Vinos espumosos: Armonías de frescor
Hugo Sabogal
Siempre lo digo y lo escribo. Bajo un sol abrasador, no hay sensación más seductora que el frescor de un casco de naranja entre los dientes o la plenitud de un sorbo de uno de los miles de vinos espumosos que hay en el mundo. Es así para cualquier paladar, pero lo es más para todos aquellos que nacimos o vivimos en el trópico, donde los climas calurosos y la necesidad de hidratación nos llevan a buscar todo lo que apague la sed.
Vinos espumosos
Si pensamos en vinos, nuestros climas y temperaturas debieran transportarnos siempre al regazo de blancos, rosados y espumosos. Si nos fijamos en los blancos, descubriremos que son un mundo emocionante, porque despiertan desde percepciones ligeras y frutadas hasta sensaciones golosas y complejas.
Los rosados vienen como anillo al dedo en las zonas tórridas, gracias a su amplitud de posibilidades en la mesa o al lado de una piscina. Y los burbujeantes espumosos demuestran que pueden engalanar una comida ligera y divertida desde el aperitivo hasta el postre.
Antes de mencionar variedades específicas, conviene especificar los tres principales grupos de vinos blancos secos y de paso, algunas características de rosados y espumosos:
Blancos secos, ligeros y frutados
A la vista, son casi transparentes, con tonalidades verdes o amarillas pálidas.
En nariz y boca insinúan aromas y sabores cítricos (lima, limón, pomelo), y recuerdos de manzana verde y flor de azahar.
Su vino bandera es el Riesling de Alemania, gran favorito entre los conocedores. También están el Sauvignon Blanc, de Francia y el el Pinot Grigio, de Italia.
Todos, sin excepción, empalman con pescados blancos y mariscos suaves, y resultan insustituibles a la hora de disfrutarlos con verduras y ensaladas.
Blancos frutados y especiados
Llamémoslo el grupo intermedio. Los vinos que lo integran proyectan aromas y sabores cítricos, con toques de manzana verde, pasto recién cortado, pimentón, hojas de tomate, pétalos de rosas, jengibre y lichi. Algunos sugieren frutas tropicales, como el maracuyá.
En este grupo se lleva las palmas el Sauvignon Blanc, especialmente el proveniente de regiones francesas como Loira y Burdeos, y de zonas productoras del Nuevo Mundo como Nueva Zelanda, Chile y Oregon. Otros blancos en el lote de los especiados son Gewürztraminer, Pinot Blanc y Chenin Blanc, Albariño y Torrontés.
Todos son dignos de tener en cuenta a la hora de pedir un cebiche, una ensalada con queso de cabra o con mariscos frescos, o un carpaccio de carne o pulpo.
Blancos corpulentos y añejados
A diferencia de los anteriores, los blancos con cuerpo sobresalen por su riqueza de textura y sus sabores pronunciados. Muchas de estas sensaciones provienen del añejamiento en barricas de roble. Son ideales con platos con salmón ahumado, paté, pavo asado y cerdo a la brasa.
Rosados
Los mejores provienen del valle del Loira (al norte de Burdeos) y del sur de Francia, en la región de Provenza. Se distinguen por tener un color tenue, que muchos asemejan a la piel de la cebolla.
A partir de ahí, la intensidad cromática y la potencia gustativa suben, al punto de acercarse a tintos claros. Encajan muy bien con queso de cabra, platos con salsa de tomate, salmón y atún, jamón serrano, gambas, y con una buena pizza.
Los vinos espumosos
Francia, desde la región de la Champaña, elabora el espumoso más afamado del mundo: el champán. Otros países utilizan el método tradicional del champán, pero los bautizan con otros nombres: Cava, en España y Franciacorta, en Italia. El Prosecco es un vino italiano de burbujas, más ligero y fácil de tomar.
Por lo general, los espumosos más frescos desempeñan un excelente papel como aperitivos. También sirven para acompañar entremeses, entradas o platos con ostras, salmón fresco o ahumado, atún, langosta, trucha o caviar.
Los champanes más robustos encuentran un buen pareo con carnes como pollo y cerdo. Las versiones dulces son ideales para postres ligeros.
Los blancos dulces
Los hay de todas las complejidades y procesos de elaboración. Los más reconocidos son los Sauternes y Barsac, denominaciones del sur de Burdeos dedicadas a la elaboración de blancos dulces hechos con Semillon y Sauvignon Blanc.
Al terminar la vendimia, los viticultores dejan colgados los racimos hasta que estos se deshidratan y se infectan, por acción de la humedad circundante, con el hongo Botrytis cinerea, o podredumbre noble. Posteriormente, la uva se prensa para extraerle sus escasos jugos.
Los vinos resultantes estallan en la boca, partiendo de una sensación opulenta de melocotones maduros, finas mieles, invadiendo todos los sentidos. Otros blancos dulces encajan en la categoría de los vinos de cosecha tardía, o late harvest, que no desarrollan el citado hongo. Son vinos de precio alto.
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