Así fue mi experiencia en el primer sauna infrarrojo de Bogotá

Óscar Mena
Cuando escuché sobre las terapias de sauna infrarrojo creí que iba a entrar a una cabina de luces incandescentes y vapores aromáticos. Pero cuando llegué a Thermacure, el primer estudio de Latinoamérica con esta línea de bienestar, encontré un lugar diseñado para transmitir paz a través de su diseño futurista atendido por Yolanda Gamboa y Luis Felipe González, madre e hijo, quienes conocieron esta terapia en Estados Unidos y Tailandia.
“Las terapia de sauna infrarrojo son populares en estos países donde han realizado infinidad de estudios que comprueban sus beneficios porque emulan a los rayos del sol, sin su componente ultravioleta, lo que significa que en 40 minutos va a sudar como nunca lo ha hecho en su vida y de paso reducirá el estrés, la fatiga, los dolores musculares y hasta rejuvenecer la piel”, comenta Gónzález, neurobiólogo de profesión.
Thermacure cuenta con 10 cabinas de sauna infrarrojo, equipadas con televisores de 43 pulgadas, bocinas y tecnología certificada por Clearlight, la compañía estadounidense que patentó la construcción de los paneles, garantizados para no producir radiación ni toxina. Pese a la explicación no estaba muy seguro de la efectividad de estas terapias complementarias y sus efectos.
Sin embargo, una publicación de la Clínica Mayo me confirmó que existen cientos de estudios donde se analiza el uso frecuente de saunas infrarrojos para tratar problemas de salud duraderos, en los que se han encontrado mejoras notables en personas con presión arterial alta, insuficiencia cardíaca, demencia, alzheimer, artritis, diabetes tipo 2 y hasta dolores de cabeza crónicos.
Antes de entrar a la cabina
En la recepción de Thermacure se encuentra una nevera con sodas saborizadas con frutas y un dispensador de agua, en el que Yolanda Gamboa sirve un poco en un vaso metalizado y me dice que es necesario estar bien hidratado antes de entrar a la cabina, pues lo más seguro es que voy a sudar bastante en la sesión. Es ahí, donde sale de una cabina Julia Inés Martínez, doctora de medicina alternativa con la cara roja y con unas cuantas gotas de sudor en su frente. “Vengo una vez por semana después del trabajo, en los primeros minutos los vasos sanguíneos se ensanchan y aumenta el flujo sanguíneo, el ritmo cardíaco de acelera, ideal para las personas que quieren tener una recuperación muscular acelerada luego de la actividad física, puede incluso ayudar a los atletas a mejorar su rendimiento”, comenta la experta.
Luego, camino junto a Yolanda por las cabinas y me explica que el diseño de cada una está pensada para atender diferentes necesidades, por ejemplo, hay una cabina para usuarios en sillas de ruedas, otra para quienes desean practicar yoga; unas personales y otras para grupos (máximo tres personas). Cada una cuenta con toallas secas y otras húmedas con aromas a flores, hierbas y aceites esenciales.
“Las cabinas las utilizan desde jóvenes que le quieren regalar una sesión a sus padres mayores; deportistas profesionales, hasta parejas de adultos que desean tener un espacio de meditación y personas que salen estresados de sus oficinas”, comenta Gamboa.
En la cabina
“Lo mejor es que entres desnudo a la cabina o en bóxers porque van a sudar mucho”, me dice Gamboa, quien me señala el control de televisor para que pueda poner lo que yo quiera. “Puedes entrar a Netflix, Prime Video, Disney, YouTube, la plataforma que desees”, comenta.
Esperaba recibir más instrucciones, como una guía de uso o un “calentamiento previo” antes de entrar a la cabina, sin embargo, Yolanda y Luis Felipe solamente dijeron: “qué lo disfrutes”. Así que procedo a quedarme en bóxers y entrar a la cabina que ya está a una temperatura de 56 grados centígrados.
Dejo la música relajante que tienen por defecto y no pasan más de 10 minutos cuando me doy cuenta que realmente estoy sudando bastante, pero no son gotitas, sino goterones, así que decido quedarme completamente desnudo porque seguramente los bóxers terminarían empapados.
A las cabinas también les puede agregar los servicios de aromaterapia con aceites esenciales; haloterapia para purificar los pulmones; los masajes percusivos para tratar los nudos musculares provocados por el estrés o el sobre entrenamiento.
Dentro de la cabina se encuentra un espaldar de madera que pude acomodar para acostarme y ver las luces multicolor que salen del techo. Acompañado de la música, me doy cuenta que es un lugar ideal para desconectarse de la tecnología por completo, pues el celular y el reloj digital se calientan dentro de la cabina.
En los 40 minutos parece como si me hubiese metido a una ducha, no hay un solo lugar de mi cuerpo que no haya sudado. Mis dedos están arrugados, como si hubiese estado metido en una piscina. Cuando se termina la sesión, salgo de la cabina aún sudando por montones. Me paso la toalla y veo que es inutil pues el cuerpo sigue botando agua en cantidades.
Me siento un rato para intentar desacalorarme. Cinco, diez, quince minutos, el cuerpo lentamente va volviendo a la temperatura promedio con el ambiente, siento la piel de mi rostro suave, como si me hubiese hecho un tratamiento facial. Mi cuerpo se siente ligero y con energía -pese a haber estado de pie todo el día-.
¿Qué personas no deberían usar el sauna infrarrojo?
Es importante conocer que no todas las personas pueden utilizar esta terapia complementaria, como por ejemplo, aquellos con capacidad reducida para sudar; si tiene esclerosis múltiple; tumores en el sistema nervioso central; hemofílicos (aquellos propensos a tener sangrados); personas con fiebre; mujeres embarazadas; en días de menstruación – puede aumentar el flujo menstrual-.
También aquellos que tengan articulaciones artificiales, varillas o clavos metálicos en los huesos. Aquellas personas que han tenido cirugías recientes o que tengan marcapasos, ya que los imanes que se utilizan para ensamblar los saunas pueden interrumpir su funcionamiento.
Entre tanto, consulte a su médico antes de usar un sauna de infrarrojo si tiene obesidad, problemas circulatorios o si está bajo de los barbitúricos, antihistamínicos o anticolinérgicos, ya que estos puede inhibir la sudoración y predisponerlo a sufrir un golpe de calor.
Una terapia para hacer una vez a la semana
Cuatro sesiones en Thermacure cuestan $196.000 pesos, es decir $49.000 cada una. “La idea es que todos puedan acceder a esta terapia complementaria, porque nuestro objetivo es ofrecer bienestar. Más allá de las ganancias que pueda dejar, nos llena el corazón ver a la gente salir con esa cara de tranquilidad de las cabinas y con el deseo de volver”, comenta Luis Felipe.
Thermacure está ubicado en la carrera 7 #84 B – 40, en el edificio Saturno (Local 4), con horarios de 8 a. m. a 9 p. m. de lunes a jueves y 8 a. m. a 6 p. m. de viernes a domingo. Reserve sus citas con un día de anticipación y viva la experiencia personalmente.
Más información en @thermacure.co.
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