El cerebro humano es un complejo juego de acertijos e incógnitas que ha sido estudiado, diseccionado, y digitalizado por años y del que aún faltan muchas cosas por descubrir.
Sin embargo, existen otros tipos de estudios que nacen del amor familiar más que de la curiosidad científica. Así le sucedió al doctor Pavel Goldstein, experto en ciencia cognitiva, cuando, de forma natural, agarró la mano de su esposa durante el parto de su primera hija.
Luego del nacimiento, la esposa de Goldstein le dijo que hubo una reducción de dolor considerable cuando se agarraron de la mano. Como buen científico, el experto contactó a sus colegas de la Universidad de Johns Hopkins (Estados Unidos) y emprendieron un estudio sobre el efecto analgésico del contacto físico.
Para ello investigó a 22 parejas con más de un año de conocidas, y las expuso a dolores que midió a partir de las ondas cerebrales. El procedimiento se repitió en habitaciones separadas, sentados uno al frente del otro y finalmente con un abrazo o tomándose de las manos.
Los resultados arrojaron que la sola presencia de un ser querido disminuye el dolor. Además si existe el contacto físico abrazando o sosteniendo la mano de quien sufre el dolor se puede reducir aún más.
Goldstein llamó a esto ‘sincronización interpersonal’. Esta se activa en condiciones de dolor o sufrimiento de la otra persona, liberando endorfinas que inhiben automáticamente las zonas de dolor.
Los investigadores también encontraron que el contacto físico genera un intercambio de información que ayuda a coordinar patrones de respiración, ondas cerebrales, y por ende, mayor efecto analgésico.
La Universidad Johns Hopkins compartió la investigación con la Universidad de Colorado (Estados Unidos) y la Universidad de Haifa (Israel). Allí replicaron el estudio con otras parejas y tuvieron los mismos resultados.
Por último, los investigadores aseguran que la disminución de dolor puede ser más efectiva si la pareja hace ejercicios de respiración profunda. Esto ayuda a tener la misma frecuencia cardiaca o los mismos pensamientos positivos que pueden salir de un recuerdo o simplemente de un paisaje relajante.
El próximo paso de la investigación es encontrar cuáles otras sustancias químicas actúan para adormecer el dolor aparte de la endorfina que libera el cerebro.
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