

Vaupés
El Vaupés es el departamento menos poblado del país y tiene más de 54.000 kilómetros de selva. Foto Alejandro Turbay.

Si lo suyo son las caminatas y el senderismo, podrá subir a cerro Flecha o a cerro Guacamayas, donde una vista extraordinaria de la selva colombiana será la mejor recompensa para su esfuerzo. 

A juicio de Turbay, la visita a los raudales de Yuruparí, sobre el río Vaupés, y de Jirijirimo, sobre el río Apaporis, es una actividad obligada en la región, no solamente porque son sitios sagrados para las comunidades, sino por la belleza que causa la fuerza del agua.

Aunque marcado por el conflicto —muchos recuerdan la toma de Mitú, en 1998—, el departamento tiene el potencial, según el viajero, para mostrar cómo las cosas se pueden transformar y de cómo la resiliencia puede cambiar su narrativa. “Tal vez ahora podamos ver el tesoro que tenemos en Vaupés, que no solo hay que conservar, sino que se debe mostrar para que podamos ir a visitarlo”, añade.

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diciembre
15 / 2023