La historia detrás de ‘el man de los picantes’
Sandra Martínez
Prince Chibueze Ezelliora jamás se imaginó lo que pasaría al subir un video en su cuenta de X: en veinticuatro segundos contaba que tenía seis picantes diferentes elaborados con una receta africana e ingredientes colombianos listos para vender. Desde entonces se convirtió en el man de los picantes.
Prince grabó el video con la ayuda de su esposa colombiana Adriana Bautista. Obtuvo más de 250.000 visualizaciones y más de 5.000 retuits, entre esos el de varias personas reconocidas en esta red social, como el de los periodistas Daniel Samper Pizano y Santiago Rivas. En cuestión de horas se convirtió en #elmandelospicantes.
El man de los picantes es Prince Chibueze
Desde su apartamento en Bogotá, Prince y Adriana recuerdan entre risas esta experiencia. “Durante varios días el teléfono no paraba de sonar. Era una locura, teníamos gente hasta las 3 de la mañana comprando. Vivimos en carne propia lo que significa volverse viral”, afirma Adriana, quien para ese entonces estaba a punto de dar a luz a Celia, su primera hija.
Esta es sólo una anécdota divertida en medio de la persistencia de este africano de 41 años perteneciente a la etnia igbo –la misma de la reconocida escritora Chimamanda Ngozi Adichie y que representa aproximadamente el 18 % de la población del sureste de Nigeria-.
Prince está en la capital colombiana desde 2016, pues antes vivía en Medellín y allí vendía un ají que preparaba de manera muy artesanal con la receta tradicional de su abuela nigeriana.
Sin embargo, cuando se enamoró de Adriana –colombiana que vivió en Venezuela durante trece años y regresó al país en 1997– se vino a Bogotá. Ella le sugirió cambiar el nombre de su emprendimiento, que en ese entonces se llamaba La casa del ají, así como la etiqueta por una más duradera, que no se diluyera tan fácilmente al contacto con el agua o el calor.
De esta manera nació Oku Osé, “en igbo, una palabra puede significar muchas cosas a la vez, la diferencia está en la pronunciación. En este caso, oku puede ser fuego, luz o picante, y osé sí es ají”, explica Prince.
Tamarindo, chontaduro y otros sabores exóticos
Pronto la gente comenzó a pedirles más variedades y opciones menos picantes. Así que, poco a poco, crearon los cinco sabores restantes.
“Todo se dio de manera muy orgánica, como dice la gente famosa –asegura Adriana y continúa–: un amigo de Ecuador nos dijo que había probado un ají con tomate de árbol, un producto muy colombiano, así que lo hicimos y quedó delicioso; luego, unos amigos psiquiatras me dijeron que intentáramos hacer un ají de tamarindo, y lo hicimos; en un mercado agroecológico nos insistieron en probar algo con frutos secos y preparamos el de pistacho; luego, el de chontaduro nos pareció una buena opción por el tema afro, y el de chipotle, sin duda, tenía que estar”.
También intentaron con otros que no salieron bien, como el de camote, porque tenía demasiado almidón. Adriana, psicóloga que trabaja en Medicina Legal y, además, es profesora de la Universidad de los Andes, se apresura en decir que las preparaciones de los ajíes son una tarea exclusiva de Prince y que en la cocina jamás se mete.
En 2018, su cajita de seis sabores estuvo lista y comenzaron a venderla como un regalo. “No tienen conservantes químicos, solo naturales, como la cúrcuma; cuidamos mucho el producto y el 98 % de los insumos vienen del Valle del Cauca”, afirma Prince.
También crearon una salsa de pimentón, sin ají, para quienes no gustan del picante en absoluto. “En Colombia hay gente que dice que hasta el agua pica, así que por eso decidimos hacerla”, asegura sonriente Prince.
Cacao de origen con el man de los picantes
Un día, en diciembre de 2018, una amiga les trajo de regalo un chocolate suizo con picante. Prince lo probó y le gustó. Y así decidieron hacer la versión dulce de Oku Osé. La bautizaron “Uto”, que en igbo significa dulce, y en la actualidad tienen cuatro versiones: cacao del Meta al 70 % con ají del Amazonas; cacao de Arauca al 50 % con pimienta rosada; cacao de Putumayo al 100 %, y chipotle con caramelo.
A la pareja se le ocurrió utilizar los diseños de los textiles africanos para las cajas de chocolates. “África tiene una gran diversidad de diseños, los puedes ver en todos los países con distintas variaciones y colores. Creemos que es un tesoro de este continente y nos parecen un contrapeso al cliché que siempre muestra a los niños africanos sin ropa”, explican.
Su próximo lanzamiento es un ají en polvo, una forma distinta de probarlo y sentir el sabor ahumado. “Buscamos también diversificar su uso y el target, por eso creamos el ají en polvo e incentivamos a la gente que pruebe cosas como la cerveza michelada con ají”.
