La curiosidad andina de la diseñadora Manuela Álvarez
Adrián David Osorio Ramírez
En Milán (Italia), a nueve mil kilómetros de distancia de su natal Bogotá, Manuela Álvarez descubrió su colombianidad. Cursaba tercer semestre de Diseño de Moda en el Instituto Marangoni cuando, ofuscada por no obtener una calificación perfecta, le preguntó a la directora de su carrera qué le hacía falta para lograr ser una estudiante “10 de 10”.
La explicación de la directora radicaba en la discrepancia que existía entre su estilo personal y sus diseños. Mientras en el papel, Álvarez aludía a la esencia caribeña de Colombia, en su día a día optaba por vestir colores neutros y piezas minimalistas: “Me aconsejó diseñar para mí, y fue ahí cuando me descubrí a mí misma como una co- lombiana andina y comencé a sacar diez (risas)”.
A su regreso a Colombia, la diseñadora decidió ampliar su perspectiva de la industria nacional, por lo que trabajó con la diseñadora Olga Piedrahíta y luego se incorporó a la empresa textil Lafayette. Cuando sintió que era hora, hace ya una década, comenzó el camino de MAZ Manuela Álvarez.
Con su primera colección, llamada Fundamento, que presentó en Colombiamoda 2013, confirmó que lo suyo es expresar sentimientos por medio de sus creaciones. En ese momento, con 24 años, atravesaba por uno de sus desamores más fuertes y tuvo que recurrir a “esa vocecita del alma para volver a mis valores fundamentales”. De allí el nombre de la colección.
“Una de mis mayores apuestas ha sido el hacer las paces con el hecho de que todo cabe dentro de mí: es posible ser una guerrera y, al mismo tiempo, ser una persona sensible, a la que muchas veces le ganan las emociones. Soy piscis, ascendente sagitario, y con luna en escorpio. Creo en todo y no creo en nada; soy una persona con muchos contrastes”, cuenta Manuela Álvarez. A su apuesta se sumó un fuerte componente artesanal hace siete años, cuando Artesanías de Colombia la invitó a ser parte del proyecto Maestros Ancestrales y a desarrollar una colección junto con las comunidades indígenas emberá dobidá y wounaans phuboorr, del Chocó.
“Algo se rompió dentro de mí con ese viaje. Me di cuenta de que en Colombia hay tanta necesidad como belleza, y muchas veces no nos enteramos de ninguna de las dos. Sentí una obligación conmigo misma, con mi comunidad y con mi país, así que cambié el modelo de negocio y tomamos un enfoque en el desarrollo social y ético, trabajando de la mano con comunidades artesanas vulnerables”, explica.
Con esta visión clara, hace tres años Manuela Álvarez comenzó un proceso de acompañamiento a 16 clusters de artesanos con la Gobernación de Cundinamarca. Para finalizar el proyecto decidió crear Oda Andina, una colección en la que conjugaba todos los oficios que conoció, desde crochet y macramé, hasta tejeduría con dos agujas y cestería.
Por la pasarela de Bogotá Fashion Week 2023 desfilaron modelos luciendo las prendas resultantes del proyecto, y al final, Manuela Álvarez caminó en compañía de los 47 artesanos que hicieron posible esta colaboración: una celebración al talento local.
“Me sentía como una colombiana chiviada en cuanto al hacer de la moda, porque en Colombia esta industria tuvo su gran desarrollo con el Caribbean chic. Pero yo soy una vieja andina, de tierra fría, de montaña y páramo. Cuando empecé a trabajar con comunidades indígenas, confirmé lo que me decía mi profesora en Italia, que yo soy una colombiana de raíces ancestrales”, remata Manuela Álvarez, quien acaba de lanzar su nueva línea de joyería, enfocada en la técnica del vidrio soplado, también en conjunto con artesanos cundiboyacenses.
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