Así es Adolfo Domínguez, el creador de una marca fuerte en Colombia
Rocío Arias Hofman
Los gallegos, gentilicio de los españoles nacidos en Galicia (noroccidente de España), son gente afable, apegada a la tierra y al mar que baña sus costas, poco dada a la algarabía y las extravagancias. Allí nació Adolfo Domínguez, seguramente con los mismos ojos generosos y divertidos con los que mira –de adulto– lo que ofrece su día a día.
Quizá por su doble condición de consagrado modisto y aguerrido empresario (con todo y la crisis que atenazó durante cinco años su compañía hasta que inició –entre otras estrategias– sus planes de expansión internacional) es que ha logrado también diseñar de manera sólida su vida. Así parece al observar cómo continúa fiel a sí mismo y a los suyos. Su estilo sobrio y conocedor de la anatomía humana; su familia y su equipo de trabajo que se ocupa de más de 700 puntos de venta en el mundo hablan por el hijo del sastre de Orense que nunca deja de crear.
¿Cómo resulta el balance, tanto comercial como de relación con la clientela en Bogotá, de AD en Colombia?
Positivo, pero quedan muchas cosas por hacer. Colombia es un país grande y dinámico. Ha desatado el nudo gordiano que lo tenía atenazado.
Dentro de los planes de expansión creciente a nivel internacional de AD, ¿hacia dónde apunta en Colombia?
A lo largo de los años nos hemos dado cuenta de que la franquicia es el mejor sistema, asociarte con alguien que conoce la plaza y el país, porque el mundo es muy complejo.
¿Cree que ese estilo sobrio y elegante que usted ha llamado “la moda como una segunda piel” es el que le ha permitido marcar su diferencia en un mercado más habituado a las siluetas ceñidas, las paletas brillantes y un acceso limitado a los tejidos nobles?
Nos vestimos para que nos quieran, incluso para seducir. Hay quien lo hace a gritos. Hay mujeres, en cambio, que cuando te dejan atrás, el aire ya no es el mismo. Un aleteo. Y hombres.
¿Qué tipo de palabras están presentes en su mente cuando acomete la labor técnica del diseño como tal, qué términos le resultan más evocadores?
Quiero que detrás del afán de parecer algo maravilloso, eso es la moda, haya algo maravilloso. Y a veces lo hay.
Como gallego usted quizá también contiene esa dosis de melancolía que es atribuida a los nacidos en su tierra. ¿Diría usted que su oficio de modisto tiene algo melancólico en sí mismo?
No soy muy melancólico, no quiero serlo, el presente es lo único que nos resbala entre los dedos, tampoco el futuro.
¿Podría ofrecernos algún fragmento de sus versos favoritos?
Tengo muchos versos favoritos, pero este es el que me vino a la cabeza. Cuando hablas de amor, seducción, la moda va de eso, un relampagueo de dolor, la vida también es eso.
Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma… ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras / en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. / Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; / o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Usted que fue bibliotecario en su juventud, ¿establecería un puente entre la manera en que los libros y las prendas deben presentarse? ¿La combinación de géneros o temas en los libros y de estilos y colores en la moda son esenciales para seducir y lograr una decisión de compra?
Para que te quieran, para que te compren tienes que provocar emociones. Y quizás la belleza es el arma más poderosa. Una mezcla de silueta, color, tacto, olor también.
Desde que publicó en 1992 su novela Juan Griego, se podría pensar que el tiempo no le alcanza para desarrollar sus gustos por la narrativa, el cine y la moda. ¿El hecho de que Tiziana, su hija (en la foto), haya asumido las riendas de AD en el área creativa, es un “aire” para usted, un compás de tiempo?
Sí, escribo. Y escribo con preocupación por la forma. Juan Rulfo publicó 300 páginas en su vida. A alguno le ha llegado un poema. Jorge Manrique, por ejemplo.
¿Cómo se vestían de adolescentes sus hijas, cómo se visten ahora que son mujeres adultas, las tres se parecen en su estilo a “la mujer AD”?
Valeria, clásica, muy elegante, muy femenina, como su madre. Pero ingeniera, es decir, con escuadra y cartabón. Tiziana, la más artista. Cuando pasa por un sitio es como si hubiese pasado una golondrina. Adriana, a lo garçon, a lo Jules et Jim de Truffaut. Y cuando eran adolescentes lo mismo, pero más revoltosas.
¿Cuáles han sido sus diseñadores de referencia en términos estéticos? ¿Su paso por Londres y París influyó sus gustos, su elección de estilo, cómo?
Tantos. Los costureros hacemos cosas, al menos yo, para gente que hace del acto de vestirse cada día un quehacer poético. Siempre digo que Balenciaga es el mejor, pero el primero que me vino a la cabeza hoy es Givenchy para Audrey Hepburn. Pero aún más, en cada sitio, en cada ciudad hay mujeres u hombres que te deslumbran, y costureros desconocidos.
Usted que ha subido toda la escalera, desde la sastrería de su padre hasta la organización empresarial actual, ¿cómo les explicaría a los diseñadores jóvenes qué es lo importante y qué deben obviar en este oficio para convertirlo en un negocio exitoso?
Mirar por las ventanas, tener en cuenta que hay que vender cada pieza, y que si tú no eres un mercader, tienes que asociarte con uno.
¿Qué fase o área de su oficio es la que más disfruta, cuál es la que menos goza?
La que más me gusta, trabajar con las manos; la más laboriosa, cuidar a la gente que trabaja contigo.
Usted cuenta con un buen palmarés de premios en la industria. Amaya Arzuaga acaba de ser reconocida con el Premio Nacional de Diseño en España. Es la primera mujer en lograrlo. ¿Cómo recibe usted la noticia?
Amaya Arzuaga ha creado un sonido propio a lo largo de años. Todos nos unimos al reconocimiento y nos alegramos junto a ella. Y su madre, María Luisa Navarro, a la cual conocí, era muy fantasiosa y una gran técnica.
Por último, ¿hay alguna disciplina artística que quisiera conocer y desarrollar de la manera que ha trabajado en la moda?
La escritura. Pero estoy en ello