Dos barranquilleros son pioneros en la terapia que salva vidas del covid
Maria Camila Botero
El 16 de julio de 2020 el barranquillero Juan Manuel Charris —de 41 años— luchaba entre la vida y la muerte. Su esposa, Bertha Hernández, recuerda muy bien ese día. De hecho, recuerda muy bien cada detalle desde que le empezaron los síntomas de covid. Especialmente ese 2 de julio que —luego de haber ido por tercera vez a urgencias— finalmente lo recibieron y, después de dos días de espera, lo ingresaron a una UCI para intubarlo.
Al hablar del momento más decisivo en la vida de su esposo, la voz de Bertha aún se quiebra. “El jueves 16 me dijeron que no se podía hacer nada y que necesitábamos un milagro. Fue en esa situación que me plantearon la terapia ECMO, que consistía en conectarlo a un pulmón artificial. Me explicaron todo lo malo que podía pasar (sangrado, trombos, falla renal), pero era eso o se moría. Cuando a ti te hablan de una oportunidad, te aferras a algo; y por mínima que sea, es esperanzador”.
Al día siguiente Juan Manuel ya estaba en otro hospital de la ciudad, listo para probar suerte con el procedimiento: su última esperanza. Fueron tiempos muy angustiosos para su esposa y sus dos hijos, en ese entonces de 11 y 5 años. Casi todos los días al mediodía Bertha recibía noticias sobre su esposo con una llamada telefónica, pues no podía visitarlo por las medidas de bioseguridad tomadas en los hospitales. Cuando no sonaba el anhelado timbre de su teléfono solo esperaba y mantenía la fe.
Héroes de blanco
Diego Pardo y Luis Fernando Rueda, dos cirujanos torácicos barranquilleros, fueron los encargados de tratar a Juan Manuel junto con un equipo médico inmenso. Su aporte a Colombia con la terapia ECMO ha sido tan importante que parte de este esfuerzo está retratado en el documental Héroes de blanco —dirigido por la periodista y productora Sonia Velásquez—.
En este producto audiovisual, señala Sonia, podemos ser testigos de “algunos de los momentos más desgarradores de una de las tragedias humanas más grandes de la actualidad, pero también de los segundos más esperanzadores”.
Diego y Luis Fernando son los pioneros en Colombia de la terapia ECMO para tratar pacientes con insuficiencia respiratoria. Estas tecnologías existen desde los años 60 en otros países, pero su uso principalmente era para hacer cirugías del corazón. No fue sino hasta el 2014 que estos dos especialistas ávidos por “ayudar más y mejor” la integraron a la Clínica Portoazul de Barranquilla, aunque no se imaginaban que llegaría una pandemia que los pondría a prueba.
¿Cómo funciona la terapia ECMO?
Pardo, presidente de la Asociación Colombiana de Cirugía de Tórax, explica que el covid causa un proceso inflamatorio muy fuerte que maltrata a los pulmones, por lo que en el procedimiento no usan este par de órganos. “Para que la sangre oxigene y salga el CO2, utilizamos una máquina externa que reemplaza la función de los pulmones de una manera temporal, que en promedio tarda 12 días, pero que puede variar según el estado de la persona”.
Cabe aclarar que este tratamiento solo se le hace a quienes cumplan con unos criterios técnicos establecidos por un consenso médico. “Antes de empezar con la terapia hacemos un balance de riesgo-beneficio, por eso mismo solo tratamos a pacientes que no responden a los procedimientos dentro de la UCI y que están por encima del 80 % de probabilidad de morir”, puntualiza Pardo.
Para identificar la tasa de éxito de la terapia ECMO, 220 hospitales en el mundo enviaron sus reportes a la revista médica británica The Lancet. “Tan solo había tres de Latinoamérica, dos estaban en Brasil y solo nosotros en Colombia. De todos ellos se concluyó que el 57 % de los pacientes que ingresaron lograron recuperarse”, agrega.
Victoria
Juan Manuel hace parte de ese porcentaje, pero su situación habría sido distinta sin la hazaña de este equipo médico que permitió que su procedimiento fuera todo un éxito. Finalmente, luego de casi dos meses en la UCI y de haber perdido 40 kilos, el primero de septiembre del 2020 salió victorioso del hospital acompañado de una banda sonora que jamás podrá olvidar: los aplausos de más de 15 profesionales de la salud que rodeaban el camino que recorría en silla de ruedas mientras sostenía las múltiples hojas que le entregaban y que contenían frases que le recordaban su fuerza y valentía.
Impresionante. Después de 60 días de haber permanecido en UCI y luchado contra el mortal #COVID19 Juan Manuel Charris Delgado logró salir de la clínica pic.twitter.com/gtkynQg11U
— Luchovoltio (@luchovoltios) September 2, 2020
Ha pasado un año desde que se recuperó y para su esposa verlo a diario le recuerda lo afortunados que son. “Estamos celebrando la vida porque esto fue un milagro y los milagros no solamente son sobrenaturales. Que haya una posibilidad, que un médico te atienda oportunamente y que existan opciones como la terapia ECMO son milagros terrenales”.
