Pedro Reynolds, el colombiano que va tras la ciencia de los sueños
Catalina Oquendo B.
Pedro Reynolds-Cuéllar es colombiano, tiene 3806 años y cree que el mundo se divide en dos clases de personas: los que saben lo que quieren desde niños, que trazan una línea casi secuencial e inamovible en su existencia y la cumplen; y aquellos a los que simplemente les gusta aprender, ir por la vida andando caminos diversos que los lleven por lugares inesperados. Él pertenece al segundo grupo.
Su última aventura lo ha llevado a adentrarse en los sueños. Junto a un grupo de investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT), Pedro desarrolla Dormio, un dispositivo para interactuar con los sueños y aumentar la creatividad humana.
El sensor de bioseñales diseñado por Reynolds. Foto: Oscar Rosello.
Pedro Reynolds en la selecta lista de los investigadores del sueño
“Durante el inicio del sueño surge una extraña ventana introspectiva en forma de hipnagogia, un estado de sueño semilúcido donde todos comenzamos a soñar antes de caer completamente inconscientes. Ese estado se caracteriza por la imprevisibilidad experiencial, la percepción distorsionada del espacio y el tiempo, y la asociación espontánea y fluida de ideas”, escribe el coordinador del proyecto, Adam Haar Horowitz.
No es una técnica nueva, pero sí una común de un selecto grupo de creativos en la historia. Pedro Reynolds recuerda a Édgar Allan Poe, Nicola Tesla y Salvador Dalí solían tomar siestas con una bola de acero en la mano para capturar las ideas creativas generadas en microsueños hipnagógicos cuando caían al piso. La estatua de Thomas Alva Edison en Fort Myers, Florida, lo muestra también con una bola de acero en la mano izquierda.
El estado de hiponagogia se caracteriza por una asociación fluida de ideas. Muchos genios como Dalí y Tesla la usaron para sus creaciones. Foto: cortesía Fluid Interfaces MIT Media Lab.
Pedro Reynolds y la interacción robótica para los sueños
Horowitz, Reynolds y el equipo del MIT decidieron modernizar esa técnica y usar la tecnología para lograrlo.El colombiano hace parte del equipo encargado de programar la interacción robótica que acompaña al durmiente, así como la del sensor de bioseñales que detecta el momento justo en que se entra en el estado hipnagógico.
Una vez este identifica cambios en el ritmo cardiaco, la sudoración y la tensión muscular, el robot sugiere palabras al durmiente, cuenta Reynolds desde Cambridge, Massachusetts, vía telefónica.
“El robot es el compañero de sueños creativos de la persona. Le dice ‘te estás empezando a quedar dormido, quiero que pienses en ‘un tenedor’, por dar un ejemplo, y luego le hace preguntas, y la persona empieza a hablar”, explica Pedro Reynolds. Al final del experimento se comprueba que todos los participantes incluyen en sus ideas las palabras sugeridas por el robot y se sorprenden de los alcances de sus ideas.
“El nivel de incoherencia es alto, lo cual resulta algo muy útil en los trabajos creativos. Parte de la esencia de la creatividad consiste en buscar la asociación o conexiones que no son obvias. En mi caso me encontré con pensamientos dentro de mi mente que no sabía que tenía, pero solo el hecho de preguntarme el porqué me abre enormes puertas de pensamiento”.
La curiosidad infinita
El objetivo de Pedro Reynolds es abrir caminos para encontrar ideas nuevas, algo muy consecuente con la forma en que este investigador ha construido su vida. Su curiosidad lo ha llevado por proyectos muy disímiles: desde investigaciones fonatorias como lingüista, pasando por recorridos en varios países de África, implementando un programa de computadores, hasta convertirse en investigador de robótica social.
Reynolds comenzó como asistente de clases en el MIT. Foto: Steve Boxal.
Su historia arranca en San José de Miranda, un pueblo de cuatro mil habitantes en Santander, donde nació; continúa en Bogotá, cuando con su madre y hermano mayor se mudaron en busca de oportunidades. No fue una llegada fácil. Vivieron primero en un barrio de invasión donde hoy está El Tunal, en el sur de la ciudad. Y posteriormente, cuando la madre consiguió un mejor trabajo, se fueron al barrio Restrepo, donde Reynolds vivió su infancia y juventud.
