El silencio está en peligro de extinción: le decimos dónde encontrarlo

En un mundo donde el ruido está presente en cada esquina —desde el tráfico urbano hasta los sonidos del celular que captan cada segundo de nuestra atención—, el silencio parece escaso. Opciones para buscarlo.
 
El silencio está en peligro de extinción: le decimos dónde encontrarlo
Foto: Laura Patiño/ @ele.escaramujo.florece
POR: 
Sandra Martínez

El claxon del carro de la esquina suena sin parar; la señora del puesto de arepas ofrece su producto a grito herido; en la calle del frente, un señor toca destempladamente un saxofón. Al llegar a la oficina, una ejecutiva sostiene una reunión virtual sin audífonos y se escuchan gritos. Subo las escaleras, me siento y mi compañera de puesto decide poner un partido de fútbol a todo volumen. Ruido tras ruido que, sin darnos cuenta, perturban la mente. Estamos tan acostumbrados a vivir así, que el silencio se ha convertido en un lujo. 

Según el informe Fronteras 2022: ruido, llamas y desequilibrios, de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), “la contaminación auditiva en las ciudades es un peligro creciente para la salud pública, y puede tener un efecto devastador en la salud física y mental de las personas”. Los más afectados son los jóvenes, los ancianos y las comunidades marginadas, se asegura en el informe, sin dejar de lado a las numerosas especies de animales que también se ven perjudicadas por este fenómeno.

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Para la ONU, los niveles tolerables de ruido —entendido como un sonido desarticulado y desagradable— están entre los 65 decibeles (dB) al día y 55 en la noche. Pero para entender mejor a lo que nuestros oídos están expuestos diariamente, hay que decir que, en promedio, el ruido del tráfico denso desde el interior de un carro tiene una intensidad acústica de 80 dB; la sirena de una ambulancia a 30 metros, 100 dB; estar en una discoteca, 110 dB; un avión despegando a 60 metros de distancia, 120 dB, y unos fuegos pirotécnicos a un metro de distancia, 140 dB.

En el informe Ruido y salud, del Observatorio de Salud y Medio Ambiente de la empresa de seguros DKV, se explica que, además de que el ruido puede generar problemas auditivos como hipoacusia, sordera o tinnitus, existen otros efectos no auditivos, que se están investigando, como alteraciones del sueño, enfermedades cardiacas y metabólicas, depresión, disminución del desarrollo cognitivo en niños, puesto que la exposición constante al ruido activa las reacciones del estrés en el cuerpo. La ONU estima que la exposición ambiental al ruido provoca 12.000 muertes prematuras al año en Europa y 48.000 nuevos casos de cardiopatía isquémica cada año.

Según un ranking elaborado por el Foro Económico Mundial, las tres ciudades más ruidosas del mundo, en orden descendente, son Cantón (China), Delhi (India) y El Cairo (Egipto). Bogotá tiene en promedio 83 dB al día, de acuerdo con el informe de la ONU.

Otro punto importante es la escucha insegura, esto es, la práctica de escuchar música u otro contenido de audio a niveles altos durante periodos prolongados. Para la ONU, cerca de la mitad de jóvenes y adultos jóvenes, es decir, 1.100 millones de esta población, corre el riesgo de perder la audición por escuchar música en sus teléfonos inteligentes, reproductores de audio o en bares y discotecas.

Otros “tipos” de ruido

Justin Zorn y Leigh Marz, autores del libro El valor del silencio (2023), plantean que hay tres niveles de ruido: el ruido literal y auditivo —del cual hablamos al comienzo del artículo—, el ruido informativo y el ruido interno. 

Vamos por partes. El ruido informativo es la avalancha de información a la que estamos expuestos día y noche. En 2010, el director de Google, Eric Schmidt, hizo una estimación para entender la situación: “Cada dos días creamos tanta información como desde los albores de la civilización hasta 2003”. 

Zorn y Marz aseguran que, si bien están agradecidos por todas las bondades que ha traído el internet a nuestra vida, es importante entender que los datos aumentan pero nuestra capacidad de procesarlos no, y citan lo que el académico Herbert Simon dijo hace cincuenta años: “Lo que consume la información es bastante obvio: consume la atención de sus receptores. Por lo tanto, la riqueza de información crea una pobreza de atención”.

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La tercera categoría es el ruido interno. “Con tantos estímulos que consumen nuestra atención, es más difícil encontrar el silencio dentro de nuestra conciencia. Todo el ruido exterior puede amplificar la intensidad de lo que ocurre en nuestro interior. Con el incremento de la frecuencia de los correos electrónicos entrantes, los textos, los mensajes instantáneos y las notificaciones de las redes sociales, aumenta la expectativa de estar siempre atentos, listos para leer, reaccionar y responder. Ese ruido reclama nuestra conciencia. Coloniza la atención prístina”, explican los autores. 

El historiador francés Alain Cobain resume magistralmente la situación en su ensayo Historia del silencio: “Hoy en día, es difícil que se guarde silencio, y eso impide oír la palabra interior que calma y apacigua. La sociedad nos conmina a someternos al ruido para formar así parte del todo, en lugar de mantenernos a la escucha de nosotros mismos.

De este modo, se altera la estructura misma del individuo. (…) Ahora bien, el hecho decisivo no es, como podríamos pensar, el aumento de la intensidad del ruido en el espacio urbano. Gracias a la acción de militantes, de legisladores, de higienistas, de técnicos que analizan los decibelios, el ruido de la ciudad, que se ha transformado, sin duda, no es más ensordecedor que en el siglo XIX. Lo esencial de la novedad reside en la hipermediatización, en la conexión continua, y por esto mismo, en el incesante flujo de palabras que se le impone al individuo y lo vuelve temeroso del silencio”.

