Todo lo que debe ver y gozar en Sídney

La ciudad australiana se muestra más vibrante, soñadora, activa y abierta al mundo. Diners recorrió los clásicos y los obligados de la nueva temporada: restaurantes, galerías, bulevares, playas, museos y hasta barrios que crecen con espíritu independiente.
 
Todo lo que debe ver y gozar en Sídney
Foto: Foto: Johnny Bhalla / Unsplash
POR: 
Paola Miglio

No llegué a Sídney por una simple casualidad, sino porque fue elegida como la sede donde se llevó a cabo la final de la competencia de coctelería World Class 2022. Luego de un buen tiempo cerrada, se abría plena y entusiasta a viajeros del mundo entero. Aún con alguna que otra escala extra (en Auckland, Nueva Zelanda, vía Santiago de Chile, que promete desaparecer pronto), pero con la disponibilidad a tope y las posibilidades burbujeantes: playa, arte, gastronomía, diseño, quehacer artesanal y nuevos mercados muestran un desarrollo y pulcritud impecables. 

Algo innegable es que Sídney concentra una importante cantidad de culturas del mundo, especialmente asiáticas. Pero, además, su gente está dispuesta a poner énfasis en lo artesanal y el diseño local. No solo van a encontrar una ciudad llena de las marcas más importantes, sino que además muchas de ellas están alojadas en edificios emblemáticos como el Queen Victoria Building, un obligado no solo por las compras (hay varios diseñadores locales), sino porque es uno de los edificios más representativos de la ciudad. Se comenzó a construir a finales del siglo XIX y es de estilo neorrománico. Ha sido sala de conciertos, edificio de oficinas y biblioteca pública hasta convertirse en la actualidad en centro comercial. El contraste con la modernidad del resto de piezas urbanas, que muestra la conjunción de propuestas arquitectónicas, no desentona con el entorno. Presten atención a los azulejos y a las escaleras, a los vitrales y a los detalles de los pasamanos. Son exquisitos. 

Sídney es una ciudad que prioriza al peatón, los espacios abiertos y el transporte público (los taxis no son económicos), así que la recomendación es llevar ropa ligera, quizá algo de abrigo si la temporada del viaje lo requiere, y buenas zapatillas para andar. Porque van a caminar y mucho. 

Nuestra base de operaciones fue el emergente barrio Newtown, una suerte de “Brooklyn” naciente, donde se viven la nocturnidad, el entretenimiento y la vida tranquila durante el día. La agitada avenida King St., ya en el vecindario de moda Inner West, a unas calles, aglomera tiendas y destinos gastronómicos del mundo, sobre todo bares asiáticos, pero además, en un paseo diurno se puede observar que los segundos pisos son casas que mantienen un pintoresco encanto, de colores y carismático diseño campirano. 

Desde este punto descubrimos una Sídney más local y urbana, más cotidiana, para luego internarnos en el centro cosmopolita (Sydney CBD), donde la modernidad crece hacia lo alto con imponentes rascacielos que reflejan el azul intenso de la bahía (Circular Quay) y el cielo. Los amaneceres y atardeceres brillantes. Las horas doradas. 

El mercado y lo artesanal

Hay un interesante hincapié en lo artesanal. Sobre todo, en lo hecho en el día y en casa. No solo en lo que se refiere al diseño de menaje o ropa, se pueden encontrar piezas únicas en las ferias temporales que se abren a veces escondidas en los edificios del recorrido por el Circular Quay. Ahí también se entrevera el arte callejero y de artistas plásticos, y se intervienen los espacios públicos que guardan los muelles (cuando hagan todo el recorrido, no dejen pasar las piezas colocadas en los lugares más inesperados), donde en lugar de autos, las casas guardan sus embarcaciones para movilizarse. 