La pareja narra que se ha dado cuenta en su experiencia que no es cierto que a las mujeres no les guste el picante y que cada vez más gente joven compra su producto. “Son personas que quieren abrirse a nuevas experiencias y sabores, y se atreven a comprar el ají de Prince porque quieren conocer un poco más de su cultura”, afirma Adriana.
Una fe inquebrantable
El segundo nombre de Prince, Chibueze, significa ‘Dios es el rey’; los frascos del ají dicen “Confiamos en Dios” y su esposa asegura que él tiene más fe que ninguna otra persona que haya conocido.
Así que en una crisis económica tan compleja por la pandemia, y cuando pensaron que iban a tener que tirar a la basura toda la materia prima porque un negocio con un retail grande no pudo concretarse, pasaron muchas cosas inesperadas. Como unas fotos de sus productos que les hizo gratuitamente una agencia de publicidad, que quería ayudarlos; o una reconocida marca de whisky que los seleccionó para una campaña de kits del Día del Padre, o una pauta comercial que se ganaron en redes sociales de un medio de comunicación virtual.
Después les pasó lo de X y ahora trabajan fuertemente en la parte administrativa y en mejorar, por ejemplo, los canales de pagos. “Esta es una historia de persistencia y de años de intentarlo (…) Los europeos suelen llegar con un capital, pero para la gente que viene de África o Asia, asentarse en Colombia es muy difícil. Así que resulta un logro que Prince se haya quedado y haya prosperado”, afirma Jonathan Echeverri, doctor en Antropología de la Universidad de California y amigo de Prince desde África.
“El hermano que me regaló la vida”
Echeverri cuenta que cuando cursaba su doctorado en Estados Unidos se fue en 2009 a hacer su trabajo de campo a Senegal. Allí se dio cuenta de que al puerto de Dakar llegan africanos de todos los países del continente con la esperanza de salir a otros lugares y tener un futuro mejor. A muchos los estafaban o quedaban estancados por años. Su tesis fue justo sobre eso.
En medio de esta investigación conoció a Prince, este hombre de risa contagiosa y mirada dulce. Jonathan solía ir a la pastoral social de la ciudad, que recibía ayudas de Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados, y empezaba a hablar con las personas. “Desde que nos vimos nos caímos muy bien. Le conté sobre mi proyecto, le puse una nueva cita y él me dijo que tenía que ser muy temprano porque no podía llegar tarde a su trabajo. Ahí vi su honestidad, sus ganas de salir adelante”, cuenta.
Prince trabajaba en un mercado de textiles y se hicieron muy amigos. Cuando Echeverri tuvo que regresar a Estados Unidos a terminar su tesis pronunció la típica frase colombiana: “Si algún día vas por Colombia, con mucho gusto puedes quedarte en mi casa”.
Prince contó con suerte y pudo viajar en 2012 hasta Ecuador. Allí vivió durante ocho meses, pero no logró adaptarse. Un día llamó a Echeverri y le dijo que si podía ir a Medellín. Su amigo, sin dudarlo, le dijo que sí. Vivió en su casa varios años y se convirtió en un miembro más de la familia. “Es como el hermano que me regaló la vida”, asegura Echeverri.
Trabajar con inmigrantes
Ya consciente de que su vida estaba armada en Colombia y de que deseaba establecerse aquí, decidió regresar a Nigeria en 2014, viajar luego a Dubái, en Emiratos Árabes, trabajar por unos meses para ahorrar algo de dinero, y obtener finalmente su visa de residente. Al país volvió a finales de 2015.
“Muchas personas me preguntan por qué elegí Colombia, todo el tiempo me lo preguntan y no sé por qué lo hacen. A mí me gusta este lugar, es chévere. Tengo muy buenos amigos y ahora mi familia. Y decidí emprender porque quería tener un negocio propio, no trabajar para otro”, dice Prince.
“Creo que se ha sentido muy bien acogido, ha hecho clic con el país, porque no es fácil (…) Además, los africanos son muy familiares y cuando llegó aquí se encontró con la generosidad de las familias paisas y eso, sin duda, lo marcó”, afirma Adriana.
Ahora, con su esposa, su hija Celia Ngozi –el primer nombre es por la cantante cubana Celia Cruz y el segundo, en igbo, significa ‘bendición’–, contratan solo a inmigrantes en su emprendimiento, porque ambos saben lo difícil que es trabajar en otro país, y sueñan en grande, creen que todo puede ser posible y comparten con quien lo desee, un pedacito del sabor de la cultura africana.
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La historia detrás de ‘el man de los picantes’ fue publicada originalmente en Revista Diners en su edición impresa del octubre de 2021