“A uno le recalcan mucho la vulnerabilidad cuando está en medio de ella y muchas personas terminan asumiéndola. En mi caso, por mi curiosidad, nunca pude absorber los desafíos en los que estaba inmerso, además de que mi mamá dedicó su vida a darnos la mayor cantidad de oportunidades que pudiéramos tener”, cuenta Pedro Reynolds.
A eso atribuye él su capacidad de andar libre por el mundo buscando aprender. “Estoy muy abierto siempre a lo que venga. Nunca he tenido miedo de no saber los fundamentos de las cosas en las que me meto, confío en que puedo aprender”.
La creación de un robot que ayuda a cultivar la empatía en los niños es otro de sus proyectos actuales. Foto: Randi Williams.
“Cuando cuento mi historia académica, sin contar mi vida personal, me dicen ‘claro, es que usted tuvo los recursos’ y no, no es así. Yo creo que la decisión de que el motor de la vida sea el aprendizaje es posible también para la gente que no ha tenido recursos”, dice Pedro Reynolds.
Colombia, Ruanda y Estados Unidos
Pedro Reynolds es una mezcla de alguien curioso que, además, está en el lugar correcto y en el momento justo. Es también un alma nómada cuya historia se podría dividir por países y aventuras investigativas:
El trabajo de Pedro Reynolds en Colombia
Su adolescencia fue la típica de un muchacho inquieto e incómodo con la autoridad, especialmente la religiosa. Un dolor de cabeza para su madre, pero luego su orgullo, que encontró su lugar en el mundo cuando llegó a la Universidad Nacional. “Ahí me felicitaban por preguntar, por dudar. Fue también el lugar donde me conecté por primera vez con la tecnología y me enamoré de la educación. Soy un producto orgulloso de la educación pública”, dice Reynolds, quien se graduó de lingüista.
Pedro Reynolds trabaja en el Media Lab del MIT, donde estudia cómo los robots pueden interactuar y trabajar con los humanos. Foto: Steve Boxal.
Luego hizo parte de un grupo de investigación y, de la mano del fallecido lingüista Roberto Perry, se involucró en el mundo de la fonética. Con él tuvo también el primer trabajo que, dice, le abrió la cabeza para siempre.
Después se sumó al equipo de aprendizaje en One Laptop per Child (OLPC), la organización que llevó computadores a distintas zonas del país. No solo fue el jefe del equipo de Colombia, sino que más adelante apoyó la implementación en otros países.
Sin embargo, Pedro Reynolds pasaba por dificultades en su vida personal. Su madre sufría esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad degenerativa que lo obligó a regresar para cuidarla.
Ruanda
Este país le cambió la vida a Pedro Reynolds y fue quizá la estación azarosa por la que tuvo que pasar para llegar al MIT. Ruanda fue, en principio, una medida desesperada. “Mi mamá estaba muy enferma, el tratamiento era costoso y no tenía cómo asumirlo. Me acerqué a OLPC, les conté la situación y pregunté si tenían algún trabajo en el que pudiera generar una cantidad de dinero para ayudarla”.
Aunque estudio Lingüística, Reynolds ha aprendido mucho sobre robótica y programación. Foto: Oscar Rosello.
Solo tenían un cargo en ese país africano fuertemente azotado por la violencia y él aceptó. Fue una decisión difícil, pero con ese dinero pagó un centro donde cuidaron bien a su madre. “Me permitió darle todo lo que necesitara para que al momento de irse de este mundo fuera lo más digno posible”. Meses después de trabajar en Ruanda su madre murió.
Estaba desorientado, había aceptado el trabajo sin hablar muy bien inglés, pero tenía que continuar con el proyecto. “En medio de esto conocí a la que ahora es mi esposa. Trabajábamos juntos, ella comenzó ayudándome con el inglés y terminamos enamorados”.
