Hugo Giraldo: gimnasta flexible, fuerte y un gran ser humano
Juliana Uscátegui
Cuando niño, Jorge Hugo saltaba como un resorte y se trepaba en todos los árboles. De tanto verlo saltar, un primo suyo resolvió llevarlo a ver a los gimnastas. Jorge no hizo lo de todo el mundo: ver el espectáculo y admirar la plasticidad y volver a la vida normal. Por el contrario: quiso ser como ellos. Se lo dijo a su madre y ella, con olfato materno, fue a la Liga de Antioquia para preguntar cómo era la cuestión. El entrenador le echó un ojo a Jorge y dijo que no le veía muchas posibilidades pero que le haría las pruebas “como por no dejar”. En realidad, se compadeció de su carita ilusionada y de sus 7 inquietos años. Pero pronto quedó descrestado con las pruebas sobresalientes del pequeño Hugo: excelente flexibilidad, fuerza y coordinación.
En 1988, Jorge Hugo tuvo su primera competencia interclubes en Pereira. Un año después ya ganaba su primera medalla de bronce por barras paralelas en el Campeonato Nacional en Medellín y su primera medalla de plata en Bucaramanga. Apenas dos años después de su inicio ya se había hecho a un doble oro nacional, más una de plata y otra de bronce. En 1992 traspasó las fronteras y se llevó la primera medalla de oro en paralelas en el Panamericano Infantil de Sao Paulo. Desde ese momento no ha descansado.
Y ha tenido algo además fundamental para un gimnasta: una familia unida, con unos padres que llevan 34 años de casados, además de cuatro hermanos que viven todos en el barrio Robledo de Medellín y descienden de una cultura futbolera, pero que no dudaron en apoyar a su hijo desde el principio.
Y dos personas que le dan más apoyo aún que sus brazos fibrosos: su esposa, Luz Estella Mejía, y su hijo Christian, a quien le gusta la gimnasia pero que se inclina por el tenis. Quizás esa solidez sea la que lleve a su entrenador, el japonés Junsuke Iwai –quien lleva 26 años en el oficio y conoce a Jorge desde los 12 años– a decir que es un ser transparente, que no miente y se hace fuerte gracias a su humildad. “Siempre ha sido el mismo desde chiquito, campeón o no”, asegura. Algo más confiesa Junsuke: su pupilo tiene una ubicación espacial que sorprende y es capaz de manejar los nervios como pocos: no le tiene miedo al riesgo.
Tampoco teme contar que es aficionado a la historia y a los videojuegos, que el de Londres será su tercer viaje olímpico y que las ciudades que más lo marcaron en sus viajes fueron Marathon, en Grecia, y Beijing, desde donde partió a conocer la Muralla China. Admira a un gimnasta, por supuesto: Vitali Shcherbo el bielorruso que ganó seis medallas de oro en Barcelona, y confiesa su pasión por el Envigado porque le gusta ver nacer un proyecto y ver ganar a los pequeños. Como paisa que se respete, ama los fríjoles. Y Medellín lo ama a él: no es casualidad que en reconocimiento a toda su carrera exista un coliseo de gimnasia en su nombre. Sí: bautizado como él con motivo de los Juegos Suramericanos 2010 que se celebraron en Medellín.
Eso no lo enorgullece. Con su humildad de siempre se entrena con dureza. Hace poco se llevó la medalla de oro en barras paralelas en el Torneo Pacific Rim Championship, en Estados Unidos. Su tiempo se va en horas de intenso entrenamiento. Y en ayudar a los demás. Supérate, el programa de desarrollo social integral que busca vincular a niños y jóvenes escolarizados y no escolarizados, eligió al gimnasta como uno de sus líderes. En su discurso, Jorge Hugo mencionó palabras claves que aplica a su vida: dedicación, entrega, pasión, superación, compromiso, constancia y positivismo. Las dijo porque las cree y aplica. Y porque para él, no hay barra que lo detenga.