MOVI: Los alternativos del vino chileno

Juliana Muñoz Toro
Esta es la historia de cómo varios grupos de pequeños productores de vino que no podían financiarse se unen para crecer juntos sin perder su originalidad. Esta es la historia del Movimiento de Viñateros Independientes (MOVI).
Su comienzo, hace cinco años, fue difícil porque eran marginados y no se les conocía. Eran los que iban en contra de lo establecido en la industria del vino chileno: producciones a escala humana, con técnicas artesanales, sin socios capitalistas y que cada vino reflejara la personalidad de sus dueños, es decir, que no estuviera estandarizado. El resultado es una bebida “con razón de ser, con alma, con pasión”, comenta Jaime Roselló, uno de los integrantes del Movimiento y dueño de la bodega Neyen.
Poco a poco, y con ayuda de sus eventos alternativos y de la buena imagen en prensa, se hicieron conocidos como una contracultura positiva, que aporta a la construcción de la imagen de Chile y hace de sus viñedos espacios más cercanos y diversos. De acuerdo con Felipe García, uno de los fundadores de MOVI, “queremos ser diferentes para mostrar un Chile diferente. No es decir que lo anterior estuvo mal, sino que hay más vías, más proyectos, que representan los sueños de pequeños productores”.
Hoy en día son tan valorados, que la gente pide vinos “tipo MOVI” en los restaurantes. Razón por la que muchas de las cartas tienen una página dedicada a la producción de estos pequeños viñateros. Ser pequeño significa que sus producciones van desde las 300 hasta las 15 mil cajas de vino al año, cuando en una gran bodega el promedio puede ser de 30 mil.
Ser pequeño tiene sus ventajas. Una de las más importantes es que cada propietario de una viña puede transmitir su visión y personalidad en cada botella de vino, no lo que imponen las tendencias del mercado. Esto es posible porque son enólogos con una importante trayectoria que decidieron hacer su propia producción y que están al frente de sus proyectos desde el cuidado de la uva en el campo hasta la venta de la botella. Todo esto sin dejar de lado la calidad y la originalidad del vino.
Más que una asociación, es un estilo de vida, comentan sus integrantes. Sus propuestas son vitales y “desentienden las típicas formalidades. Hay mucha camisa, pero el vino también es para la fiesta”, opina el viñatero Jean Charles Villard. De hecho, este Movimiento, de 23 viñas, organiza todos los años la MOVI Night, una fiesta en medio de un parque, a la que asisten 500 personas a escuchar bandas en vivo y a tomar vino. No en vano son conocidos en Chile como “los rockeros del vino”.