En la misma línea, el periodista y escritor español Pedro Bravo acaba de publicar ¡Silencio!, un ensayo en el que hace una reflexión sobre la importancia de callar y escuchar al otro. “El silencio es el primer paso para la atención, que es una palabra que me encanta porque tiene dos significados: uno, poner el foco en algo o en alguien, y otro, atender, cuidar a ese alguien o ese algo. El silencio y la soledad nos conectan mucho más que el ruido, que realmente nos desconecta, porque el ruido nos distrae y nos hace saltar de una cosa a otra, pero también de una persona a otra. No somos multitasking. La atención nos conecta”, asegura en una entrevista con el medio Ethic.

Retiros, baños de bosques y más para encontrar silencio

Hace un par de años, motivada por una amiga periodista, me inscribí en un retiro de silencio en Gloucester (Inglaterra). Once días en absoluto silencio. Al principio, debo reconocer que me pareció un poco extremo, pero quería vivir la experiencia.

Recuerdo que tenía que  dejar mi celular y mi reloj en un locker antes de entrar; recuerdo que el guía me explicó que hasta al cuarto día iba a ser muy difícil, pero que luego todo fluiría. Y tenía razón. Al comienzo, el cerebro necesita revisar el celular cada dos minutos. “¿Y qué pasa si sucede algo grave y no me entero?”, me preguntaba. Miles de pensamientos se agolpaban, tenía mucha ansiedad, ver a los otros y no entablar una conversación me resultaba incómodo; quería escuchar música, hablar, descubrir la voz de los demás.

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Sin embargo, poco a poco, estar en silencio me trajo paz; después del almuerzo, disponíamos de una hora para caminar por la finca, que tenía una vista inigualable de la campiña inglesa. Sentía con conciencia mis pasos sobre la hierba húmeda, los sonidos de los pájaros, los colores eran más vívidos, y mis pensamientos más tranquilos y ordenados. Lo realmente importante tomaba su lugar.

Actualmente, hay varios lugares en Colombia que ofrecen retiros de silencio, ligados en su mayoría a prácticas de meditación, yoga u oración; también existen los “baños de bosque” o shinrin yoku, término de origen japonés acuñado en la década de los ochenta, cuando la Agencia Forestal del país nipón quiso promover el contacto de la gente con la naturaleza para disminuir el estrés. El objetivo principal es caminar lentamente y en silencio, y dejar la prisa del día a día; la práctica ya se ha extendido a varios países.

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Otra de las opciones —no apta para personas nerviosas o claustrofóbicas— son los tanques de  flotación, que existen desde los años cincuenta gracias al científico estadounidense John C. Lilly, quien quería estudiar el aislamiento sensorial. Los tanques, famosos por haber aparecido hasta en Los Simpson, son insonoros y tienen agua con una solución salina para flotar; la idea es ingresar desnudo y flotar en la oscuridad, sin ningún tipo de estímulo, para generar una relajación profunda, comparada con estar en el útero materno.

No obstante, tampoco necesita ir a un retiro o ingresar a un tanque para comprender la importancia del silencio en la vida; mediante pequeñas acciones cotidianas que puede poner en práctica, quizás pueda generar un cambio importante en su vida (ver recuadro).

Los beneficios del silencio

El neurocientífico francés Michel Le Van Quyen, autor del libro Cerebro y silencio, cuenta que se despertó una mañana con una parálisis facial. Le diagnosticaron agotamiento y le recomendaron reposo absoluto. Siguió las indicaciones médicas al pie de la letra y se recuperó prontamente. Después, decidió investigar al respecto. Van Quyen concluyó que el silencio es clave para fomentar la creatividad, permitirle al cerebro regenerarse (neurogénesis) y asentar la memoria.  

Aunque todavía faltan más estudios en el área neurocientífica, los médicos concuerdan en que el silencio baja la tensión arterial y la frecuencia cardiaca, es un aliado para el sistema inmune, para calmar la ansiedad y reducir la irritabilidad. En síntesis, el silencio vale oro.

5 Maneras para encontrar el silencio

Estos son cinco consejos que aparecen en el libro El valor del silencio para encontrar momentos de tranquilidad en medio de la cotidianidad. 

1. Leer un libro con toda su atención:

Esto significa no tener un teléfono cerca, no entablar conversaciones secundarias intermitentes, ni tener pensamientos sobre lo que va a hacer después. 

2. Intentar no hablar durante un día:

Si las responsabilidades del trabajo, del cuidado de los niños o de los ancianos hacen imposible un día sin palabras, reserve solo unas horas. Una vez que se haya preparado, preste atención a lo que es diferente para usted cuando no está comprometido en el discurso. 

3. Hacer tres respiraciones al día:

Con mucha atención y utilizarlas para sentir dónde hay ruido en el cuerpo y en la mente. Treinta segundos de respiración consciente  pueden cambiar sus emociones y su perspectiva. 

4. Solo escuchar:

Entre a un lugar tranquilo y concéntrese en escuchar. No hace falta que piense en lo que oye, solo escuche el paisaje sonoro que lo rodea. 

5. Hacer una sola cosa:

Piense en una tarea  diaria que suele dejar pasar a toda velocidad para hacer otra cosa. Encuentre el silencio interno a través del placer de hacer una sola cosa.

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junio
12 / 2024