Uno de los más nuevos y más concurridos los sábados es el Carriageworks Farmer’s Market, un pequeño paraíso para comelones y gourmands en un vecindario Redfern plagado de casas de cuento y color. Aquí encontrarán desde flores frescas hasta idílicas focaccias armadas al instante con tomates jugosos, pestos, jamón y queso. Era temporada de cítricos y hongos, así que gozamos con sus variedades. Pero también con la bollería precisa y los dulces tradicionales que, en tamaños para compartir, venden los reposteros. Pavlovas, anzac biscuits o galletas de avena y coco, y los lamingtons, una suerte de torta institución, que es un pastel de chocolate recubierto de coco. No dejen pasar la mantequilla de Pepe Saya ni tampoco los pasteles rellenos de queso o las variedades de mieles de abejas locales. Todo un gozo.

¿Dónde comer? 

Ya que hablamos de comida, además de los clásicos fish and chips y pasteles de carne, en Sídney mucha de la variedad se centra en el mundo. Así que van a encontrar una extensa paleta de alternativas japonesas, chinas, coreanas y del sudeste asiático. Pero además, también italianas y nuevos chefs que hacen de las suyas con una cocina local fresca y jovial. Por ejemplo, el peruano Matías Cillóniz, quien acaba de insertarse en el equipo del contemporáneo Rafi como chef ejecutivo (pan pita de masa madre con trigo de Gunnedah, hummus de garbanzos y ají verde, conchas y atún de la costa sur, calamar grillado con morcilla y papas, entre otros, son algunas de sus creaciones).

Y, por supuesto, el joven Josh Niland, no solo reconocido en listas mundiales por su trabajo con la pesca sostenible, sino que además ha montado restaurantes, escrito el libro que se encuentra ya en varias bibliotecas de aficionados y aprendices, The Whole Fish Cookbook & Fish Weight y tiene The Fish Butchery, un templo a la versatilidad de los insumos marinos, donde en mesas compartidas sirve hamburguesas deliciosas de atún, fish and chips−de los mejores que probé−, salmón de crianza y captura “verde” con arroz blanco, ensaladas y otras entretenciones. Su carta para llevar es amplia, pues hasta helado de chocolate hecho con grasa de bacalao tiene. Lo guardamos para la siguiente. 

¿Más para comer? Nos decantamos por lo sencillo y exploramos la cocina coreana en Bornga Yogyakarta, simple, bbq coreano puntual, directo. Atención clavada y mesa para compartir. Por el vietnamita Eat Fuh, al paso, muy frecuentado por locales; Thai Pothong, familiar y sabroso, también de poco turista y con muchas mesas ocupadas por gente de la comunidad tailandesa, y un italiano moderno, Fabbrica, con buena pasta y sánduches, además de comida para llevar e insumos artesanales para comprar. El de porchetta fue todo. 

Dónde beber y el boom del café

La cultura de bares y cafés está bastante desarrollada en la ciudad. Así que pasamos a celebrar desde la mañana con propuestas que nos mantengan despiertos, como buenos cafés, y exploramos algunas de las más mentadas opciones del circuito (si el vuelo aterriza temprano, recomendamos estar alertas todo el día para no descalabrar el horario, sobre todo si viajan desde Latinoamérica; un par de días así y se adaptan rápidamente).

Desde un americano hasta un flat white, estas cafeterías tienen algunas de las mejores alternativas. Arrancamos con Fine Food Store, que ha servido por más de diez años granos de origen único a los entusiastas del café, mezclas de tueste estacional, elaboradas en laboratorio propio, se sirven en distintos métodos.

Se suma Industry Beans en Yortk St., una marca que conecta lo moderno y estilizado con el buen café. Sus barras utilizan el sistema mod bar, en lugar de una máquina de espresso tradicional. Un lugar donde se puede disfrutar la vista de la ciudad, comer algo o sumergirse en su brunch. Tiene desde blends propios hasta orígenes únicos de países como Etiopía, México y Colombia.

Toby’s Estate no se queda atrás, la marca y bolsas para llevar se pueden conseguir en diversas cafeterías en la ciudad. Este tostador selecciona y desarrolla cafés de todo el mundo con tueste para espresso o filtrados: podrán conseguir cafés asiáticos, africanos, centro y sudamericanos. Cerramos con Roseberry St., otra marca de café de especialidad que se puede encontrar en diversas cafeterías en Sídney. Los tuestes son de un solo origen, como Perú o Colombia (usan granos del Huila), con sabor dulce y frutal y notas a caramelo, ideal para filtrados, cold brew o aeropress.