Juan Manuel, por su parte, afirma que después de algo como lo que él vivió todo cambia. “Hay varias actividades físicas que aún no puedo hacer porque tengo bastantes rezagos y una fibrosis pulmonar, pero ahora veo las cosas desde otra perspectiva. Respirar, tomar un vaso de agua y estornudar son detalles que valoro mucho más”.
Sacrificios invisibles para muchos
Cuando Luis Fernando Rueda camina por los pasillos del hospital hay una frase que escucha con frecuencia: “Ahí llegó Spiderman”. Recuerda que su hijo le regaló un gorrito de ese superhéroe porque le encanta y porque quería que pensara en él. “Me lo ponía pensando en él, esa era mi única intención, pero poco a poco me di cuenta de que se había vuelto algo mágico para los pacientes y sus familiares”.
Ese gorro era la conexión más cercana de Luis Fernando con su hijo en ese momento, pues en medio de tanta incertidumbre el único camino para el personal médico era aislarse. En esa línea, duró casi un año durmiendo en una habitación aparte sin siquiera poder abrazar a su hijo de siete años. Y con su otro bebé, que nació durante la pandemia, apenas pudo compartir unos días después del parto.
Las cosas para Diego fueron un poco diferentes, pero iguales en esencia. Con su esposa tomaron la decisión de separarse por un poco menos de cuatro meses, tiempo en el que estuvo completamente solo en un apartamento. Con sus hijos, de 11 y 9 años, solo se comunicaba a través de videollamadas por temor a contagiarlos.
“Esta situación afectó desde el primer día a todas las personas que tenían que ponerle pecho a esta enfermedad porque no había certeza de nada. Si tienes un paciente con hepatitis te pones guantes y evitas las secreciones. Sin embargo, con el covid no sabíamos qué era eficiente y qué no”, resalta Diego.
Retos que no faltan
Los dos especialistas estaban acostumbrados a cumplir jornadas laborales extenuantes y a no pasar mucho tiempo en sus casas, pero con la pandemia están más ausentes de lo usual. El teléfono que suena sin compasión es la señal de que sin importar lo que estén haciendo deben salir rápidamente para llegar a su próximo destino a salvar vidas.
A pesar de las complicaciones que nunca faltan, han recorrido cielos y carreteras de Colombia, Perú y Ecuador, tratando de llevar esperanza a familiares desesperados. “Hace un año no podíamos siquiera hablar con las familias y ellas están muy necesitadas de esa explicación. Cuando uno les cuenta que hay una oportunidad para recuperar a sus seres amados, asumen los riesgos y se les ve una tranquilidad única, un nuevo aire”, comenta Luis Fernando.
Y aunque la esperanza en las familias se acrecienta con la posibilidad de la terapia ECMO, Diego afirma que la tasa de frustración para el cuerpo médico es muy alta. “De cien personas con cirugía programada electiva, mueren dos. En este escenario hablamos de que por cada cien pacientes que montas, más de treinta y pico se van a morir bajo cuidado de uno. Eso es muy demoledor porque es muy difícil no involucrarse emocionalmente”.
La situación no deja de ser difícil, pero los logros de estos dos barranquilleros son gigantes. Gracias al personal de la salud una madre que estuvo en estado crítico disfruta de su recién nacido en casa, un médico que por poco no sobrevive pudo terminar su doctorado y Juan Manuel Charris está disfrutando de su familia y del campo como nunca antes.
Las dichas
Esos son solo tres casos, pero hay muchos más. Al inicio de la pandemia solo tenían dos camas habilitadas para el procedimiento y actualmente cuentan con siete equipos en Barranquilla, dos en Bucaramanga y muy pronto llegarán cuatro nuevos a Bogotá. Por cada equipo reciben siete solicitudes de ECMO.
“Es muy satisfactorio saber que lo que hacemos le sirve a alguien y que el sistema de salud esté cubriendo sin ningún problema todos los gastos de la terapia”, dice Luis Fernando y aprovecha para hacer un llamado sobre la importancia de la vacunación. “Hay que ver el día a día para saber que, como nunca, esta enfermedad ha acabado con muchas personas en el mundo, así que no hay razón para no vacunarse. Toda la ciencia ha trabajado muy fuerte y en menos de un año logró una vacuna con unas tasas de éxito altísimas”.
Agrega que ningún medicamento es 100 % efectivo, pero que las personas con una reacción adversa a la vacuna son mucho menos que la cantidad que se protege con esta. “Prácticamente todos estamos vacunados contra la tuberculosis y nosotros seguimos viendo pacientes que se mueren por esta enfermedad, pero los casos son nulos en comparación con la población a la que no le pasa eso”.
Cuando le pregunto si se considera un héroe, me responde que no sin dudar. “Me considero una persona que siempre ha querido ayudar y fue por eso que estudié medicina. Estoy muy satisfecho de tener un equipo de trabajo que piensa igual que yo y que se sacrifica por los pacientes sin pensarlo. Para mí no hay nada mejor que mostrarle a mis hijos que estoy haciendo lo que me gusta para que cuando ellos sean grandes puedan hacer lo mismo: lo que los apasiona”, concluye Luis Fernando.
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