‘Cuando alguien ve mi cara piensa en una etiqueta de vino’, Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga, conde de Creixell

Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga está al frente de Marqués de Murrieta, una de las marcas de vino más premiadas en el mundo, por ejemplo, fue nombrada como la mejor bodega del planeta. En Diners conversamos con él.
 
‘Cuando alguien ve mi cara piensa en una etiqueta de vino’, Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga, conde de Creixell
Foto: Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga es presidente de Marqués de Murrieta desde 1996, cuando heredó el cargo tras el fallecimiento de su padre, Vicente Cebrián, quien a su vez había adquirido la bodega en 1983. / Foto. Cortesía Marqués de Murrieta
POR: 
Simón Granja Matias

El conde de Creixell, título que ostenta Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriaga, reconoce que tiene un problema, y es que no sabe diferenciar entre la vida profesional y la personal. Es una sola. Sin embargo, eso no le molesta porque es feliz haciendo lo que hace: estar al frente de la bodega Marqués de Murrieta, en la Rioja. “Algún día me lo tendré que replantear. Pero por el momento, soy feliz haciendo lo que hago”, asegura este hombre que a los 25 años tuvo que hacerse cargo de esta bodega de más de 171 años de historia.

En este tiempo al frente de la bodega, los logros de la marca no han sido pocos. Marqués de Murrieta es una de las principales marcas en el mercado vinícola hoy en día gracias a una serie de reconocimientos. El más reciente es que la Red Mundial de Grandes Capitales del Vino nombró su bodega como la mejor del planeta. Esta misma es la bodega española con más vinos (ocho) calificados con 100 puntos por la guía Parker. El Marqués de Murrieta Reserva ocupó el cuarto puesto en el ranking Top 10 wine values of 2022 de la publicación Wine Spectator; y el Castillo Ygay Reserva 2010 fue elegido el Mejor del Mundo por la misma revista en 2020, entre más de 11.000 referencias postuladas y así se pueden seguir nombrando reconocimientos que ha sumado esta bodega española.

La Revista Diners conversó con el Conde en su visita a Bogotá.

Es evidente que disfruta su trabajo…

Es mi vida. La vida me dejó en el sitio donde me dejó. Empezó por ser una pasión de “obligación”, porque mi padre me la mostró, y se convirtió en pasión pasión. Yo tengo una suerte extraordinaria. Independientemente de que como haya sido mi vida, considero que igual cuando tu vida es complicada también tienes suerte, pero soy feliz porque trabajo en lo que amo. Y eso lo pueden decir pocas personas en el mundo. Estoy feliz trabajando. Yo no sé diferenciar entre la vida personal y lo profesional.

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Pero eso tampoco es que sea bueno…

Te lo digo como algo malo. Todo está tan ensamblado, cuando alguien ve mi cara piensa en una etiqueta de vino y cuando alguien ve una etiqueta de vino piensa en mi cara. Está tan ensamblado que nunca he logrado romper eso. Pero eso no me molesta. Algún día tendré que pensarlo, pero soy feliz con lo que hago. Algunos piensan que no me he casado porque no tengo tiempo, pero no, no, yo he tenido muchas novias y han terminado hasta los cojones de mí (risas).

El mundo del vino es encantador, fascinador, con historia…

Tiene de todo, la capacidad de crear, es un arte. Cuando un escultor diseña algo, un bodeguero hace lo mismo, coge una uva, la lleva, le pone madera, tal cual… está moldeando un vino. Tiene esa historia bonita del arte. Tiene cultura. Tiene el concepto familia, que a mí me apasiona, para mí es importantísimo. Requiere muchísima tranquilidad, pausa, equilibrio… Tiene algo que para mí es apasionante, que es la capacidad de hacer amigos. El mundo del vino tiene una capacidad impresionante de comunicación, y no viéndolo desde el lado del alcohol. Con otros temas las personas se matan: el fútbol, la política… al final, el vino es un producto neutro que elaboras y que la gente lo utiliza para ser feliz, para festejar, para celebrar. Eso es una maravilla.

El don de la amistad…

El vino tiene la capacidad maravillosa de hacer feliz a mucha gente, de hacer amigos… yo voy a 104 países y en cada uno tengo un amigo, un cliente, un periodista. Además, cada vino es una historia distinta. Es un mundo en el que nunca paras de aprender y es un mundo en el que cada vez te haces más hormiguita porque no controlas nada. Ni tienes el don del control, ni qué va. Yo he oído muchas veces que les ha ido bien en una bodega, empiezan a hacer más porque creen que les va a ir igual de bien, pero eso es muy difícil. Son muchos factores…

¿Cómo cuáles?

Para mí hay un factor determinante en la que un bodeguero haga muchas bodegas y es el alma. El alma está en una bodega, no está en todas. No puedes dividir el alma en muchas bodegas, es muy difícil.

¿A qué se refiere con el alma?

Como cuando entras a un sitio y dices: este lugar tiene alma o es neutro. El alma lo dan las personas. Y si tu fuerza está radicada en una bodega, y tu intensidad o tus ganas ahí puestas, no lo puedes dividir. Yo creo en el factor de dejar el alma en una bodega. Yo tengo dos, pero una es de tintos y otra es de blancos. Entonces divido mi alma en blancos y tintos. Pero hacer ocho tintos u ocho blancos en distintas bodegas es muy difícil. Hay grandes empresarios que tienen 80 mil bodegas por todo lado y bueno, pero yo no estoy en ese mundo, yo estoy en el mundo de lo pequeñito, en el de sobrepasar el concepto de la calidad y meterte en el mundo de lo único, de lo diferente, de lo especial. Del alma.

