Alimentos orgánicos: ¿son tan buenos como dicen?

Cada día hay más personas convencidas del bienestar que les produce comer saludablemente. Los alimentos orgánicos, libres de contaminantes son los responsables de este estado feliz.
 
Alimentos orgánicos: ¿son tan buenos como dicen?
Foto: Markus Spiske en Unsplash
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Revista Diners

Cambio climático, enfermedades incurables, asfixiante contaminación… Si queremos salvarnos de estas amenazantes hecatombes, sólo existe una ruta de escape: desarrollar una conciencia ecológica colectiva, que, en el caso de nuestra alimentación, equivale a consumir alimentos orgánicos, es decir aquellos que han sido elaborados sin la presencia de agentes químicos ni manipulaciones genéticas, propulsadas, hasta hoy, por una agricultura de carácter masivo, que busca la rentabilidad y la rentabilidad económica antes que la salud de los consumidores.

La onda de lo orgánico no es otra cosa que regresar a las formas ancestrales de cultivar la tierra y extraer de ella los insumos básicos para vivir satisfactoriamente. Los fertilizantes, fungicidas y semillas transgénicas utilizadas por la industria de alto volumen arruinan los períodos biológicos del suelo y trastornan los ciclos ecológicos globales.

Vacas, cerdos y pollos se crían en galpones oscuros, conectados a redes de comida diseñada para hacerlos ganar peso artificialmente. Estos componentes entran en el cuerpo y se acumulan en el organismo, y la posibilidad de romper el equilibrio hormonal –y detonar dolencias– es inminente, como lo detalla la periodista Soledad Barruti en su libro Mala Leche. Y como muchos de estos productos se derivan del petróleo y se trasladan utilizando sistemas de transporte alimentados por combustibles fósiles, todo implica un alto nivel de emisiones dañinas lanzadas a la atmósfera, nuestro pulmón exterior.

¿Los alimentos orgánicos son la respuesta?

Como respuesta a este seguro camino a una muerte en vida, estados y organizaciones también han generado mecanismos para facilitar un retorno a lo limpio, a fin de que la interacción entre el hombre y todas las formas de vida circundantes asegure la estabilidad y prosperidad de las generaciones futuras, al menos así lo respalda la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que este año tendrá lugar en Dubái entre el 30 de noviembre y 12 de diciembre, donde los líderes mundiales acuden en jets y aviones privados que son 14 veces más contaminantes por pasajero que los aviones comerciales y hasta 50 veces más que los trenes, según revela el grupo activista Transport and Environment.

A la cabeza de estos esfuerzos marcha los alimentos orgánicos, que, en esencia, se sustenta en valores y principios sencillos y vitales como el bienestar humano, la ecología y la equidad. La tarea por delante, sin embargo, es colosal. Estados Unidos, donde el movimiento orgánico ha tomado fuerza, menos del 1 % de la tierra explotable se destina a la agricultura orgánica.

Y la venta de alimentos naturales solo representa el 3 % del total de los productos comprados por los hogares. En Colombia, donde los alimentos orgánicos crecen a tasas del 20 % anual, la historia es similar: las tierras libres de químicos apenas representan el 0,74 % del total de la extensión agrícola, según revela la Food and Agriculture Organization.

¿Sirve cultivar alimentos orgánicos en casa?

Pero muchos hombres y mujeres se han atrevido a romper el molde para evitar un destino infernal: hay desde amas de casa que utilizan jardines y balcones para cultivar productos sanos –dando origen a la llamada “agricultura urbana”–, hasta campesinos que reemplazan literalmente la composición de su tierra para dejarla pura y garantizar productos saludables.

También están los vegetarianos y empresarios seguidores de las culturas orgánica y biodinámica, que han convertido su afición en un mercado. Y varias colectividades indígenas y campesinas han reactivado sus técnicas ancestrales para sacar legumbres y frutas naturales al mercado, asumiendo ellos mismos las tareas de comercialización, entre otros trabajos que nacen de los alimentos orgánicos.

En este punto tampoco faltan las cadenas de restaurantes y pequeños locales que se han declarado a favor de la comida libre de contaminantes. No obstante, los tamaños de las empresas y las formas básicas de elaboración todavía generan problemas de abastecimiento. Pero no importa: haber comenzado ya es un camino esperanzador.

