Isabel Henao, la reina de la moda
Pilar Castaño
Publicado originalmente en Revista Diners Ed. 491 de febrero 2011
La primera descripción que podría hacerse de la joven diseñadora Isabel Henao, nacida en Medellín, es que siempre está construyendo, creando e innovando. La segunda sería sobre su infinita sensibilidad, que la hace ver como un personaje de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, envuelta en encajes y sedas, romántica y frágil, y tomando té al lado de una caja medio vacía de chocolates.
La tercera sería a través de la fuerza infinita que les imprime a sus colecciones. Porque cada prenda trae con- sigo un mensaje cifrado de lugares, momentos, épocas, tendencias y lo más importante, los propios colores de Isabel: sus colores rotundos y sus mezclas. El negro y el violeta siempre están y son casi su sello personal. Y esa fuerza se halla representada además en el trabajo manual de sus prendas, que trasmite poesía, arquitectura, fantasía, arte y, desde luego, música. Porque sus texturas y volúmenes se mueven mientras sus transparencias le hablan a una mujer sensual y muy femenina.
Cuando flotan sus inmensas faldas con cortes imposibles sobre la pasarela, al bies, envuelven el cuerpo de las modelos, quienes a veces parecen sostenidas en el aire como esculturas en un museo.
Isabel Henao estudió donde nació, en Medellín. En 1999 hizo sus principios en literatura, mientras definía cuál sería el camino que quería recorrer. Luego se decidió por el diseño industrial, también en la Pontificia Bolivariana, y después por el diseño de modas en la Colegiatura. Entre el 2002 y el 2003 hizo una especialización en el Instituto Marangoni, en Milán (Italia), donde agregó un Magna cum laude a su entonces muy joven hoja de vida. De ahí pasó a especializarse en el tratamiento de telas, plisados y nuevos desarrollos, a través de cursos de técnicas especiales.
Si de aplausos se trata, los ha recibido muchas y merecidas veces, así como menciones y premios por parte de la crítica, las revistas y el público. Pero tal vez uno de sus principales retos ha sido desfilar con su colección al lado de grandes nombres internacionales como Ágatha Ruiz de la Prada y Carolina Herrera, en los que siempre ha hecho valer su infinita capacidad de darles un toque personal e inconfundible, y a la vez poético y etéreo, a los materiales que confecciona.
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@juanacmartinez walking the way in our Mauve soft feathers #ElSonidoDelViento (soon back in stock)
Tiene un físico que quisiera cualquier modelo profesional: alta, flaca y exótica. De hecho, no sólo fue modelo, sino que aún hoy, junto con Simona, su hija de tres años, no tiene problema en modelar su propia ropa. Isabel lleva una elegancia frágil, muy femenina, con su piel muy blanca y el contraste de su pelo negro al estilo de Blancanieves.
Perfeccionista, es casi oriental en sus gustos y preferencias. Tanto la atraen esas culturas que llegó a esculpir varias colecciones como piezas de origami, y obligó a las personas a tocarlas para no creer que estaban hechas en papel mantequilla o en azúcar o caramelo. Porque todo lo que hace Isabel es depurado.
Foto: Archivo Diners.
Cada pieza, hecha y pintada a mano, cada bordado o aplicado, en sus manos, llega a ser exquisito y único. Usa plumas, velillos en colores fantásticos, juega con las texturas y las mezcla con una maestría especial. Trabaja en una gran mesa en su taller, donde siempre se encuentra innovando con una disciplina de monje.
Se le ha medido sin agüero a todos los mate- riales: cuero, lona, rafia, índigo, lana, alpaca, organza, lamé, paño o satín. En los años de carrera que lleva desde que ganó el premio como diseñadora revelación, no ha parado de dibujar y de hacer bocetos, pero tampoco de investigar, viajar, hacer fotos o inspirarse en las colecciones internacionales o en el cine. Es sensible a todo y lo expresa a través de su trabajo.
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Sin embargo, su obsesión es una: la mujer. Y todo lo que la rodea: vestirla, transformarla, ensalzarla, hacer que exprese todas sus fantasías, convertirla en una princesa y ser, ella misma, el hada madrina. Pero más que hada es una Arquitecta de la moda. Desde su primera colección ya construía, desestructuraba, teñía, cortaba y cambiaba los patrones establecidos.
Eso la hacía grande. Y lo demostró. Su trabajo más evidente lo presentó el día de la posesión del presidente Juan Manuel Santos, cuando diseñó el vestido de brocado blanco y mangas trompeta que lució la primera dama María Clemencia de Santos durante la ceremonia del 7 de agosto.
Ese día dejó de nuevo en claro que ella ya no es una promesa. Sino un punto de referencia de la moda colombiana. Le ha ido bien aquí y en otros lugares, ya sea a través de sus presentaciones internacionales o de los pedidos que le hacen en países lejanos. Hoy mide sus desfiles, pues sabe que implican un trabajo y un desgaste grande para ella y el resto de las manos que constituyen su taller y que constituyen su segunda familia.
Foto: Archivo Diners.
Pero cuando se presenta, sus colecciones son siempre coherentes, ya que cuentan una historia completa. Presenta abrigos, capas, sastres, vestidos largos de coctel, faldas, suéteres, blusas y ahora un cuero alucinante pintado a mano –como salpicado por duendecillos necios a medianoche–, además de zapatos retro, muy originales, y el toque definitivo que les da a las prendas, cinturones, carteras y collares. Es decir, a todo.
Y ese todo también hace referencia al gran esfuerzo que ha realizado por mantenerse de pie, activa en medio de momentos difíciles, luego de un matrimonio seguido de un divorcio, inspirada sobre todo en una maravillosa hijita que baila y canta en francés y que es su alegría y su motor cada mañana, y también la inspiración de Cozita, su línea infantil para niñas que ha sido un éxito.
Henao es una valiente con la convicción de su vocación incansable por superarse y reinventarse cada día. Así como ha vivido las crisis de la industria y los cierres de almacenes, también ha experimentado los triunfos, los premios, las dudas y las emociones, sin dejar un instante, sin embargo, de crear esa segunda piel a través de sus prendas, esa nueva historia para la mujer.
Hablando de historias personales, el violeta es su color preferido –y eso queda en claro en sus colecciones–, pero en su vida ella prefiere vestirse casi siempre de negro, pero con una mirada muy femenina y una visión urbana que busca innovar en formas y cortes. De hecho, ella prefiere “catar” primero sus trabajos, salir al asfalto con ellos, probarlos, ver cómo se amalgaman sus diseños con la ciudad y luego sí, ¡a producción!
Foto: Archivo Diners.
No produce mucho. Lo estrictamente necesario para vivir de su trabajo, que eso ya es un lujo. Sus abrigos los hace uno por talla y sus vestidos de noche casi siempre por encargo, lo que los convierte en bastante únicos. Su lenguaje se vende muy bien afuera. Las extranjeras la veneran, porque son mujeres viajadas que saben lo que valdría un Isabel Henao en París, Milán o Nueva York.
Nunca ha perdido la emoción ni la adrenalina de cada nueva colección. Recibe muchas propuestas para presentarse en distintos lugares del mundo, pero ella se mide como mide sus telas: no hacer demasiado ni tampoco saturar su imagen de mujer del siglo XXI, enmarcada en una sensualidad clásica y atemporal.