Permaneció allí por dos años más como encargado de la implementación, diseño y soporte de One Laptop per Child, hasta que denunció que el Gobierno ruandés quería inflar los resultados del proyecto y lo “invitaron a irse del país”.
Estados Unidos
La experiencia ganada trajo a Pedro Reynolds de vuelta a Colombia, pero solo por un corto tiempo. El amor lo llevó a Cambridge donde su esposa consiguió un trabajo en el MIT, una de las cinco mejores universidades en el mundo y de donde han salido 85 premios Nobel.
Ingresar no es fácil, pero tiene un esquema de conocimiento abierto que permite tomar clases como asistente. Pedro lo identificó rápidamente y mientras se adaptaba al país, se inscribió en varias clases. “Comencé como asistente en una clase del MIT D-Lab en la que los estudiantes iban a una comunidad para identificar sus necesidades y hacer diseños que les sirvieran. Terminé como mentor porque les gustó que tuviera una experiencia internacional tanto en pueblos pequeños como a nivel de un país”. Tomó en total veinte cursos y se armó un programa personalizado con un objetivo: entender qué es la innovación y qué rol tiene para combatir la pobreza.
Uno de esos, el D-Lab Residuos lo embarcó en una nueva obsesión. Se propuso desarrollar tecnologías baratas que generaran impacto positivo en comunidades pobres. Se hizo conocido de los profesores, consiguió consultorías y se convirtió en instructor del curso al que había llegado como asistente. Como colofón creó C-Innova, una empresa que se dedica a desarrollar tecnologías de bajo costo para erradicar la pobreza y a capacitar para que las diseñen ellos mismos.
“En 2015, con asociaciones de recicladores en Cali y universidades colombianas, diseñamos una máquina para transformar plástico en filamento para impresoras 3D, construimos unas carretas ultralivianas para mover material reciclado por las laderas, entre otras cosas”, dice Pedro Reynolds.
Dormio es un dispositivo creado para interactuar con lo sueños y aumentar la creatividad humana. Foto: Adam Horowitz.
Media Lab, un lugar para explorar
Pedro Reynolds consideró que era momento de postularse para ingresar formalmente a un posgrado en esa universidad. “Escuché del Media Lab, que siempre fue descrito como ese lugar de libertad de exploración donde te apreciaban por trabajar en distintos campos y dije ‘voy a aplicar, ¿qué se pierde?’”.
Con esa, que parece ser su frase de batalla, se lanzó y pasó. De las tres opciones que tenía dentro del Media Lab fue aceptado en el equipo de Robots Personales, en el que se estudia cómo los robots pueden interactuar con los humanos y trabajar juntos.
Pedro Reynolds nunca había tenido un robot ni era hábil programando, tampoco sabía cómo podrían servir en educación y menos, para los sueños. Hoy no solo está en Dormio, sino que dirige otro proyecto en el que investiga cómo los robots pueden contribuir a cultivar la empatía en los niños.
Su trabajo consiste en programar dos robots para que interactúen frente a niños en diferentes escenarios. En unos, los robots actúan de forma empática y en otros, odiosa. Él y un grupo de terapeutas analiza las reacciones e interacciones de los niños e identifica sus niveles de empatía.
La investigación, que apunta a un estudio multicultural de la empatía con una muestra de niños de Estados Unidos y de Colombia, ya arrojó conclusiones: “La interacción con robots sociales capaces de comportarse de manera empática o no empática puede provocar el mismo comportamiento en los niños al servir como una herramienta educativa”, explica Pedro Reynolds.
Y ahora, ¿en qué otro proyecto se va a embarcar? “Nunca he vivido mi vida en función del dinero, para mí ha sido un producto añadido. Mi curiosidad y amor por las cosas que hago me han retribuido con dinero. La brújula ha sido cuál es la siguiente cosa por aprender, no el siguiente puesto. No sé eso cómo resulte. Mi vida no está resuelta. Y claro, a veces me cuestiono si debí enfocarme solo en algo, me pregunto cómo hubiera sido mi vida, mientras tanto, sigo aprendiendo”.