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Consumidores de orgánicos

Suiza es el país que consume más alimentos orgánicos, con un gasto anual de 425 euros, seguido de Dinamarca con 384; Luxemburgo en 313; Austria en 268; Suecia en 266; Liechtenstein en 230; Alemania en 191; Francia en 187; Estados Unidos en 146 y Canadá en 130, según revela el último estudio de Statista.

Valor del mercado de la comida orgánica

-1999: US$15.200 millones.

-2010: US$57.000 millones.

-2021: US $135.000 millones.

Personajes en Colombia que cultivan alimentos orgánicos

Helena Villamil (huerta Santa Elena)

Empezó enterrando, hace 16 años, los residuos orgánicos de su cocina y mejoró sustancialmente la calidad de la tierra de su jardín interior. Hoy está al frente, en su casa del céntrico barrio Santa Fe, de una de las 14 huertas urbanas de Bogotá que funcionan con apoyo del gobierno distrital. Produce hortalizas sin recurrir a agentes químicos, pero anota que el medio ambiente circundante ya está contaminado.

Tiene clientes particulares y trabaja con colegios, porque cree que todo plantel debiera producir alimentos saludables en sus áreas verdes. Entre sus clientes de alimentos orgánicos figuran enfermos terminales que debieron haber consumido productos saludables cuando estaban sanos.

Jack Rotlewicz (el hortelano de Villa Paz)

Desde hace 21 años produce, en su propia granja, en Choachí, las mejores lechugas y ensaladas orgánicas de la capital colombiana bajo el nombre de Biocyclic-Vegan. Rotlewicz, judío-colombiano y declarado vegetariano, tiene entre sus compradores a los mejores restaurantes. Sus esfuerzos, sin embargo, están encaminados al consumidor final, con un servicio de venta directa y una planta en Codabas, la Central de Abastos del Norte.

Igual que otros productores orgánicos, trabaja con médicos que recetan sus productos y extractos. A veces se siente atendiendo más una farmacia que una productora agrícola, y rechaza la noción de que la comida orgánica es costosa. “Nuestro problema está en los bajos volúmenes”.

Jaime Aguirre (Campesinos, al poder)

Dirige Familia de la Tierra, una asociación de 30 organizaciones indígenas y campesinas nacionales, que ofrece un portafolio de 170 productos orgánicos, incluidos hortalizas, granos, y derivados cárnicos y lácteos. Ofrece variedades nativas de granos y tubérculos ancestrales.

Su gran preocupación es la manipulación genética, que amenaza la enorme riqueza agrícola andina y los alimentos orgánicos. Familia de la Tierra comercializa sus propios productos. Una de sus obsesiones es corregir la estética equivocada de la venta de frutas y hortalizas: “Si son impecables y brillantes, cuidado, porque algo esconden. Las nuestras no son tan hermosas, pero sí limpias y saludables”.

Alexander von Loebell (Bio Plaza)

De origen alemán y dedicado a las prácticas de la agricultura orgánica y biodinámica en la sabana, creó, en Bogotá, el supermercado Bio Plaza. Fue el primer negocio de su tipo en la ciudad y hoy, tras 20 años de trabajo, cuenta con tres sedes. Su mayor reto es conseguir suficientes proveedores de productos naturales para garantizar continuidad en sus despachos de alimentos orgánicos.

Como asesor en el rubro de la comida orgánica, es una voz crítica frente al atraso de entidades oficiales como el Invima, que no han actualizado sus conceptos y criterios para poder facilitar el desarrollo de una oferta no solo nacional, sino internacional. “Países como Perú nos han sacado una enorme ventaja”.

Alba Mahecha (La dama de las cabras)

Su empresa, Cabralac, creada hace 22 años, ha alcanzado renombre gracias a un trabajo intenso y consagrado. Se dedica a la producción de lácteos de origen orgánico, y al levante y cría de cabras de alta calidad. Desde su finca en Subachoque, Cundinamarca, produce diez tipos de queso diferentes. Garantiza la condición sana de sus productos porque, literalmente, le devolvió a la tierra de su finca su condición natural, libre de insumos químicos.

“Cualquier agente extraño altera los ciclos hormonales de los animales y de los consumidores”. Su éxito es a la vez su mayor reto, pues no alcanza a satisfacer la demanda. “Si no es con mis alimentos orgánicos, prefiero no comprometerme”.

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octubre
23 / 2023