En bares, hay una ruta para un interesante bar hopping (ir a varios bares en la misma noche). Maybe Sammy es reconocido como uno de los mejores bares de la región y número 29 en la lista World’s 50 Best Bars. Sus cocteles son innovadores, pero conectados con una herencia clásica europea. Cantina Ok! es el bar que Sídney no sabía que necesitaba: desde marzo de 2019 los dueños se siguen preguntando cómo este espacio tan pequeño puede sobrevivir. Su inspiración es el mezcal y, alrededor, la creatividad. En 2022 fue reconocido en el puesto 41 de los World’s 50 Best Bars. 

Otras opciones que mantienen interesante el panorama son Re, con su apuesta por ser un bar con huella de carbono neutra (obtuvo el premio al bar sostenible en los World’s 50 Best Bars, además de quedar entre los 100 mejores del mundo de 2022), y Apollonia, inspirado en Apollonia Vitelli-Corleone y ubicado en el subsuelo de un depósito: paredes de piedra y ladrillo contrastan con bancas de cuero y una barra de mármol (hay diversas versiones de Negroni para los aficionados).

 ¿Más? Pues Dean & Nancy on 22 que les rinde homenaje a los bares de la época de oro de la hostelería; The Rover, con coctelería estacional, vinos biodinámicos y muchas ostras, y Piccolo Bar Kings Cross, pequeño bar de barrio que ofrece aperitivos y comida. El Piccolo data de 1952, una joyita para los amantes de lo vintage y para aquellos que se quieran sumergir en lo clásico.

La ópera y la bahía

Circular Quay solía ser parte de un puerto, pero ahora funciona como centro neurálgico del turismo en Sídney. Plaza pública y área protegida, aquí se ensambla el nodo del transporte con New South Wales. Podrán recorrer el distrito financiero, acceder a zonas comerciales, parques, bares y restaurantes; además, encontrarán las paradas de ferry, autobuses y trenes. 

¿Luces?: Vivid Sydney, la ciudad se ilumina con espectáculos de color, arte y música, por lo que se recomienda alargar el paseo, comer algo en los bares cercanos o esperar tomando una pinta de cerveza mientras el cielo se prende y Sídney reluce. Este año se celebrará del 26 de mayo al 17 de junio. Desde aquí también se tiene acceso a Sydney Opera House, una pieza maestra del diseño y la arquitectura, edificio icónico que se presta para diversos homenajes, como cuando falleció la reina Isabel II y proyectaron su imagen, o para los festejos del Pride. Uno de los centros de arte más concurridos del mundo, celebra exposiciones, conciertos y teatro.

La zona también es perfecta para adentrarse un poco en la historia y tener vista plena del Harbour Bridge, otra pieza fantástica de la ingeniería, cuya construcción comenzó en 1923. Lo más simpático de este puente es que se puede cruzar a pie: se escala en un recorrido total o parcial (de tres a tres horas y media). Vimos a varios en la marcha (hay que reservar la actividad con anticipación). 

Además de la impresionante belleza de la bahía de Sídney, en el área está el Sea Life Sydney Aquarium. No vayan a pensar que es una genialidad tipo Estados Unidos; es recatado, pero impresionante por las especies que alberga, por ejemplo, las gigantescas mantarrayas, los tiburones, los pingüinos y la colección de medusas. Ahí se amerita el pago de la entrada.

No olvide darse una vuelta por The Rocks, barrio histórico con algunos de los bares más antiguos de la ciudad, además de tiendas de diseño artesanal y mercados al aire libre; el Museo de Arte Contemporáneo (la tienda es estupenda y tiene opciones de diseño nativo y contemporáneo), y la Customs House, fundada en 1845, herencia cultural con biblioteca y exposiciones gratuitas.