¿Cuando habla del alma, también hay una relación con la familia? ¿Es una cuestión de tradición?

No, no, hay una forma más. Es decir, por supuesto que hay un bien raíz en tu familia, eres defensor a ultranza de ese bien raíz, es un concepto de vida, de entender el mundo, donde estás continuamente invirtiendo, donde todo lo que inviertes lo recuperas en 25 o 30 años, es un concepto de continuidad en esa incansable labor. Y luego es importante entender que el vino es un ser vivo. Pasa a veces que te tomas una botella y dices: este vino está muerto. Es decir, que empieza a dañarse y muere. Entonces, si está muerto es que ha estado vivo. Y el vino está continuamente evolucionando en botella, en barrica, luego hay un mensaje que te dice que tiene vida. Con quien mejor se comporta un vino es con otro ser vivo porque hay un diálogo, una conversación, se entienden, uno respeta al otro y viceversa, entonces el concepto del ser vivo este yo lo englobo en el concepto de familia. Existe la tradición, la continuidad, las generaciones, etc. Para mí es muy importante la familia, y es muy difícil ver grandes proyectos cualitativos del mundo en los que no haya una familia detrás. Aquellos que sí, pueden ser muy buenos, pero les falta ese lado de locura, de cariño que le da la familia a la bodega, al vino. ¿Somos mejores? No, somos diferentes.

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Como si el vino fuera un hijo más…

Sí, exactamente, cada año das un hijo más. Cuando me preguntan qué vino mío me gusta más es como si me preguntaran cuál es mi hijo favorito.

Siempre hay un preferido…

(Risas) Está bueno, pero tampoco lo puedo decir. Si digo este, me mata al otro. A mí me gusta mucho uno. Me encanta la elegancia en los vinos. La máxima elegancia para mí la tienen Capellanía y Castillo Ygay, de nuestros vinos. Pero luego hay momentos distintos en los que estás buscando la potencia de Dalmau, o un vino que no te genere problemas como el Murrieta, porque es un vino maravilloso para todos los días.

El Dalmau me gustó bastante

De acuerdo, las frutas equilibradas con la madera es una maravilla.

Es también una relación de empatía la que tiene uno con un vino.

Sí, es cuestión de gustos, pero no es solo eso. Te diría que hoy buscas un vino y mañana que estás más triste o más lo que sea, vas a percibir algo distinto a lo que percibiste ayer. No solo es que te guste más un vino, que te puede gustar, pero dentro de que te guste más una tipología o categoría de vino, según cómo estés tú, cambia la percepción del vino totalmente. Es increíble.

Su nombre es Vicente Dalmau, de ahí el nombre del vino Dalmau. Pero tengo entendido que este nombre proviene de un antepasado suyo que era un guerrero…

Sí, sí, era general del ejército español, era un antepasado nuestro. Era guerrero como yo. Aunque en ámbitos distintos. Dos guerreros. Parte de la historia de España viene de miles de años, de una cultura muy profunda.

Su bodega se nombró como la mejor del mundo, y además se ha convertido en un centro de enoturismo porque más allá de los viñedos que son encantadores, arquitectónicamente es un lugar maravilloso…

Lo que hemos hecho es respetar absolutamente el clasicismo de la bodega, a la hora de construir con piedra, madera, roble; y le hemos dotado en la parte interna con materiales más modernos como acero inoxidable, hormigones… todo mucho más moderno porque estamos en una historia totalmente distinta. Además, hicimos una casa nueva con 15 habitaciones para alquilar, la casa va a ser una mezcla de tradición y modernidad. Es decir, buscamos el equilibrio entre los dos puntos. Uno que va allí visita una finca de 300 hectáreas, visita donde se hacen los vinos, visita el museo de la historia de Murrieta, desde 1850, y luego entra en una cata de vinos con distintos niveles en función del número de vinos que catas y del nivel de los vinos. Ahí hay distintos precios, que van desde los 80 euros hasta los 500 euros por persona. Al lado de este proyecto de vinos, hay un proyecto gastronómico. Cuando catas te dan un pequeño ágape, o miniatura gastronómica. Y luego tienes comidas de distintos niveles con el vino. Todo es privado. En ese lugar está la historia del vino. Al año van 10 mil personas.

Una palabra que no hemos mencionado es el futuro, hay un reto muy grande y es llegar a los jóvenes.

Ese es uno de los retos, es de verdad, acercar el vino a la juventud porque es la base del futuro. Creo que se rompió un vínculo entre padres e hijos en los que existían las comidas familiares donde el padre sacaba el vino, lo compartía. Cada vez tenemos una vida más rápida. También creo que el poder adquisitivo de los jóvenes ahora mismo ante la economía es complejo. Creo que el mundo de la cerveza ahora es más fácil. Pero creo que las bodegas también tenemos que hacer un esfuerzo de acercarnos a la juventud con terminología más fácil, no alejando sino acercando. No hay que dar miedo, hay que acercar para que se vayan adentrando en el mundo de los vinos, de la gastronomía, porque al fin de cuentas es la cultura de un país. Lo que estamos viendo en Colombia, por el consumo que está teniendo, es que cada vez hay más gente en la búsqueda de más vinos de calidad. Eso quiere decir ampliación de la cultura. Cuanto más cultura, mejores vinos se van a demandar, mejores estómagos, menores dolores de cabeza, más felicidad.

         

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agosto
15 / 2023