Inteligencia artificial, la nueva revolución cultural
Yhonatan Loaiza
Tres años antes de su muerte, Ludwig van Beethoven le obsequió a la humanidad una de las composiciones musicales más celebradas y populares de la historia, su Sinfonía n.° 9. Aunque esbozó algunos pasajes de la que sería su décima sinfonía, el genio alemán finalmente falleció debido a una cirrosis hepática, en marzo de 1827.
Esos bosquejos de su trabajo inacabado se convirtieron en una especie de cáliz sagrado de la música clásica, hasta el punto de que en estos dos siglos varios compositores han tratado de reconstruir la pieza a partir de los apuntes de Beethoven. Generalmente, los intentos no llegaban más allá de completar un solo movimiento (las sinfonías están compuestas de cuatro o hasta cinco), pero en 2021 algo cambió.
La Beethoven Orchestra de Bonn, ciudad en la que nació el compositor, estrenó el 9 de octubre de ese año una versión de la Sinfonía n.° 10, que nació gracias a Beethoven X: The AI Project, un ambicioso proyecto en el que un equipo de compositores, músicos, historiadores y científicos informáticos trabajó con herramientas de inteligencia artificial.
La génesis del proyecto fueron los cuarenta bocetos que Beethoven dejó de su sinfonía inconclusa. A partir de ellos, el equipo de científicos añadió partituras de otras creaciones del alemán para enseñarle a la inteligencia artificial disponible en el momento cómo era el proceso de composición de una sinfonía y cómo convertir un pequeño fraseo en un pasaje musical largo. Los músicos, por su parte, ensayaban con las partituras generadas y las interpretaban frente a expertos de la obra de Beethoven, hasta encontrar el punto de maridaje justo entre tecnología y música.
“Cuando tiene que ver con las artes, veo la inteligencia artificial no como un remplazo, sino como una herramienta, que abre la puerta para que los artistas se expresen de nuevas maneras”, escribió el profesor Ahmed Elgammal, director del Departamento de Arte e Inteligencia Artificial de la Universidad de Rutgers y uno de los miembros del proyecto Beethoven X.
Luego de esa experiencia con el compositor más famoso de la historia, gracias en gran medida a la popularización de herramientas como ChatGPT, la inteligencia artificial ha avanzado de un modo tan significativo en los últimos años, que ya se plantean preguntas apocalípticas del tipo ¿está en peligro la humanidad? Así mismo, han surgido cuestionamientos más prácticos, especialmente sobre el impacto que esta clase de tecnología tendrá en las artes y en la cultura.
Además del ejemplo de la Sinfonía n.° 10 de Beethoven, la inteligencia artificial ha ayudado a desarrollar nuevas entregas de otros grandes productos artísticos, aunque a menor escala, como fue el caso de Harry Potter and the Portrait of what Looked Like a Large Pile of Ash, un nuevo capítulo de la famosa saga literaria creada por J. K. Rowling.
“Una combinación surrealista, pero correcta gramaticalmente, de los ocho libros escritos por la humana”, aseguró en su cuenta de X el escritor catalán Jorge Carrión sobre este capítulo, generado por un algoritmo de escritura predictiva.
Carrión es, de hecho, uno de los grandes estudiosos del impacto de este desarrollo tecnológico en las artes. Incluso en 2021, mucho antes de este boom de la escritura predictiva, el catalán publicó la novela Membrana (Galaxia Gutenberg), en la que en el año 2100 una inteligencia artificial narra en retrospectiva la historia del siglo XXI.
De acuerdo con el escritor, esta evolución tan acelerada de recursos como ChatGPT ya está impactando la creación artística, positiva y negativamente, como suele ocurrir con las tecnologías que han usado los seres humanos desde siempre.
“El fuego iluminaba y permitía pintar las paredes de la cueva, y nos condujo a la cocina, pero también se utilizó para la destrucción y para la guerra. Tanto los timadores como los periodistas están recurriendo a ChatGPT. Los escritores y los artistas que más me interesan también están usando las redes neuronales que generan lenguaje o imágenes, pero de un modo fascinante. Esa es la dimensión de la realidad creativa atravesada por la inteligencia artificial que más me interesa”, asevera Carrión.
Sobre las fronteras que se deberían cruzar —o no— a la hora de emplear estas tecnologías, el escritor catalán manifiesta que hay límites éticos que se están redefiniendo, puesto que las reglas cambian y se adaptan a los nuevos desafíos. Según Carrión, las fronteras tarde o temprano se acaban por cruzar, y pone el ejemplo del investigador Frank Pasquale, que planteó en 2020 las “nuevas leyes de la robótica”, casi 80 años después de las que elaborara Isaac Asimov, el célebre escritor ruso de ciencia ficción.
“Hay que hacer lo que uno cree que debe hacer. Cada poética y cada mundo son distintos, por lo que en muchos de ellos las herramientas —tanto técnicas como conceptuales— que brinda la inteligencia artificial no tienen cabida, ni siquiera en los míos; después del ciclo que empezó con Membrana y terminó con Los campos electromagnéticos (2023), sé si tiene sentido seguir trabajando con algoritmos. En la medida de lo posible, claro, porque Google o Word incluyen inteligencia artificial y todos trabajamos con ese tipo de sistemas”, añade.