De Manly a Shelly y de Bondi a Coogee

Acá tenemos dos opciones de playas, ambas bastante visitadas por viajeros, pero quizá algunas con un tinte más residencial y un público más teledirigido. Arranquemos por Manly y el recorrido que hicimos hasta Shelly Beach, con almuerzo incluido porque para llegar toca tomar un ferry de cerca de 40 minutos en Circular Quay. 

Manly es bastante abierta en espacio y longitud, relajada, muy local, con zonas de parques y lugares para tener un buen tucker (término local usado para llamar la comida). El ferry sale cada 20 minutos y el paso es hermoso, pues hay vistas de la Ópera y del puente desde ángulos distintos. La brisa golpea suave y el olor a mar es delicado y complaciente. Como la franja costera de Manly es larga, permite caminar sus cabos y playas de aguas tranquilas y piscinas marinas. Algunas incluso con piezas de arte.

Por el malecón hay pequeñas tiendas de artesanía y espacios para sentarse a descansar y admirar el paisaje. Se practica mucho paddle, snorkeling y kayak, ya que, al ser de aguas tranquilas, el surf se deja para el otro circuito. Su bulevar se puede recorrer varias veces y encontrar tesoros y vendedores callejeros que ofrecen artesanías, como imanes con imágenes alegóricas a la cultura pop de la ciudad y la playa, piedras energéticas, joyerías o sedas.

Además, hay restaurantes al paso y tiendas de remates. Vayan con calma y temprano. Nosotros llevamos un poke hawaiano de salmón en el camino y estuvo justo y preciso para aguantar la caminata hasta la más remota Shelly Beach, una cala pequeña y quieta donde acabamos el paseo. 

De Bondi a Coogee la historia es distinta. Acá se llega desde el centro en autobús o transporte público (en Circular Quay se puede tomar el expreso 333 y va directo, toma un poco más de 30 minutos) y luego es una caminata de seis kilómetros que recorre diversas playas, cada una más impresionante que la otra. Es el mar de Tasmania (océano Pacífico), azul, turquesa, inquieto, que revienta en las piscinas de mar con audacia y brinda placer y espacio a los surfeadores expertos y experimentales. Barrancos, playas, parques, bahías se intercalan con barrios residenciales, restaurantes y cafés. Hay hoteles para la estadía prolongada. Bondi es frecuentada mucho más por viajeros y la playa es de arena fina, extensa. Luego vienen Tamarama, Bronte, Clovelly y la bahía de Gordon, entrelazadas con los baños o baths (piscinas de roca alimentadas con agua de mar) de Bondi, Giles y Wylies. No hay forma de perderse, la caminata es única, con subidas y bajadas, colinas breves y ruta marcada. El final es satisfactorio: la inmensidad brutal, la calma en el reventar de cada ola y el asumir que somos tan pero tan pequeños.

Recomendaciones de productos que debe probar o comprar

Los curris de los supermercados, marca Passage to India. Ya listos, para animar cualquier saltado de vegetales y de carne. 

Vegemite. No le encontramos razón, pero si la prueban, se enamoran o la dejan pasar. No hay punto intermedio. 

El mundo fantástico de Bluey. Sí, el dibujo animado es de aquí y en las librerías van a encontrar secciones completas dedicadas a este personaje televisivo adorado por los niños (y grandes). Sus diálogos son bastante inteligentes y van más allá de la simple complacencia infantil. 

Las Tim Tam. icónicas galletas que ahora se venden hasta de caramelo salado (su mejor versión). Son una locura y el souvenir perfecto. Se pueden abastecer en el aeropuerto de regreso ya que el precio no varía mucho.

Dos marcas australianas. Lululemon, la tienda más grande, el paraíso del deporte. Y las polémicas UGG. Los precios están mejores que en otras partes del mundo si se atreven a volver a usarlas.

Ibrahim’s Pastry para baklavas y pastelería libanesa. Se las empacan hasta para viaje. 

Lune Croissanterie para un buen croissant y arrancar de excelente humor el día o matar el antojo. 

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abril
5 / 2023