El contragolpe del ron

Los rones antillanos y caribeños se han llevado los honores de esta bebida, pero un trío de destilados colombianos creados en la región andina posiciona su calidad y su prestigio y gana premios mundiales.
 
POR: 
Le Bon Vivant

Si usted piensa en vinos tintos de prestigio, el primer nombre que viene a la memoria es Burdeos, en Francia. Ahora, si se trata de espumosos de lujo, no hay otro sitio igual a Reims, en la región de la Champaña, también en ese país. Y si alguien menciona el Jerez, es inevitable asociarlo con la ciudad andaluza del mismo nombre, donde la bebida ha visto la luz durante siglos. Ni qué decir de Oporto, localidad portuguesa que presta su nombre a uno de los tintos licorosos más afamados de la historia.

De la misma manera, hablar de rones es evocar a las Antillas y a las costas caribeñas. Nombres como Cuba, Puerto Rico, Bahamas, Venezuela, Panamá, Nicaragua y Guatemala han alcanzado renombre gracias a sus rones, y nadie puede negarles esa merecida notoriedad.

Frente a tanta fama, las regiones andinas dedicadas a la producción de este destilado no tienen tanta gloria a su favor y por eso han debido recorrer un largo y tortuoso camino para atrapar consumidores. Pero, tristemente, estos han estado más predispuestos a ensalzar las bondades de los rones importados que a valorar las virtudes de los productos hechos en casa. Solo podrán cambiar las cosas cuando el público decida mirar más detenidamente a su alrededor para descubrir que existen varios rones a la vuelta de la esquina y de muy buena factura.

En los últimos años, estos rones de altura, made in Colombia, se han abierto camino en un territorio dominado por los principales líderes del mercado global. Y lo han hecho apuntalándose en el concepto de la autenticidad, que los pone en una clase aparte.
Más aún, los principales rones nacionales han ganado posiciones en varios concursos de degustación, y hoy exhiben medallas y condecoraciones otorgadas por las grandes entidades especializadas del mundo.

Gracias a estos progresos, las licoreras nacionales han dado un gran salto y han entrado a competir en niveles superiores (donde sus competidores extranjeros son figuras dominantes), con contenidos cuidadosamente elaborados y diseños similares a los de las más afamadas marcas del mundo.

Un panorama de las tres licoreras más reconocidas –Caldas, Antioquia y Cundinamarca– permite ver que todas estas empresas, sin tener aún el glamour de las marcas globales, sí pueden, sin embargo, resistir el embiste de los rones importados y aumentar su percepción de valor en la mente de los consumidores.

Su gran talanquera, frente a los negocios privados, es que por tratarse de empresas comerciales del Estado se ven obligadas a destinar buena parte de sus recursos a sostener los programas de educación y salud de los gobiernos departamentales. Otro trastorno es la falta de continuidad administrativa, pues con cada cambio de gobierno se renueva gran parte del personal y se establecen nuevas prioridades.

Por fortuna, los administradores técnicos guardan con celo sus fórmulas de elaboración para garantizar la identidad de las marcas. Y lo mejor que puede pasarles es que poseen particularidades que las diferencian entre sí.

Rasgos individuales

Ron Viejo de Caldas (RVC), una de las marcas de mayor recordación en el mercado nacional, acredita una larga historia en la elaboración de su producto estrella. La fórmula fue creada en 1928 por el cubano-catalán Ramón Badía, quien entonces trabajaba para la compañía. Quizás su principal atributo es que prepara sus rones con mieles vírgenes, a diferencia de muchos de sus competidores, que emplean melazas, es decir, un subproducto del proceso de refinación del azúcar. Además, RVC hidrata sus alcoholes con agua proveniente del deshielo de la cordillera de los Andes. Y como factor adicional, añeja sus licores en barricas de roble blanco colombiano, una verdadera rareza en el mundo. Ramiro González, gerente técnico de la Industria Licorera de Caldas, dice que esta peculiaridad convierte al RVC en un ejemplar único en el mundo. “Por eso buscamos que se reconozca como una denominación de origen, pues hacemos las cosas de una manera propia e inimitable frente a otras destilerías”.

De igual manera, la Fábrica de Licores de Antioquia (FLA) pone su propio sello de identidad en la producción de su exitosa línea de Ron Medellín. Ante todo, confiesa Hugo Álvarez, maestro mezclador, la FLA respeta estrictamente los tiempos de añejamiento de cada uno de sus productos, madurándolos por el tiempo que afirma la etiqueta. “Si decimos ‘3 años’, ‘5 años o ‘doce años’ es porque nuestros rones han pasado esos períodos en seleccionadas barricas de roble americano”. Además, destaca Álvarez, no se agregan aditivos ni materias colorantes que no sean las naturales del barril. En los últimos años, y con el ánimo de suavizar el carácter seco y natural de Ron Medellín, Álvarez ha comenzado a mezclar sus licores con algunos ejemplares caribeños de alta calidad para mejorar la sensación en boca.

Otra licorera que ha recurrido al blending es la Empresa de Licores de Cundinamarca (ELC). Para toda su línea de Ron SantaFe, la empresa compra tafias en el Caribe y las Antillas y las mezcla con rones viejos almacenados en su centro de maduración en Chocontá. “El resultado es una bebida más compleja, que une lo mejor del insumo importado con lo mejor de nuestros propios depósitos. Y esta conjunción otorga una identidad especial y valiosa”, dice Alejandro Escobar Valencia, subgerente técnico de la ELC. Dos de las últimas acciones de la licorera cundinamarquesa han sido la introducción de envases transparentes, incluido su recién lanzado Ron SanteFe Nido de Cóndores, con 12 años de añejamiento.

La Armada Nacional del ron

Las tres licoreras colombianas han desarrollado líneas que varían en maduración y complejidad.
Antioquia y Cundinamarca también han dado el salto a los rones de 12 años de categoría, a la que Caldas pronto se sumará. Ocasionalmente, las licoreras lanzan pequeñas partidas no comerciales de rones nacionales de 18, 20 y hasta de 30 años de añejamiento.

Así deben disfrutarse:

Ron Viejo de Caldas

Tres años: suave, ideal para cocteles.
Cinco años: cocteles y tragos puros.
Ocho años: beber en trago corto y puro.
Reserva Especial: ocasional.

Ron Medellín

Tres años: ideal para cocteles.
Ocho años: complejo y equilibrado.
Doce años Gran Reserva: complejo, ideal en tragos cortos puros.
Treinta años: ocasional.

Ron SantaFe

Cuatro años: ideal para cocteles.
Ocho años Reserva Exclusiva: cocteles y tragos cortos puros.
Doce años Nido de Cóndores: beber en tragos cortos puros.
Veinte años: ocasional.

Nota: todos estos rones han sido distinguidos con medallas de oro en concursos como el Monde Selection, de Bruselas; el Beverage Testing Institute, de Chicago; el San Francisco World Spirits Competition y el Instituto Internacional de Sabor y Calidad. Para mayor información, visite los portales de estas empresas.

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1.  ¿Cuáles son las tres licoreras más reconocidas en producción de ron en Colombia?

 

2. Según el científico Rodolfo Llinás¿habrá un momento en el que podrán leerse los pensamientos de los seres humanos?

3. Nombre dos lugares en los que el fotógrafo israelí Erez Marom ha hecho fotografías.

4. ¿Quién es el escritor del libro La lectora que fue llevada al cine y quién es el director de esta cinta?

5. Nombre de dos grupos musicales cuyas entrevistas estén en nuestra galería de videos.

         

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agosto
3 / 2012