¿Por qué tendemos a cometer los mismos errores?
Revista Diners
“Volví a tropezar con la misma piedra que hubo siempre”, así reza el coro de la canción ‘Lo hecho está hecho’, de Shakira. La frase no es más que una confesión angustiosa de quien volvió a cometer el error que se juró jamás cometer.
A veces las piedras de las que habla Shakira vienen en forma de relaciones sentimentales tóxicas, o vicios, como el licor, el cigarrillo o cualquier otra cosa que uno se propuso evadir pero que por cosas de la vida terminó abrazando otra vez hasta sentirse mal consigo mismo. “¿Por qué me volvió a pasar? ¡No lo puedo creer!” son algunas de las expresiones culposas que acompañan el proceso posterior al tropiezo.
Investigadores como Juan David Nasio, psiquiatra y escritor argentino, decidieron juntar esas piedras, dudas y lamentos, para darle respuesta al titular de este artículo. “¿Por qué repetimos siempre los mismos errores? Tituló su libro publicado, originalmente, en 2013. En él, Nasio señala que “la repetición tiene dos aspectos: positiva cuando nos permite aprender, crear y afirmarnos cada día más. Pero también patológica en tanto nos hace volver a representar, sin que nos demos cuenta, los traumatismos de la infancia, reproducir una y otra vez las rupturas amorosas, sufrir trastornos obsesivocompulsivos, depender de una droga, del juego o del sexo, o fracasar reiteradamente ante las mismas pruebas”.
El responsable de esto es, para Nasio, el inconsciente, en tanto es ese proceso neurológico el que identifica y buscar patrones que exploran lo más profundo de nuestros sentimientos, recurriendo a los que son felices, como a los que no lo fueron tanto.
Por otro lado, Carol Travis, psicóloga social y coautora junto a Elliot Aronson, del libro ‘Mistakes were made’, en donde intentan resolver preguntas como ¿por qué es tan difícil aceptar los errores?, o ¿por qué es más sencillo ver la hipocresía en los demás y no en nosotros mismos?, señaló en una entrevista con el diario estadounidense The New York Times que el hecho de volver a equivocarse puede pasar por no reconocer el error, lo que llama: disonancia cognitiva.
“Consiste en lo que sentimos cuando el concepto que tenemos de nosotros mismos (soy inteligente, soy amable y estoy convencido de que esto es verdad) se ve confrontado por el hecho de que lo que hicimos no fue lo mejor, que lastimamos a otra persona y que esa creencia no es verdad. Para reducir la disonancia, debemos cambiar el concepto que tenemos de nosotros mismos o aceptar los hechos”, cuenta. “¿Y qué camino crees que va a preferir la gente?”.
A estas investigaciones, que le atribuyen al inconsciente y las debilidades en la autopercepción y el autoconocimiento, se suma otro como el realizado por Tyler Okimoto y publicado en la revista European Journal of Social Psychology, en donde la omisión del error pasa por una incapacidad individual de pedir perdón. “Por ejemplo: al disculparme con mi esposa, asumo haber hecho algo mal, pero esa disculpa también le permite a ella elegir entre aminorar mi pena al perdonarme o intensificarla al guardarme rencor. Las personas experimentan un aumento a corto plazo en los sentimientos de poder y control personal después de rehusarse a pedir disculpas”, le dijo a The New York Times, en donde finaliza diciendo que, contrario a lo que se cree, “ser obstinado le muestra a la gente una debilidad de carácter, en vez de una fortaleza”.
Para no cometer el mismo error dos, o tres, o cuatro veces, resulta primordial identificar el fallo; después, localizar el daño y entender por qué sucedió. Finalmente, luego de reconocerlo y hacerle el duelo, hay que dejarlo ir. No hay que seguirse torturando si ya se tiene un plan de acción para no volverlo a cometer.
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