En Colombia, cada vez hay más proyectos creativos que se desarrollan a partir de las ventajas que brindan estos nuevos avances. En el campo de las artes visuales, por ejemplo, se presentó recientemente en la Cinemateca de Bogotá la exposición “GenIA”, en la que se emplearon herramientas de inteligencia artificial para, a partir de experiencias particulares, crear obras que exploraban una perspectiva descolonial, transfeminista y transterritorial.
En esta muestra, en la que colaboraron la Corporación Platohedro de Medellín y el artista sonoro suizo Felix Deufel, se exploraron las posibilidades de intersección entre la tecnología y la identidad de género para reflexionar sobre la ética, la autonomía, la justicia y la dignidad.
Por su parte, la productora audiovisual Gusano Films ha llevado a cabo proyectos como Dora Sena, un cortometraje dirigido por Jorge Caballero que tiene como protagonista a una senadora de la república generada por inteligencia artificial.
Según Caballero, para el corto se descargaron todos los proyectos de ley del Senado de un periodo determinado, que luego se alimentaron en un sistema de inteligencia artificial para que el algoritmo generara nuevos proyectos vinculados con la pandemia. “La película recoge una especie de parodia crítica, un tanto especulativa, alrededor de qué pasaría si tuviéramos una máquina que supliera las labores del Senado”, explica.
Caballero, que es ingeniero de profesión y luego estudió comunicación audiovisual, dice que su interés se ha centrado en trabajar sobre los límites entre la tecnología y el cine, lo que ha generado proyectos interactivos, de realidad virtual e inteligencia artificial.
A juicio de este productor y director, uno de los principales problemas que se pueden desprender de esta nueva tendencia es la estandarización de contenidos, que se desprende de esa lógica turbocapitalista de hacer productos más rápido y más barato. Ahora la gran pregunta, según Caballero, es si podríamos llegar a tener un ecosistema de producciones audiovisuales en el que existiera cierta homogeneización en los contenidos.
“Ese es un fenómeno cultural conocido en otros derroteros como Airbnb y Starbucks, con una estandarización de una estética, pero en las películas eso puede llegar a ser un problema; si Netflix y Amazon empiezan a utilizar masivamente contenidos para gustarle a la gente y repetir fórmulas que ya se conocen, otra de las preguntas que habría que hacerse sería la siguiente: ¿qué pasa con la diversidad de contenidos? En ese orden de ideas, dónde quedan entonces esas disidencias, esas creaciones independientes de otras latitudes que no se conocen tanto”, argumenta.
Y qué sucede con otras artes que construyen sus catedrales ficcionales desde la artesanía creativa más pura, que se alimentan de ese momento único e irrepetible que es el contacto en vivo con el público; en ese sentido, el teatro podría ser el mejor ejemplo. En opinión de Fabio Rubiano, uno de los dramaturgos más
influyentes de la escena colombiana, sin duda hay un desafío, puesto que ya está comprobado que la inteligencia artificial tiene la capacidad de construir historias bajo plantilla. “No me atrevo a decir crear historias”, especifica Rubiano, director y cofundador de Teatro Petra.
El dramaturgo cuenta que ha tratado de trabajar con este tipo de herramientas, dándole todos los parámetros para que le construya espacios que se acerquen a lo que él está imaginando, pero sus figuras uniformes, a pesar de que se les indique que se quiere un registro realista o figurativo, siempre se ven como ilustraciones desproporcionadas, o salen con tendencia al cubismo y al arte abstracto. “Ni siquiera logran referencias expresionistas. Bueno, por lo menos en las plataformas en las que he estado”, aclara.
Para Rubiano, el teatro desde hace miles de años es una presencia viva que cambia con cada función, que rompe reglas y crea unas nuevas. “La intuición de la inteligencia artificial puede hacer cosas, pero la capacidad de decisión y el riesgo que quiere tomar una directora o un grupo, de acuerdo con la interacción con el público, son irremplazables”, puntualiza.
En ese sentido, al darle los parámetros indicados a la inteligencia artificial, esta podría llegar a contar algo que cumpla con las reglas básicas de la dramaturgia en relación con la acción, el arco de un personaje, los momentos de tensión en los puntos que dictan los manuales, etcétera, y hasta se podría decir que habría un producto “bueno”, pero hay algo inherente al teatro que no se puede reproducir.
“El problema es que la dramaturgia no se limita a la escritura de una historia que cumpla las reglas, sino que está conformada por una serie de elementos que alimentan la narración, proporcionados por un grupo heterogéneo de creadores. Para poner un ejemplo, si en mi obra aparece que hay una cocina donde cuelgan unos utensilios, pero el director de arte me insinúa que preferiría solo una fila de cuchillos para subrayar un momento específico, y, además, si la actriz que tenía una acción con una sartén ahora la tiene con un cuchillo, la escena puede crecer”, complementa.
Es innegable el cambio de paradigma que han generado estos avances tecnológicos y la pregunta de si van a transformar las artes parece ya tener una respuesta clara. “Las van a cambiar todas. Es más, ya las están cambiando: escritura, artes, cine, fotografía. En ese sentido, su fuerza es mayor que la de la imprenta, con cuya revolución a menudo se compara”, precisa Jorge Carrión.
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